Eran casi las ocho cuando Justin llevó a Cecilia a comer algo al restaurante. Después de tomarle declaración a Maggie, la habían llevado al hospital para que la examinaran y para solicitar ayuda psicológica.
Justin había llamado a Amanda Creighton, la mejor amiga de Maggie, para que se quedase con ella y, después, Cecilia y él habían acudido a la escena del crimen.
Mientras ella se quedaba en el coche, Justin buscaba pruebas que pudieran señalar al criminal. Pero Casanova, fuera quien fuera, era suficientemente listo como para no dejar pruebas; ni huellas, ni trozos de tela enganchados en las ramas, ni colillas de cigarrillo. Nada que pudiera darle una pista de su identidad.
Lo único que tenía era un trozo de la cinta que usaba para atar a sus víctimas. Una cinta que se vendía en varias tiendas de Mustang y en cientos de miles de tiendas de todo el país. Justin metió la cinta en una bolsa de pruebas para enviarla al laboratorio de Butte, esperando que encontrasen huellas, pero estaba seguro de que no encontrarían nada.
Maggie, como las otras dos víctimas, le había dicho que Casanova usaba guantes.
Justin abrió el menú y miró a Cecilia.
-El especial de esta noche es redondo de carne con puré de patatas o verdura.
-Suena bien -dijo ella sin mucho entusiasmo.
El tampoco tenía apetito, pero sabía que debía comer algo. No había comido nada desde el desayuno.
Cuando la camarera se acercó, Justin pidió dos especiales y se dejó caer en el respaldo de la silla, agotado.
-Un día largo -dijo Cecilia.
-Sí. Largo y frustrante -murmuró él, mirándola.
Parecía cansada.
Entonces recordó su aspecto por la mañana, cuando se habían tropezado en la puerta del cuarto de baño. Por un momento, se había sentido avergonzado porque iba en calzoncillos. Y luego había recordado que ella no podía ver.
Pero él sí había podido verla. Había visto su cabello despeinado, el sueño que oscurecía sus ojos. Llevaba un camisón azul y un albornoz del mismo tono. Tenía un aspecto tierno y muy sexy.
En ese instante, se había preguntado cómo sería despertarse a su lado cada mañana. Pero había apartado aquella absurda idea de su mente al cabo de un instante. El no necesitaba ninguna mujer, no necesitaba a nadie en su vida.
-¿Justin?
-Sí, estoy aquí. Estaba pensando -contestó él-. No sé qué habría hecho hoy sin ti. Maggie no habría hablado conmigo sin tu ayuda.
Ella tomó la servilleta y se la colocó sobre las piernas.
-Me alegro de haber podido ayudarte.
-Has hecho más que eso. Has sido el salvavidas de Maggie.
La joven no solo había querido que ella estuviera presente durante la declaración, sino que había insistido en que la acompañara al hospital para el examen médico.
-Quizá las víctimas se reconocen unas a otras y Maggie supo, instintivamente, que yo era un alma gemela.
-Es posible. Pero yo creo que tiene que ver con lo dulce que has sido con ella. Si no recuperaras la vista, podrías trabajar ayudando a la gente.
En ese momento, Justin vio que una profunda arruga se marcaba en la frente de Selena.
-Voy a recuperar la vista, Justin. Y seguiré decorando casas, que es mi oficio -su voz había temblado un poco, como si tuviera miedo de no volver a ver nunca más.
¿Habría luchado Ryan contra su ceguera? ¿Se habría negado a aceptar su destino, el destino al que él lo había condenado? Justin intentó apartar aquellos pensamientos de su cabeza. Tenía suficientes cosas en qué pensar.
-Aquí está -dijo Trish, la joven camarera, colocando las bebidas sobre la mesa-. Café para el comisario y té para su amiga.
-Gracias -murmuró Justin, tomando la taza de café. La idea de que un violador estuviera aterrorizando a las mujeres de Mustang lo estaba volviendo loco.
-Amanda Creighton parece una buena persona -dijo Cecilia.
-Sí, es estupenda. Se quedará con Maggie todo el tiempo que haga falta. Este pueblo está lleno de buena gente. Todo el mundo se ayuda -murmuró él, angustiado.
Demi alargó la mano y estuvo a punto de tirar el café.
-Perdona. Iba a tomar tu mano.
-Está aquí -sonrió él.
-No es culpa tuya, Justin. No puedes culparte a ti mismo por las acciones de un violador.
-Sí, pero puedo culparme a mí mismo por no tomarme los dos primeros incidentes demasiado en serio.
