— ¿Qué vas a ser de grande, mijo?
—Abogado, pa.
Papá sonrió. Estaba seguro de que siempre me hacía la misma pregunta sólo para escuchar, complacido, mi respuesta. Él era campesino, trabajaba arando algunas tierras y cuidando ganado para una familia rica que habitaba uno de los condados más conocidos del estado. A veces, yo le preguntaba que había estudiado, él, sonriendo, respondía: "Las letras no entran cuando se tiene hambre, yo aprendí a leer y escribir ya de grande, pero nomas eso".
Ahora, en aquella inmensa llanura, caminaba feliz a su lado a pesar del horrible e intenso calor que acontecía. Tomaba su mano. Mamá se había adelantado en una troca. Muchos otros caminaban junto a nosotros. Había niños de mi edad, hombres de la edad de papá. Y me sentía bien a pesar de la encarecida sed que parecía no querer abandonarme.
Sin embargo, papá se detuvo de forma abrupta en algún punto del camino. Lo imité y me voltee para verlo; sus ojos estaban en blanco; su frente sudaba demasiado, y su mano cálida se había tornado fría, como la de un cadáver.
— ¿Papá? —dije, pero él no respondió.
Asustado, llamé a gritos a alguien más. Papá no soportó y cayó desplomado en la árida tierra. Me arrodillé junto a él y comencé a jalar sus ropas, desesperado. No podía dejarme solo. ¿Qué podría hacer yo solo contra el mundo? Sin él, sus manos, y su olor agradable a ganado y sudor.
— ¡Papá! —decía con fuerza, pero sólo había eco, y más eco...
De pronto todo se volvió oscuro. Papá caía en un precipicio. Intentaba lanzarme tras él pero alguien me sujetó con fuerza.
—Edgar.
Papá me llamaba, debía seguirlo.
— ¡Edgar!
Abrí los ojos. Bañado en sudor me descubrí adentro del vehículo con redilas que la noche anterior nos había levantado del bar. Mi boca inhalaba y exhalaba haciendo el trabajo de la nariz. Hacía mucho que no sufría de una pesadilla como esa. Tragué saliva, a la vez que mis ojos encontraban las figuras de Bertie, Helena, y Roy a mí alrededor. Sus ojos me escrutaban el cuerpo por completo, con cierto deje de miedo.
— ¿Qué ha pasado? —pregunté, para intentar deshacerme de la incomodidad que comenzaba a desbordarse del furgón.
—Llegamos a Amersfoort mientras dormías —informó Bertie—. Sin embargo no nos internamos en el campo de tránsito ya que tenía sobrepoblación.
— ¿Entonces? —mi corazón se contrajo.
Bertie suspiró, antes de murmurar:
—Seremos mandados a un campo que incluya la solución final.
—Me estás queriendo decir —sisee más para mí que para él—. Que iremos a un campo, y que puede que nos asesinen apenas lleguemos. ¿Eso?
—No —rodó los ojos—. Estoy diciendo que nos llevarán a un campo de concentración. Y dependiendo de las probabilidades, el destino y todas esas cosas que están al azar, sobrevivirás para trabajar como esclavo, o morirás.
Un peso caliente y terrible cayó en mi estómago. Un famoso retortijón como los llamábamos en México comenzaba a invadirme. ¿Morir en una cámara de gas? ¿Así, nomás? Bueno, se veía un poco más atractivo que una bala en el cráneo o una bomba, pero yo quería mi antigua vida. No, no podía dejar que se hicieran de mí, de mi voluntad. Todo estaba por acabar, debía resistir un poco más. Me abracé las rodillas contra el pecho, observando el piso del furgón.
— ¿A dónde vamos en estos momentos? —quise saber.
—A la estación ferroviaria —intervino Roy—. Iremos en tren al campo de concentración.
—Entrar a la Alemania Nazi no me hace especial emoción, chicos —dije.
—A nadie, Edgar —murmuró Bertie—. Pero, ¿Qué más podemos hacer?
Me encogí de hombros. Helena, que había permanecido en silencio todo aquel momento, se levantó de su asiento para posicionarse junto a mí. Con sus brazos pequeños me rodeó el cuerpo, obligándome a recostar mi cabeza en su hombro. Obedecí, cual niño pequeño que busca consuelo. Su mano pasó por mi mejilla, y siseó:
—No importa lo que pase, siempre y cuando nos pase juntos. ¿No crees?
En cierta forma, tenía razón: Era mil veces mejor morir ardiendo junto a los amigos, que hacerlo solo.
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Lo que dicen los muertos.©
Historical FictionEn el día que sería el más feliz de su vida, Edgar Rivas, un lacónico alumno de Harvard a punto de culminar sus estudios, sufre un severo accidente donde pierde la vida. Sin embargo, gracias a la ayuda de su ángel guardián, le es concedida una oport...