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Justin tomó una patata de la bolsa, pensativo. Alguien había estado observando a Selena. Y estaba seguro de que era Casanova.

Antes de encontrarla en el armario, había llamado a la comisaría para informar a los alguaciles que estaban de guardia
y, en aquel momento, debían estar patrullando la zona. Pero Justin estaba seguro de que no iban a encontrar nada.

Mientras tomaba otra patata, intentó apartar la mirada de Selena. Con el albornoz abierto, el camisón dejaba ver su cuello y parte del escote.

Habían pasado menos de veinticuatro horas desde que hicieron el amor y Justin la deseaba de nuevo. Habría querido tomarla, escuchar sus gemidos mientras la poseía, ver cómo sus ojos brillaban con pasión…

Lo llenaba de furia pensar que Casanova había querido hacerle daño.

Lo llenaba de furia que le hubiera hecho daño a tres mujeres de Mustang a las que apreciaba y que todo el pueblo sintiera miedo.

Pero la posible agresión a Selena llevaba su furia hasta límites increíbles.

En ese momento, alguien llamó a la puerta y los dos saltaron de la silla.

—Será uno de mis hombres. Están patrullando la zona.

Selena lo siguió hasta la puerta. Pero antes de abrir, Justin le ató el cinturón del albornoz. No quería que nadie la viera como él la había visto, tan deseable y…

—Gracias —murmuró ella.

Justin abrió la puerta. Vic estaba fuera, empapado.

—Entra.

—Está lloviendo a mares —dijo el alguacil—. Hola, Cecilia.

—Hola, Vic —sonrió ella.

—¿Has visto algo?

—Nada. Y te aseguro que hemos mirado por todas partes.

Justin suspiró.

—Me lo imaginaba. Gracias de todas formas.

—¿Tú estás bien, Cecilia? —preguntó el nombre.

—Sí, gracias. Me he asustado, pero, a partir de ahora, cerraré la ventana todas las noches.

—Será lo mejor.

—Gracias, Vic —se despidió Justin, cerrando la puerta—. Es tarde, ¿no crees que deberíamos irnos a la cama?
Ella negó con la cabeza.

—No podría dormir. Prefiero quedarme un rato en el salón.

—Me sentaré contigo —suspiró él.

Durante un rato estuvieron en silencio, escuchando la lluvia que golpeaba los cristales.

—Justin, ¿quieres hablarme de Nick?

La pregunta casi le hizo dar un salto.

—¿Nick? ¿Quién te ha hablado de él?

—Shelly me contó algo.

Justin tuvo que disimular su irritación.

¿Por qué tenía Shelly que hablar de Nick? Pero la respuesta estaba muy clara. —¿Qué quieres saber? —suspiró.

—Háblame de él… y de ti.

Justin no quería hablar de eso. Pensar en Nick siempre le producía tristeza. Era una herida que nunca había podido curar.

—No hay mucho que decir. Éramos amigos, tuvimos un accidente, él se fue a vivir a otro sitio y perdimos el contacto.
Justin había recitado los hechos, pero no le había contado nada.

El Árbol De Los BesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora