Un silencio incómodo se estableció en todo el camino. Tan solo habíamos soltado algunas pocas palabras en la heladería al pedir nuestros sabores y al discutir cuándo Harry insistía en pagarme el mío también. Y yo, no llegaba a comprender cómo Harry podría llegar a sentirse al respecto, ya que su expresión no demostraba mucho. Se lo veía confundido, casi tanto como yo lo estoy, y aunque ahora no hacía su ya conocido gesto de fruncir el ceño, seguía pensativo. Fundido en sus propios pensamientos. Y verlo de aquella forma, torturándose con quién sabe que en su mente, me hacía sentir dolorosamente culpable.
La situación en el jardín trasero de Louis al llegar Harry y Melanie no mejoró mucho. Avergonzada, me separé lejos de Niall y procuré no volver a mirarlo en mi vida. No me había puesto pálida, sino más bien del color de un tomate. Era más que vergonzoso, era peligroso. Quizás exagero, pero puedo jurar que por la mente de Melanie solo atravesaban formas sangrientas y dolorosas de matarme. Mientras que por la mente de Harry no circulaba ideas ni planes, solo trataba de procesar una posible traición. O simplemente, pensaba en dejarme. Abandonarme y salir corriendo. Qué en su lugar, hubiese hecho exactamente lo mismo.
En todo caso, le debí la vida por un momento a Melanie. La rubia estúpida y hueca se había abalanzado a Niall, tal cual aquella tarde por primera vez en el gimnasio. En su trayecto, me miró con esa mirada diciendo “Ya me encargaré de ti. No lo dudes. Y no será para nada bonito”. Sin embargo, dio el primer paso y me zafó de tener que actuar primero, ya que Niall parecía una estatua de hielo.
Avancé hacia Harry, incapaz de mirar como las dos personas a mi izquierda se fundían en un beso de lo más envidiable. No quería verlo. No podía verlo. No sin que doliera. Con cada paso, sentía como Harry retrocedía. Pensé que sacaría su vista de lo que sea que observaba, y me miraría con repugnancia, odio y asco. Mis peores temores eran esos: perderlo y que me odie. Estaba segura de que no había hecho nada malo, pero su tranquila expresión me hacía pensar lo peor. Realmente pensé que perdería cualquier cosa a la que habíamos llegado.
Me detuve a cierta distancia de él. Quería asegurarme de no hacer el ridículo con Harry Styles una vez más. Si iba a irse, era mejor que sea rápido. Lo miré expectante, buscando alguna reacción. Y lo veía tan Harry, con su estilo propio: una camiseta con inscripciones en inglés y algunos dibujos raros que hacía resaltar sus músculos y una ancha espalda, unos vaqueros ajustados a sus largas y deseables piernas y por último sus Converse, agregándole unas gafas polarizadas negras colgando desde el inicio en V de su camiseta. Ray Ban tal vez. Y obviamente, su cabello. Esos rizos castaños alborotados que lograban derretir a cualquier chica con su ternura. El rostro de Harry, desde mi postura, se lo veía tiesa como la porcelana, pero con su tono de piel bronceado. Pero, más allá de su ya típica pinta, había algo diferente esta vez. Los ojos de Harry flameaban. Centellaba una luz distinta, se podría decir que gloriosa y de la felicidad propia. Muy oculta, en la situación. Porque a pesar de que en sus ojos color esmeralda se veía un brillo intenso de amor, destacaba la confusión que la condición de sus pensamientos le provocaba. Todo muy erróneo, por cierto. Debía explicarle todo, y no lo dejaría ir hasta que las ideas le quedaran claras. Era extraño de cierto modo, haberle tomado tanto cariño a Harry en menos de dos semanas. Abandonarme me destrozaría, y dejarlo ir, se sentía la peor equivocación que podría cometer. Susurré su nombre en un ataque de sentimientos intensos, mi corazón se inundó al pensar en un Harry triste, o en una Aria Hastings herida y con el corazón roto.
Al final, Harry había reaccionado. Me miró con aquellos ojos brillantes, y sonrió de costado. Se lo veía decepcionado, pero con esperanzas. Y eso me daba fuerzas. Sonreí, no me abandonaría.
Estamos caminando por un parque con nuestros helados. Nuestros brazos rosándose a cada paso que damos. Harry con el suyo de chocolate y menta. Fuerte combinación. Yo pedí de crema americana y vainilla, que por cierto, Harry insistió en comprarlo. Necesitaba algo dulce y suave para animarme a hablar con Harry, como si fuera una especie de licor que me embriagaría para soltar la verdad. El silencio dejó de ser incómodo, pero el aire se siente tenso. Observo a Harry, hace aproximadamente veinte minutos he estado tratando de imaginar o hacerme una idea de en qué estará pensando. Lo bueno es que, aunque se lo ve vagando por las nubes más altas, está a mí lado. No está lejano.
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Its Gotta Be You
FanfictionAria Hastings, una adolescente de dieciséis años, mejor amiga de Elena y Leila, enemiga natural de Melanie, divertida, simpática, y perdidamente enamorada desde hace años de Niall Horan, no sabe que a partir de ahora, su vida tomará un giro inespera...