Capítulo 14: Truco psicológico

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Duele.

Duele demasiado. Pero aún así no lo siento.

Las canciones de cuna siempre me parecieron escalofriantes, el hecho de que estuvieran sonando junto con el insoportable dolor no ayudaba.

Observé hacia arriba y a los lados, estaba en una plataforma en posición horizontal. No tardé en darme cuenta que mis extremidades, cuello y cintura estaban atados.

Fruncí la nariz ante el olor, era ácido, como una especie de desinfectante.

Me dolían las manos y los tobillos, los intenté mover para ver si funcionaban, mala idea. Solté un leve quejido por la sensación aguda en ellos, parecía que me habían clavado cien agujas en cada uno.

¿Dónde estoy?

-Quédate quieta- fue una voz  que no pude reconocer. La música sonó más alto.

"Duérmete niña, duérmete ya, que viene el Coco y te comerá."

Cerré los ojos con dureza, se escuchaba demasiado fuerte para mis oídos.

-Eso es... Duerme -la mujer habló cálidamente al tiempo en que sentía una jeringa penetrar en la vena de mi brazo. Abrí mucho los ojos y la boca sin emitir sonido.
No veía más que puntos negros a los bordes de mis ojos.

"Esa niña quiere que la duerma yo, que la duerma su madre que fue quien me la dio"

Extrajeron la jeringa colocándola frente a mis pupilas, asegurándose de que la pudiera ver, contenía sangre ligeramente oscura, no parecía fresca.

-Esto te lo hicimos hace dos años, Cristal -no la miraba pero juraría que estaba sonriendo -Casi no ha cambiado el color. Te felicito, eres un verdadero fenómeno.

¿Fenómeno?

Intenté preguntar pero no pude articular palabra, sentía la boca seca y la lengua me pesaba detrás de los dientes. ¿Hace cuánto no habré bebido agua? 

-Ahora, después de dos años internada en instituto, es tiempo de tu última prueba, mañana cumples 18 años y sería ilegal mantenerte aquí como si fueras mi hija, aún sin papeleo -sentía su tono lastimero pero igual no lograba saber de quién era -Tienes que pasar las pruebas psicológicas. Torturas psicológicas. Terror psicológico. Ya sabes. Si las pasas, serás libre.

Por alguna razón no le creía.

"Estrellita ¿Dónde estás? Quiero verte titilar"

-Primera sesión: Trucos psicológicos.

Observé el filo de una delgada aguja aproximándose a mi ojo derecho. Con tanta rapidez, pero a la vez tan lento, parecían querer hacerme sufrir.

Dios no.

Estoy malditamente asustada.

Eso fue lo último que pude pensar antes de que los puntitos negros se juntaran y me prohibieran el derecho de vivir.

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Me levanté bañada en sudor frío. observé a los lados, era de noche. Tomé una bocanada de aire como para asegurarme de que aún podía respirar y agarré fuerzas para levantarme.

Seguíamos en el desierto, pero hacía un poco de frío y había más vegetación que antes.

A unos metros a la izquierda vi una fogata pequeña y dos personas sentadas frente a ella. Corrí lo más rápido que pude al reconocerlas.

Marianne Cove y Charlie.

Ellos hablaban  seriamente y se les notaba decaídos. Marianne estaba desaliñada, con ojeras profundas marcando la tersa piel debajo de sus ojos, y sus labios delgados ya no sonreían como antes. Charlie estaba igual que ella, solo que sus lentes oscuros impedían verle todo alrededor de los ojos.

Diez metros nos separan.

Me pregunto qué hago aquí. ¿Por qué no recuerdo haberme dormido? Lo último que escuché fue a Julian decir "Prepárate para morir"

¿Dónde está él ahora?

Cinco metros.

Ellos no escuchan mis pasos apresurados. Piso más fuerte cada vez. No siento la brisa en mi rostro y eso me extraña.

¿Qué está pasando?

Un metro.

Detuve mi trote los a los cincuenta centímetros, ambos seguían ahí, intactos. Me acerqué un poco más hasta que algo frío impactó en mi frente. ¿Pero qué...?

-Cristal... -era una voz grave, de un hombre. Subí la mirada para encontrarme con los lentes de Charlie.

-¡Charlie! ¿Qué pasa? -grité más desesperada de lo que quise, en este tipo de situaciones era mejor guardar la calma... Pero... Se me hacía imposible.

Charlie solo bajó la cabeza para mirar sus sucias botas. Me viré hacia Marianne, ni siquiera de había movido de su posición inicial.

Fruncí el ceño.

-¿Char...?

-Cristal Ladine Broukskeys. -dijo otra voz, femenina.

¿Qué? ¿Cómo sabe mi nombre? Decidí no moverme, apoyé las manos en la placa de vidrio que me separaba de las pocas personas a las que había otorgado una pizca de mi confianza, en serio, no volveré a confiar en nadie.

Sentía mi respiración agitada pero no pude hacer nada para evitarlo, simplemente me quedé quieta con la cabeza y manos pegadas al vidrio frío... cerré los ojos.

-Cristal, cariño, no te vamos a hacer daño, simplemente tienes que cumplir... Las pruebas psicológicas. 

Me quedé estática, no, no puede ser cierto. Es solo una estúpida coincidencia, y es solo un estúpido sueño. 

-Mírame -sentía la voz cercana, demasiado, casi detrás de mí -MÍRAME - volteé.

No había nada más que un antiguo espejo, y yo perfectamente reflejada en el. Me eché con pasos inseguros hacia atrás. El labio interior me temblaba y empezaba a formarse un tic nervioso en mi ojo izquierdo, las manos se me habían llenado de sudor. Por favor, ahora no. Jadeé incontrolablemente, me sentía extrañamente sofocada y no podía percibir nada a mi alrededor más que ese asqueroso objeto, me entraron arcadas de repente, puse una mano en mi estómago intentando no vomitar. Y grité.

Se escuchó una risa.

-Ya veo. Así que es cierto que sufre de eisoptrofobia. -dijo la voz de mujer, alegre -Pues bien, empecemos.

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*

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Les pido que vean el último mensaje de mi muro a los que no les ha llegado, ahí explico como me siento respecto a las actualizaciones.

Muchas gracias por seguir leyendo, aun con lo irresponsable que soy.

PD: Eisoptrofobiaes el miedo a verse en los espejos.

Hasta luego, pequeñas patatas felices. 

Síndrome de AlexandríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora