Justin intentaba mantener su atención en Elena Richards, que estaba hablando sobre la posibilidad de colocar una estatua en el parque.
La reunión había empezado una hora antes, pero le resultaba difícil concentrarse desde que Selena había salido del dormitorio con el vestido verde.
Estaba más guapa de lo que había imaginado. El vestido le quedaba como si lo hubieran hecho especialmente para ella, marcando su delgada cintura y la curva de sus pechos. La falda flotaba sobre sus rodillas, mostrando unas piernas perfectas.
Pero era el color lo que lo hacía precioso. Aquel verde, tan parecido al de sus ojos. Y, al verla, Justin se había dado cuenta de que sus sentimientos por ella iban mucho más allá del deber y mucho más allá del deseo.
Justin se movió, deseando que Selena no estuviera a su lado, que no llevara aquel perfume, que sus muslos no se rozaran.
Estaba enamorado de ella y se sentía ansioso, alegre… nervioso, excitado. Y detrás de todas aquellas emociones estaba la seguridad de que Selena pronto desaparecería de su vida.
La amaba, pero quería que ella lo amase de la misma forma. Selena no podía ver, no podía hacer una vida normal y quizá optara por quedarse en Mustang con él porque no sabía qué otra cosa podía hacer. Y Justin no quería eso.
Su ceguera lo torturaba solo porque la torturaba a ella. Selena se negaba a aceptarla, se negaba a creer que podía ser definitiva y, por lo tanto, se negaba a plantearse el futuro teniendo en cuenta que era una mujer ciega.
Se quedase en Mustang o no, Justin necesitaba saber que podría acostumbrarse, que eso no iba a arruinar su vida.
Cuando Millicent Creighton subió al estrado, Justin dirigió su atención hacia la reportera y escuchó a medias su propuesta de organizar un carnaval en el gimnasio del instituto.
Por fin, la reunión terminó y Justin y Selena se unieron a los demás junto a las mesas de refrescos.
—¿Quieres un poco de ponche?
—Sí, gracias —ella sonrió.
—Volveré enseguida.
Cuando Justin regresó a su lado, Millicent Creighton y Marissa Crockett se la habían robado.
—Marissa me ha dicho que no la has llamado todavía para que te haga el ramo de novia —estaba diciendo Millicent—. No puedes dejar esas cosas para el último minuto, Cecilia. El día se acerca y tienes que empezar a hacer planes.
—Quizá haya decidido encargárselo a otra florista —dijo Marissa, obviamente avergonzada por la insistencia de la reportera.
—No, no es eso —intentó sonreír Selena.
—Es culpa mía —intervino Justin—. Cecilia lleva días pidiéndome que la acompañe a la tienda, pero tengo tanto trabajo que no he podido hacerlo.
Millicent levantó las manos al cielo y el gesto provocó que el canario que llevaba en el sombrero cayera de lado.
—Por favor, no mencionemos a ese monstruo y sus horribles crímenes.
Justin asintió. Él tampoco quería hablar de Casanova.
—Intentaremos ir esta semana.
Marissa se disculpó entonces para saludar a otro vecino.
—Querida, necesitamos voluntarios para el carnaval. Sé que, como prometida del comisario, te encantaría echar una
mano.—Desde luego —asintió Selena, aunque tanto ella como Justin sabían que no estaría en Mustang en esa fecha.
—Estupendo —dijo Millicent, sacando un cuaderno del bolso—. Ahora, déjame ver dónde necesitamos gente. No
podemos ponerte a vender entradas y… no, en la caseta de tiro al blanco, tampoco.—Probablemente no sería buena idea —dijo Selena, poniéndose colorada.
—Bueno, ya se me ocurrirá algo —dijo la mujer.
—¿Estás bien? —preguntó Justin cuando Millicent desapareció.
—Un poco cansada.
—Vámonos de aquí —dijo él, tomándola del brazo.
Pero antes de que pudieran salir del edificio, Vic apareció a su lado.
—Qué guapa estás, Cecilia.
—Gracias, Vic. Seguro que tú también estás muy guapo.
—Estoy como siempre —murmuró el gordito alguacil, poniéndose colorado.
Justin sonrió. Empezaba a tener la impresión de que Vic estaba prendado de su prometida… La sonrisa desapareció de sus labios.
Selena no era su prometida. ¿Y por qué no iba a estar Vic prendado de ella? Además de guapa, era inteligente y generosa.
Cualquier hombre se sentiría orgulloso de tenerla en su vida.
Él se sentiría orgulloso de tenerla en su vida.
—Estábamos a punto de irnos —murmuró, tomando la mano de Selena.
—Ah, de acuerdo. Nos veremos mañana —dijo Vic, dirigiéndose hacia la mesa de los bocadillos.
Hicieron el camino de vuelta en silencio. Justin no sabía lo que Selena estaba pensando, pero él estaba irritado.
Estaba irritado con ella, por ser inteligente y preciosa, la clase de mujer de la que él podía enamorarse. Y estaba irritado consigo mismo por haberse enamorado de una mujer que debería haber sido para él solo una obligación.
Selena estaba en Mustang para que él la protegiera y cuando Keller llamase, volvería a Chicago.
Justin apretó el volante con firmeza. Años atrás, se había prometido a sí mismo no ser vulnerable, no abrirle su corazón a nadie.
Lo mejor sería no volver a tenerla entre sus brazos, no volver a besarla, se decía. Era el momento de empezar a distanciarse para cuando ella desapareciera de su vida.
Cuando entraron en la casa, el teléfono estaba sonando y Justin corrió a contestar.
—¿Comisario Bieber? —escuchó una voz familiar al otro lado del hilo.
—Sí —murmuró Justin, escuchando atentamente. Unos segundos después, colgaba el teléfono—. Era Kent Keller.
Selena se puso tensa.
—¿Qué ha dicho?
—Todo ha terminado. Han arrestado a los dos policías que mataron a tu familia y a los otros seis.
—Gracias a Dios —susurró ella, dejándose caer sobre el respaldo del sofá—. John y Alicia podrán descansar en paz.
—Hay más buenas noticias. No necesitan que testifiques.
—¿Por qué?
—No has recuperado la vista, así que no puedes hacer una identificación visual. Un jurado no creería tu testimonio.
Además, no te necesitan. Uno de los asesinos ha confesado. Le han ofrecido inmunidad y ha delatado a todos sus
compañeros.—Entonces, todo ha terminado.
Justin se sentía feliz por Selena, pero sabía que, después de aquella llamada, no había nada que la retuviera en Mustang.
—Kent llegará pasado mañana para llevarte a casa.
—A casa —repitió ella sin entusiasmo. Justin se preguntó qué estaría pensando. ¿Echaría de menos Mustang? ¿Lo echaría de menos a él?
En dos días, habría desaparecido de su vida. Qué ironía que hubiera sido ella precisamente quien había insuflado aliento a su corazón justo antes de romperlo en pedazos.
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El Árbol De Los Besos
FanfictionAunque él la conocía bajo el nombre de Cecilia Webster, su verdadero nombre era Selena Gomez y, hacía tan sólo algunas semanas, lo tenía todo en la vida, hasta que una tragedia le arrebató la vista. La ceguera era sólo temporal, al igual que su nuev...