-Hay una gran diferencia entre un beso y una violación -dijo ella, apretándole la mano.
-Eso es lo que no entiendo. O Casanova ha cambiado de táctica o son dos hombres diferentes.
-¿Cómo?
-Es muy posible -murmuró él, más angustiado aún al pensar en la posibilidad de que hubiera dos locos en Mustang-. Gracias a la madre de Amanda, Millicent Creighton, los detalles de los dos primeros incidentes aparecieron en el periódico. Sería muy fácil para cualquiera imitar los ataques y dar un paso más... -Justin dejó de hablar cuando Trish apareció con los platos-. Vamos a dejar el tema. Será mejor que comamos algo.
Ella asintió y, durante unos minutos, comieron en silencio. Justin observó cómo tocaba el plato con el tenedor para orientarse.
Había sido muy fácil olvidar la ceguera de Cecilia aquel día, porque había mostrado una gran seguridad con Maggie.
Pero en aquel momento, observándola maniobrar con el tenedor y el cuchillo, de nuevo se sentía sorprendido por su vulnerabilidad y su total dependencia de él.
Durante el resto de la cena, estuvieron charlando sobre cosas sin importancia.
Hablaron del tiempo, de deportes, del instituto, pero hablasen de lo que hablasen, Justin no podía dejar de pensar en Casanova y en la amenaza que representaba.
-Quizá debería llamar a Keller -dijo él, cuando estaban tomando café-. Quizá deberían llevarte a otro sitio. ¿Cómo voy a poder cuidar de ti si no puedo mantener a salvo a las mujeres de Mustang?
-Justin -empezó a decir ella, tomándole de la mano de nuevo-. Aunque llamases a Keller, no me iría con él. Yo confío en ti. Encontrarás a ese Casanova y me mantendrás a salvo, estoy segura.
-El comisario Bieber, justo el hombre al que estaba buscando.
La estridente voz femenina hizo que Justin diera un salto en la silla y soltase la mano de Cecilia, aquella mano que le daba un calor extraño por todo el cuerpo.
-Buenas noches, Millicent.
Como siempre, Millicent llevaba uno de sus infames sombreros, que eran su sello inconfundible. Justin tuvo que hacer un esfuerzo para concentrarse en su cara y no en aquella cosa que llevaba sobre la cabeza, decorada con lo que parecían petunias de verdad.
-Vengo de ver a Maggie Watson -empezó a decir Millicent-. Tenemos un loco suelto en Mustang y me gustaría saber qué debo decirle a mis lectores a propósito de lo que usted está haciendo para librarnos de él.
-Dígale a sus lectores que estamos haciendo todo lo que podemos, pero que deben tomar ciertas precauciones -dijo Justin.
Después, esperó un poco mientras Millicent buscaba un bolígrafo y un papel en el bolso.
-Dispare -dijo con sequedad.
Justin hizo una mueca. Aquella mujer había visto demasiadas películas.
-Deben cerrar puertas y ventanas por la noche. Las mujeres que viven solas deberían dormir con alguna amiga o ir a casa de alguien hasta que el caso esté resuelto.
-Gracias -dijo Millicent, guardando de nuevo el papel y el bolígrafo-. Y ahora que nos hemos quitado eso de encima, me gustaría conocer a su prometida.
-Mi...
Antes de que Justin pudiera protestar, Millicent tomó la mano de Cecilia.
-Millicent Creighton. Y tú eres Cecilia Webster. Todo el mundo está hablando de ti. Nadie se cree que alguien haya podido robar el corazón de este hombre, por fin -dijo la mujer. Después, se volvió hacia Justin-. Y me alegro de que el amor suavice esa cara tan fea.
-¿Fea? Entonces supongo que lo que dicen de que el amor es ciego debe ser cierto -sonrió Cecilia.
Millicent soltó una carcajada.
-Además de guapa, tiene sentido del humor. Bueno, ¿para cuándo entonces?
Justin sintió una especie de vacío en el estómago. Las cosas se le estaban escapando de las manos.
-¿Para cuándo qué?
-Todo el mundo quiere saberlo -exclamó la mujer-. Es justo lo que este pueblo necesita para dejar de pensar en ese horrible Casanova. A ver, ¿cuándo os casáis?4/5
~axl victoria
ESTÁS LEYENDO
El Árbol De Los Besos
FanfictionAunque él la conocía bajo el nombre de Cecilia Webster, su verdadero nombre era Selena Gomez y, hacía tan sólo algunas semanas, lo tenía todo en la vida, hasta que una tragedia le arrebató la vista. La ceguera era sólo temporal, al igual que su nuev...