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Selena y Justin empezaron a protestar a la vez, pero sus protestas no sirvieron de nada contra el abrumador entusiasmo de Millicent.

-Querida, que Marissa Crocket te haga el ramo. Es nuestra florista y hace unas cosas preciosas. Y Virginia Washington puede encargarse del banquete. No le gustan las cosas modernas, pero tiene buenos precios y la comida es abundante. Una boda en septiembre sería estupendo y...
-Un momento -la interrumpió Justin-. Nosotros... aún no hemos decidido una fecha concreta.
Selena sabía que las cosas se les estaban escapando de las manos. En el espacio de una sola tarde, se había transformado de novia en prometida. Pero mantuvo la boca cerrada, permitiendo que Justin controlase la situación y a la irreductible periodista casamentera que, curiosamente, olía a tierra mojada.
-Ahora es el momento perfecto para poner una fecha. Puedo mencionarlo en las noticias de sociedad -insistió Millicent
-. Estarías guapísima de novia. Te imagino en una tarde de otoño...
-Vale, ¿qué tal el 25 de septiembre?
-¿Te parece bien, cariño? -preguntó Justin, irritado.
-Claro -murmuró ella sorprendida.
-¡Estupendo! -exclamó Millicent-. Verás cómo te va a gustar vivir aquí. Y ahora me voy al periódico. Tengo mucho trabajo. Comisario, seguiremos hablando sobre esos horrorosos crímenes.
-Se ha ido -dijo Justin después de unos segundos de silencio.
-¿Siempre es tan... tan...?
-¿Tan autoritaria, tan irritante? Sí. No puedo creer que llevara petunias.
-¿Cómo?
-Millicent llevaba petunias en el sombrero. Los sombreros raros son su especialidad. Y el de hoy llevaba petunias de verdad.
-Eso explica por qué olía a tierra mojada -rio Selena. Pero dejó de reír al recordar cómo se había complicado el asunto-. Lo que te faltaba era complicarte la vida con una boda, ¿verdad?
-Si no le hubiera dado una fecha, no nos habría dejado en paz.
-Entonces, cuando me marche, ¿será porque tú has roto conmigo, o habré sido yo quien rompa la relación? En otras palabras, ¿quién de los dos tendrá el corazón partido?
-Tú me romperás el corazón -contestó él. Su voz sonaba más ronca de lo habitual-. Esto es una locura... planear bodas de mentira. Debería haberle dicho a Millicent que se metiera en sus cosas.
Selena permaneció en silencio, preguntándose si Justin se avergonzaba de todo aquel asunto. Debido a las circunstancias, se veía obligado a cuidar de una mujer ciega y la historia que habían tenido que inventar se había convertido en una bola de nieve. ¡A los ojos de todo el mundo, pronto sería su prometida, con la que iba a casarse en menos de siete semanas!
-Justin, cuando me marche podrás contar la verdad. No tienes que decir que te he roto el corazón -dijo ella, deseando por enésima vez poder verle los ojos para saber lo que estaba pensando.
-Ya veremos -murmuró él-. ¿Nos vamos?
-Sí.
Por alguna razón, hablar sobre el momento en el que se marcharía de Mustang la había deprimido. Era una bobada.
Toda aquella historia no era más que una invención. Ella estaba en Mustang por seguridad, sencillamente.
-¿Cansada? -preguntó Justin una vez dentro del coche.
-Un poco.
-Si no te importa, me gustaría pasar por la comisaría. Quiero llevarme unos informes a casa.
-Haz lo que tengas que hacer -murmuró ella, apoyándose en el respaldo del asiento.
No solo olía a coche nuevo, olía a la colonia de Justin. Masculina, suave...
Era una fragancia que despertaba algo en su interior, un anhelo de estar en sus brazos, de sentir el aliento de él sobre sus labios, de tocar el musculoso torso que había tocado horas antes.
Su madre la había enseñado a ser independiente, pero nunca le había dicho cómo lidiar con la soledad de no necesitar a nadie.
Como no podía abrazar a Justin, Selena bajó la ventanilla para respirar el aroma a flores y heno. El único sonido que escuchaban era el de los neumáticos sobre el asfalto de la carretera.
Los olores y el silencio le recordaban lo lejos que estaba de su casa. Su Camelot era un sitio en el que se escuchaban sirenas, cláxones, gente gritando, una cacofonía de ruidos que llenaba la ciudad de emoción y energía.
Su Camelot era un apartamento de una sola habitación decorado con sus muebles y colores favoritos; un lugar demasiado silencioso, demasiado solitario.
Demi frunció el ceño. Ella nunca había pensado en sí misma como una mujer solitaria. Pero en aquel momento, recordando cuántas veces iba a cenar con Alicia y John, se daba cuenta de que había estado muy sola.
Tenía que dejar de pensar eso. Se sentía sola porque estaba lejos de su casa y de su trabajo. En cuanto volviera a Chicago, a su vida normal, olvidaría aquellos deprimentes pensamientos.
-Puedes entrar conmigo -dijo Justin, parando el coche frente a la comisaría-. Me gustaría presentarte a mis hombres.
-Muy bien -asintió ella, acicalándose un poco el pelo-. No tendré puré de patata en el pelo o algo así, ¿verdad?
Por un momento, los dos se quedaron en silencio. Después, Justin le pasó un dedo por la nariz.
-No hay puré de patatas -susurró.
Y aquel susurro despertó un volcán dentro de ella. ¿Se daría cuenta aquel hombre de cómo la perturbaba con su presencia? Esperaba que no.
Afortunadamente, cuando Justin abrió la puerta para ayudarla a salir, el volcán parecía haberse calmado.
Su entrada en la comisaría fue recibida por varias voces que desconcertaron a Selena. Justin la tomó del brazo.
-Escuchad todos -empezó a decir, con un tono de autoridad que Selena no había escuchado hasta aquel momento
-. Quiero presentaros a Cecilia Webster. Cecilia, a tu izquierda está Rita Smith, mi secretaria favorita.
-Tu única secretaria -replicó una robusta voz femenina-. Encantada de conocerte, Cecilia.
-Y delante de ti, uno de mis alguaciles, Sam Black.
-Hola, señorita Webster -su voz no era tan profunda como la de Justin, pero tenía un agradable timbre de barítono.
-Y sentado en mi silla, comiéndose una pizza aunque está a régimen, está mi mano derecha, Vic Taylor.
-Solo me estoy comiendo un trozo y me levanto ahora mismo -Selena reconoció la voz del alguacil que había ido a casa a informar sobre el asalto a Maggie Watson.
-Encantada de conoceros -dijo Selena-. Y, por favor, llamadme Cecilia.
-Me han dicho que se oyen campanas de boda -dijo Rita-. Septiembre es un buen mes para casarse.
-Justin me había dicho que en Mustang volaban las noticias, pero esto es increíble -exclamó Selena, sorprendida-. Acabamos de decidir la fecha hace un rato.
-La oficina del periódico de Mustang está aquí al lado -la informó Justin.
-Y Millicent acaba de entrar para darnos la noticia -añadió Sam.
-Se me había olvidado deciros que Cecilia es la sobrina huérfana de Millicent -dijo Justin entonces. La noticia fue recibida con un asombrado silencio. Justin se echó a reír, una risa que hipnotizaba a Selena. Si era la mitad de atractivo que su risa, debía de ser guapísimo-. Es una broma.
Todos rieron, pero la conversación derivó hacia un tema más preocupante.
-¿Qué piensas de lo de Maggie? -preguntó Sam-. ¿Tenemos otro hombre o Casanova se nos ha vuelto loco?
-Es demasiado pronto para saberlo. Necesitamos más información -contestó Justin.
-Yo creo que es otro hombre -dijo Vic-. El periódico no debería haber dado tanta información sobre los dos primeros incidentes.
-Estoy de acuerdo -asintió Sam-. Prácticamente ha sido como darle un plano.
-Lo que sí es seguro es que tenemos mucho trabajo -intervino Justin-. Sabemos que los asaltos tienen lugar entre las doce y las cuatro de la madrugada. Desde esta noche, quiero un coche patrulla cerca del árbol de los besos.
-Bill y yo podemos hacer turnos -se ofreció Sam.
-Mañana, os quiero aquí a las siete y media. Discutiremos el plan entonces. Rita, intenta encontrar a Shelly y dile que vaya a mi casa a las siete -dijo Justin, antes de volverse hacia Selena-. Ya podemos irnos.
-Ha sido un placer conoceros -sonrió ella, despidiéndose del equipo.
Unos minutos más tarde estaban de vuelta en el coche. Selena sentía el cansancio de todo el día sobre los hombros e imaginaba que Justin estaría agotado con tanta presión. Aquel era su pueblo, su gente y se sentía responsable de todo lo que ocurría.
-Tengo que tomar nueva declaración a las dos primeras víctimas para ver si encuentro un nexo de unión entre los asaltos -suspiró él, frustrado.
-Si tus hombres patrullan cerca del árbol, no creo que ese violador se atreva a cometer otra atrocidad.
-Mi mayor miedo es que eso obligará al violador a buscar otro sitio.
-¿Crees que se trata de un solo hombre o de dos? -preguntó Selena.
-Lo único que sé es que me va a salir una úlcera si esto no termina -suspiró él.
Selena tuvo que hacer un esfuerzo para no pasarle los brazos alrededor del cuello y ofrecerle consuelo. No podía ayudarlo a leer informes, no podía ayudarlo viendo fotografías. Justin estaba protegiéndola y ella no podía hacer nada por él.
-Estamos en casa -dijo él entonces, apagando el motor. Pero no se movió-. A partir de mañana habrá alguien cuidando de ti mientras yo estoy trabajando.
-No puedes hacer eso, Justin.
-Claro que puedo.
-Pero no es necesario -protestó ella-. Necesitas a todos tus hombres para resolver este caso y yo no quiero ser una carga.
-Eres ciega, Cecilia -dijo él. Aquellas palabras fueron como un mazazo-. Necesito poner toda mi atención en este caso, así que no me lo pongas difícil. Lo que no necesito es tener que estar preocupado por ti. A partir de mañana, habrá un alguacil contigo cuando yo no esté en casa. Y no hay más que hablar.Justin salió del coche y cerró de un portazo. Selena abrió su puerta y esperó a que él la llevara del brazo hasta la casa, deseando con todo su corazón poder hacerlo sola.
Pero Justin había dejado muy claras sus limitaciones. Y, con sus furiosas palabras, también había dejado claro que ella no era más que una obligación para él. Y debía recordarlo.
-Vamos, Justin, tenemos que irnos a casa -decía Ryan, preocupado-. Se está haciendo tarde y parece que va a nevar.
-Nos iremos dentro de un rato -replicaba Justin, gritando para hacerse oír por encima de la música. Era la mejor fiesta del año.
De repente, la escena cambiaba. La fiesta había desaparecido, la música había dejado de sonar y Justin y Ryan estaban en el coche del padre de Justin. Ryan tenía razón. Deberían haber salido antes. Gruesos copos de nieve golpeaban el parabrisas mientras conducían por la solitaria carretera.
Justin sabía que estaba soñando y luchaba por salir de aquella pesadilla, rezando para despertar antes del horrible final. Y, en su sueño, veía el hielo en el asfalto, el árbol a distancia... un árbol retorcido que se acercaba más... más...

5/5

~axl victoria

El Árbol De Los BesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora