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Nick y Justin acababan de sentarse en la cocina cuando la puerta volvió a abrirse y una atractiva rubia apareció con dos niñas gemelas, de unos cinco años.

—¡Papá! ¡Papá! —exclamaron las dos niñas, lanzándose sobre su padre.

—Pero si son mis enanitas —rio él, mientras sus hijas intentaban subírsele al regazo.

—Deja que te ayude —dijo Justin levantándose para ayudar a la mujer, que iba cargada con bolsas.

—Gracias.

—Cariño, el hombre que te está ayudando es Justin Bieber. Justin, la mujer guapísima a la que estás ayudando es mi esposa, Miley.

—Hola, Miley —sonrió Justin, alegrándose de que ella sonriera también.

Justin se preguntaba qué sabría sobre él. ¿Sabría que era él quien conducía la noche del accidente que lo había dejado ciego?

—Y estas son Pigsie y Dixie.

—No nos llamamos así, tonto —rio una de las niñas—. Yo soy Mindy.

—Y yo Mandy —dijo su gemela.

—Encantado de conoceros.

Podía sentir el amor en aquella habitación, el amor que irradiaba aquella pareja y el amor de sus hijas.

—Justin, ¿por qué no salimos al patio a charlar mientras mi mujer coloca las cosas en la nevera?

—Claro.

Justin siguió a Nick a través de un pasillo hasta un patio rodeado de plantas.

Los sillones tenían almohadones de colores y todo poseía un aspecto muy hogareño.

Los dos hombres se sentaron, pero a Justin le costaba trabajo iniciar la conversación.

—Tienes buen aspecto, Nick —dijo por fin—. Pensé que tu padre o tu madre abrirían la puerta.

—Se han jubilado y viven en Florida —explicó Nick.

—Pareces… feliz.

Nick sonrió, un gesto que a Justin le recordaba mucho sus años de adolescente.

—Soy feliz. Hay días que creo ser el hombre más feliz del mundo.

—Me alegro… —empezó a decir Justin, pero un montón de emociones se agolpaban en su garganta—. Tenía que saber… —siguió, intentando aclararse la garganta, pero le resultaba imposible.

Tantos años sintiéndose como un traidor empezaron a difuminarse cuando tomó la mano de su amigo. Aquel hombre había aparecido en sus pesadillas durante tanto tiempo…

Durante unos instantes, Justin no pudo hablar.

—He pensado mucho en ti, Nick. Siento muchísimo lo que pasó —consiguió decir por fin.

—¿Qué es lo que sientes? Fue un accidente, Justin. Un accidente terrible.

—Pero deberíamos habernos marchado de la fiesta cuando me dijiste que empezaba a nevar —protestó Justin—. Fue culpa mía. La carretera estaba helada y el accidente fue culpa mía.

—Estás loco. ¿Has llevado ese peso durante todos estos años? —preguntó—. Yo podría decir lo mismo. Podría decir que fue culpa mía haber salido despedido. Tres veces me dijiste que me pusiera el cinturón y no te hice caso.

Justin miró a Nick, sorprendido. Había olvidado aquello. Había olvidado que le dijo a su amigo que se abrochara el cinturón y Nick se negó, diciéndole que él no era su madre.

El Árbol De Los BesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora