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Había sido una tarde triste. Shelly estaba deprimida porque Sam no la veía más que como a una compañera, y ella también había estado callada, intentando poner orden en sus sentimientos. Separando la cabeza del corazón, el deseo de la necesidad. Las palabras de Maggie seguían obsesionándola, obligándola a examinar sus sentimientos por Justin.

Pero cuando él había vuelto a casa media hora antes, Selena seguía sin tener respuestas y había decidido irse a la cama.

Se sentía confusa. No sabía si se estaba enamorando de él porque representaba para ella seguridad. Si pudiera ver y su vida fuera normal, ¿seguiría sintiendo lo mismo por Justin?

Selena dejó de cepillarse el pelo. Se estaba enamorando de él. En ese momento, un trueno hizo temblar los cristales, como para subrayar el drama que estaba viviendo.

Selena se sentó en la cama, con el corazón acelerado.

Justin la hacía reír, la hacía sentir segura y… la noche anterior había experimentado con él sensaciones que nunca había tenido antes. Pero seguía sin poder confiar en sus sentimientos.

Su vida se había complicado demasiado como para estar segura de nada. Sufría una ceguera temporal, estaba a cientos de kilómetros de su casa y solo había ido a Mustang porque su vida corría peligro.

Sus sentimientos por Justin parecían reales, pero ¿podía confiar en sus emociones cuando había tanto miedo y tanto dolor en su corazón? No conocía la respuesta a esa pregunta.

Selena se levantó para dejar el cepillo sobre la cómoda, y entonces escuchó un ruido al lado de la ventana, que había dejado abierta. Su corazón empezó a latir aceleradamente, pero aquella vez no era por Justin.

Le había parecido oír pasos en el jardín, como si alguien hubiera pisado una rama. Y, junto con el ruido, le había llegado la sensación de que no estaba sola, de que alguien estaba observándola.

—¿Hay alguien ahí? —llamó. El ruido se repitió y Selena corrió hacia la puerta, despavorida.

Entonces, algo le golpeó en la cara.

Por un segundo, creyó que la habían atacado, pero enseguida se dio cuenta de que, en su prisa por salir, ella misma se había golpeado con la puerta.

—¡Justin! —gritó, asustada.

La puerta del dormitorio de Justin se abrió inmediatamente.

—Selena, ¿qué ocurre?

—Creo que hay alguien ahí fuera.

Él no hizo más preguntas. La tomó por los hombros y la apoyó contra la pared.

—Quédate aquí. Voy a ver qué pasa.

Sus palabras fueron ahogadas por otro trueno más fuerte, más aterrador; como el disparo de un cañón.

Selena cruzó los brazos sobre el pecho, asustada. ¿La habrían encontrado? Los policías que habían asesinado a su hermana y su cuñado… ¿Habrían encontrado su santuario?, ¿habrían ido a matarla?

¿Dónde estaba Justin? ¿Por qué tardaba tanto? Los segundos se convertían en horas. ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaba? «Por favor, por favor, que no le pase nada a Justin», rogaba mentalmente.

El miedo se convirtió en terror y el ruido de la tormenta le hacía revivir su tragedia. Alicia… John… el sonido de los disparos. «No puedo dejar que me encuentren», pensaba. El armario, tenía que esconderse en el armario.

—Selena, no pasa nada, cariño.

La voz de Justin disipó el terror, como el bisturí de un cirujano cortando un tumor maligno. Selena se dio cuenta de que, en su pánico, había vuelto a buscar refugio en el armario. Sin ser consciente de ello, su miedo la había llevado a meterse en el único lugar en el que se sentía a salvo.

El Árbol De Los BesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora