El Árbol De Los Besos

23

Su casa. A la mañana siguiente, mientras Shelly le hablaba de Sam, Selena pensaba que, en veinticuatro horas, estaría de vuelta en Chicago.

Estaría de vuelta en un solitario apartamento. En una tienda que no podía llevar. En un sitio que nunca había sido realmente su hogar.

¿Cuándo se había convertido aquella casa en su hogar? ¿Cuándo había empezado a sentir que aquel era su sitio? Daba igual. No iba a quedarse. Volvería a Chicago con Kent Keller e intentaría retomar la vida que había dejado atrás.

Justin se merecía una mujer que pudiera trabajar como voluntaria en el carnaval. Se ponía colorada al recordar a Millicent Creighton intentando buscarle un trabajo que ella pudiera hacer. Selens no se había sentido más inútil en toda su vida.

Justin se merecía una mujer que fuera para él una compañera, no una carga.

Aquella mañana se había sentido de nuevo decepcionada al abrir los ojos y encontrarse con la oscuridad. Había pensado que con los asesinos entre rejas, recuperaría la vista milagrosamente. Pero no había sido así.

—De modo que le he dicho que necesitaba una mujer de verdad, no otra de esas rubias con las que sale —estaba diciendo Shelly—. Así que esta noche va a llevarme a cenar.

Selena intentó concentrarse en lo que ella estaba diciendo.

—Shelly, me alegro por ti.

—Sí, ese tipejo me ha robado el corazón. Ahora lo que tengo que hacer es convencerlo de que yo soy la mujer de su vida.

Selena habría deseado advertirle que fuera despacio, que no se acostase con Sam hasta que supiera que la amaba.

Compartir la intimidad del sexo hacía que decir adiós fuera mucho más difícil. El corazón de Selena parecía a punto de romperse al recordar que, en veinticuatro horas, tendría que decirle adiós a Justin para siempre.

—¿Tienes hambre? —preguntó Shelly entonces—. Puedo hacer una ensalada o calentar algo de sopa.

—No, gracias. No tengo apetito —contestó Selena. Además, cuando se había marchado por la mañana, Justin había
dicho que regresaría a comer. Prefería comer con él, sabiendo que sería la última vez que lo hicieran—. Pero tú come si quieres.

—No, yo tampoco tengo hambre, Cecilia. Estoy demasiado emocionada con lo de esta noche.

Selena se dio cuenta de que iba a echar de menos a Shelly. No solo había sido su ángel guardián, sino que se había convertido en su amiga.

Selena no había podido sincerarse con ella por la amenaza que pendía sobre su cabeza, pero en aquel momento no había nada que le impidiera contárselo.

—Shelly, mi nombre no es Cecilia. Me llamo Selena Gomez.

—¿Qué? —Shelly estaba sorprendida.

Durante los siguientes minutos, Selena le contó todo lo que había pasado y los acontecimientos que la habían llevado a Mustang.

Shelly la interrumpía de cuando en cuando para hacerle preguntas, absolutamente perpleja.

—Tengo que confesar que me has deprimido —dijo Shelly cuando Selens terminó su relato.

—¿Yo?

—Sí. Te vas mañana a Chicago y seguramente no volveré a verte. Voy a perder una buena amiga.

Selena le apretó la mano a Shelly.

—Yo también voy a echarte de menos.

—Entonces, lo del compromiso con Justin era mentira —dijo.
Selena asintió—. Pues deberían daros un premio de interpretación. Os he visto juntos y habría podido jurar que lo que veía en los ojos de Justin cuando te miraba era amor.

Aquellas palabras hicieron que los ojos de Selena se humedecieran.

—Lo siento —se disculpó, intentando secar sus lágrimas.

—Ah, ya entiendo. Tú no estabas fingiendo, ¿verdad? Estás enamorada de Justin.

De nuevo, los ojos de Selena  se llenaron de lágrimas.

—Sí —susurró.

—¿Se lo has dicho?

Selens negó con la cabeza.

—No. Y no pienso hacerlo.

—¿Por qué no? ¿No crees que tiene derecho a saber lo que sientes por él?

—No hay razón para decírselo. Justin y yo no tenemos futuro. Además, yo solo he sido una obligación para él, alguien de quien tenía que cuidar. Nunca me ha indicado que yo fuera algo más.

Shelly dejó escapar un suspiro.

—Los hombres son un asco. A veces creo que sería mejor que me quedara soltera y me comprara un gato.

Selena rio, a pesar de las lágrimas. Shelly estaba demasiado llena de vida, era demasiado generosa como para pasar el resto de su vida sola.

—Tengo la impresión de que esta noche Sam Black va a quedarse con la boca abierta. Dentro de un año, estaréis casados, seguro.

—¡Que Dios te oiga! —exclamó Shelly—. No se me ocurre nada más maravilloso. Pero sigo pensando que deberías decirle a Justin lo que sientes. Quizá él también esté enamorado de ti y tal vez no te lo diga por timidez o por miedo.

—No importa. Aunque me amase, no podríamos estar juntos.

—No te entiendo. ¿Por qué no podríais estar juntos si estáis enamorados?

—Shelly, soy ciega. Justin necesita una mujer que sea su compañera. Yo no soy más que una carga y lo quiero demasiado como para casarme con él. Tendría que hacer muchos sacrificios, y no quiero eso.

—Pero tú misma has dicho que es una ceguera temporal. ¿No significa eso que podrías recuperar la vista en cualquier momento? ¿Qué pasa si te vas de aquí, no le dices a Justin lo que sientes por él y, de pronto, recuperas la vista?

—¿Y si me quedo aquí, carga conmigo y nunca recupero la vista?

Antes de que Shelly pudiera replicar, oyeron que alguien abría la puerta. Selena supo el momento exacto en que Justin entraba en la cocina.

Lo olía, el maravilloso olor que para ella significaba pasión y protección, seguridad. Sentía su presencia, como si solo con entrar en una habitación, la llenara de energía.

—Hola, jefe —lo saludó Shelly—. ¿Hay novedades?

—Nada —contestó Justin. Había una gran tensión en su voz y Selena se preguntó cuál sería la causa.

—Bueno, me marcho. Selena, piensa en lo que te he dicho. Te llamaré luego —dijo Shelly.

—¿De qué hablaban?

—De nada. Cosas de mujeres —contestó Selena—. ¿Qué ocurre, Justin ?

—Nada —contestó él, pero la tensión en su voz le decía lo contrario.

—Sé que ocurre algo. Dime qué es, Justin.

—Estamos en punto muerto con el caso Casanova. Y lo peor es que tenemos que esperar a que cometa otro asalto y meta la pata.

La necesidad de consolarlo era enorme, pero Justin se controló. Al día siguiente no estaría allí para ofrecerle consuelo. Por la mañana, Kent Keller iría a buscarla y la sacaría de la vida de Justin.

—Selena, tenemos que hablar —dijo él entonces.

—¿De qué? —preguntó asustada.

—De nosotros.

El corazón de Selena se paró un
momento.

Yeii estoy muy feliz que les guste la maratón, la nove ya esta proxima a acabarse gracias por el apoyo que le han dado.

Axl vic~