XVIII

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Les ayudo a sacar las pesadas maletas junto a Elena y las metemos en el amplio maletero.

-¡Pasarlo genial!-les animo, viendo cómo entran ambos al vehículo no muy convencidos.

-Aún no estoy seguro de dejaros solas un mes entero.-se ríe Juan y me encojo de hombros quitándole importancia.

-Somos muy responsables.-le prometo apoyándome en la ventanilla.-Además, están los vecinos, si necesitamos algo sabemos a quién acudir.

-Llamadnos si ocurre algo.-me dice esta vez mi madre y asiento para que se quede tranquila.-Ya sabéis dónde está el dinero, tendréis que turnaros para hacer la compra y...

-Entendido, mamá.-me río dándole un beso en la mejilla.-Juan, arranca antes de que se arrepienta.

-¡Portaros bien!-nos dice antes de desaparecer de mi vista.

-¡Por fin!-grita Elena tirándose a mi espalda.-Va a ser el mejor verano de mi vida.

-Si, pero bájate, gorda.-me río dejándola en el suelo y corriendo hasta el interior de la casa.-¿Qué hacemos hoy?

-Bueno.-sonríe de repente, como si hubiera tenido la mejor idea del mundo.-He estado pensando detenidamente y en la azotea hay un cuarto que no usamos para nada.-asiento.-¿Y lo arreglamos y hacemos nuestro propio lugar?

-¿Como una sala de juegos?-La miro con las cejas alzadas y sonrío de lado. Me encanta la idea.

-Podemos empezar pintando las paredes.-propone.-Tengo unos cuantos botes de pintura que pretendía usar para pintar mi cuarto.-sonríe dejando caer los brazos.-Bueno, ¿qué me dices?

-Pues...-la miro picara.-Que para ser rubia eres muy lista.

La oigo reír mientras mira las escaleras de reojo. A saber en qué demonios está pensando.

-¡La última que llegue hace la comida!-grita echando a correr y comienzo a reírme porque hay veces que parece una niña pequeña, y eso, me hace sentir genial porque me llena los días de felicidad.

Subo riendo poco a poco y justo me cruzo con Miriam, la que parece aburrida.
La miro unos segundos mientras entra a su habitación y la sigo para apoyarme en el marco.

-Miriam.-la llamo.-¿Quieres pintar con nosotras la azotea?

Me mira de reojo y luego niega con la cabeza. Maldita orgullosa.

-Prefiero pasar.-suspira abriendo las puertas de su armario.-Voy a ir a la piscina.

-Bueno.-murmuro dándome la vuelta.-Lo que quieras, no sé ni para que lo intento.

Subo lo que queda de escaleras y abro la puerta para encontrarme con un espacio grande, de paredes blancas y sin ningún mueble de por medio.

-Espero que sepas cocinar, rubia.-se ríe tirándome un pincel.-¿Qué vamos a hacer?

Observo todas las paredes poco a poco y sonrío de lado.

-Improvisar.-me río agarrando un cubo de pintura azul turquesa y mojando el pincel.

La oigo reír y me giro para verla con un pincel manchado de pintura rosa y comenzamos a pintar lo primero que se nos ocurre.

Me giro para verla concentrada e intento no reírme, mordiéndome el labio. Sonrío pícaramente cuando me mira y le lanzó el pincel manchándole la cara.

-¿¡Qué mierda haces!?-grita limpiándose la cara y haciéndome estallar a carcajadas.-¿Te ríes?-me mira alzando las cejas.-¡Ahora verás!

Viene corriendo hacia mí e intento huir pero es demasiado rápida y me mancha la espalda.

-¡Maldita zorra!-me río buscando mi pincel con la mirada y corriendo hacia el.-¡Te vas a enterar!

Esta vez la que la persigue soy yo, manchándole un brazo de un precioso azul, y tirándola al suelo para poder pintarle la cara.
Es ella quien me tira a mi segundos después y de una pincelada me pinta media cara y toda la camiseta.

-¡Loca!-me río y se levanta para echar a correr hacia la puerta.-¡No te vallas!

Aprovecho para mojar el pincel y lanzarlo hacia su dirección, donde justo se abre la puerta, ella lo esquiva, y le da en toda la cara a la persona que acaba de entrar.

Estalló en carcajadas al ver a el mismísimo Jesús Oviedo con la cara manchada y su preciado pelo de color rosa.

-¿Qué coño estáis haciendo?-me mira quitándose la pintura de la cara.-¿Vosotras sois normales?

Miro a Elena con una sonrisa, que le mancha la cara a Dani haciendo que ponga una mueca muy graciosa.

-No, ya deberías saberlo.-le respondo andando hacia él para recuperar mi pincel.-Que bien he sienta el rosa.-bromeo sonriéndole picara.-Deberías teñirte el pelo.

Levanta las dejas divertido al ver mis intenciones y antes de que logre coger el pincel, lo agarra él y con la otra mano me agarra la cadera.

-¿Qué has dicho?-sonríe sin bajar las cejas.

-Que deberías teñirte.-me río vacilante, intentando dejar el nerviosismo por tenerlo tan cerca a un lado.

Frunce el ceño y se acerca a mi peligrosamente. No Jesús, apártate, odio esta sensación.

-Jesús.-me apoyo en su pecho.-Te recuerdo que...

-Cállate.-se ríe acercándose lentamente hacia mi.
Y cuando está apunto de besarme, me pega un pincelado en toda la cara, haciendo que retroceda dos pasos hacia atrás. Lo miro con rabia, se está riendo en mi cara y por encima, seguro que estoy roja como un tomate y tengo una mueca bastante graciosa.

-Eres gilipollas.-le digo dolida, girándome para coger el bote entero de pintura.

Me mira con las cejas alzadas, pero antes de que pueda hacer nada, le lanzo toda la pintura rosa encima, haciendo que suelte un grito de asco llamando la atención de Dani y Elena que no pagaban de besarse entre pincelada y pincelada.

-¡Estás loca!-grita quitándose la pintura de los ojos, haciendo que sonría de lado.-Joder, estas loca.-se ríe minutos después, intentando evitar que la pintura se le meta en la boca.-Y lo peor es que a mi me gusta esa loca.

Me cruzo de brazos levantando las cejas divertida. No va a conseguir que vuelva a sonrojarme por él, lo tengo claro.

-No intentes arreglarlo.-me giro para ir hacia el otro bote de pintura, pero antes de llegar, noto como unos brazos me rodean la cintura y suelto un pequeño chillido. Maldigo Jesús Oviedo.

-Así si.-se ríe, manchándome  toda la espalda y las puntas de mi pelo.-Te sientan bien las mechas rosas.

-Te odio, Oviedo.-murmuro deshaciéndome de su agarre y girándome para verlo sonreír.
Jamás me cansaré de decir que estoy completamente enamorada de su sonrisa. Es tan increíble, joder.

-No me digas eso.-me agarra de los brazos.-No podría soportarlo.

-Te odio.-le repito con una sonrisa divertida.-Pero te odio por no poder odiarte, eso es diferente.

Sonríe de nuevo y es que lo juro, es ver esa sonrisa y que todo a mi alrededor se pare, que mi estomago parezca un zoológico y que me muerda el labio lentamente.

-No hagas eso.-me señala el labio advirtiéndome y lo vuelvo a pellizcar con los dientes.-Joder.-se peina nervioso y se acerca poco a poco hacia mi.-A la mierda.

Eres el punto débil que me hace fuerte.{Gemeliers}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora