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Justin se sentó de golpe sobre la cama, cubierto de sudor. Pero dejó escapar un suspiro de alivio cuando se dio cuenta de que no estaba en el coche, a punto de tener un accidente, sino en su cama.
Sabía por experiencia que no podría volver a dormirse después de la pesadilla, de modo que se puso unos vaqueros y salió de la habitación con él los informes que había sacado de la comisaría.
Cuando pasaba delante de la habitación de Cecilia, sintió una punzada de culpabilidad. Había herido los sentimientos de su huésped aquella noche, pagando con ella su frustración. Pero, aun así, no pensaba dejarla sola en casa, especialmente después de la violación de Maggie. Le había dicho la verdad; no podía dejarla sola y estar preocupado por ella mientras intentaba resolver aquel asunto.
Justin encendió la luz de la cocina, sacó un refresco de la nevera y se sentó para echarle un vistazo a los informes.
Después de tomar el primer trago, esperó que su corazón recuperase el ritmo normal.
No había tenido aquella pesadilla en mucho tiempo. Creía haber dejado atrás el pasado, pero la ceguera de Cecilia le había hecho recordar de nuevo el dolor y... la culpa.
Pero no tenía por qué sentirse culpable, se decía. Había sido un accidente, un trágico accidente.
«Saliste corriendo. Abandonaste a Ryan al descubrir que había quedado ciego de por vida. Fuiste un cobarde», le decía una vocecita.
-No -murmuró para sí mismo. El no había salido corriendo. Se había marchado para hacerle las cosas más fáciles a Ryan, temiendo que su presencia le recordara continuamente la tragedia a su amigo. Había hecho lo que tenía que hacer.
Justin se pasó la mano por el pelo, abrió la primera carpeta y se concentró en la información que contenía.
No sabía cuánto tiempo llevaba así cuando un ruido hizo que levantara la cabeza. Cecilia estaba en la puerta.
-¿Justin?
-Estoy aquí -dijo él.
Estaba tan guapa como por la mañana. Con un camisón de color azul y el cabello despeinado parecía tan vulnerable, tan deseable...
-¿No podías dormir? -preguntó Selena, sentándose frente a él.
-Tengo demasiadas cosas en la cabeza -contestó, mirando los informes.
-¿Qué hora es?
-Casi la una. ¿Qué haces despierta?
Ella se encogió de hombros, un movimiento que permitió a Justin ver parte de su escote desnudo.
El deseo lo golpeó como un rayo. Su corazón latía con la fuerza de una tormenta que él intentaba aplacar.
-¿Qué haces?
-Estoy leyendo unos informes, intentando encontrar una pista sobre la identidad de Casanova.
-¿Has encontrado algo?
-No. Estoy demasiado cansado -contestó él-. Siento haber sido brusco antes... en el coche.
-Por favor, no te disculpes. Tienes que resolver un crimen y yo no quiero ser un estorbo. Si trabajas mejor poniendo a un alguacil en la puerta, me parece muy bien.
-Gracias por entenderlo -murmuró Justin, estudiándola-. ¿Cómo es... ser ciego?
No sabía que iba a hacer aquella pregunta, pero al formularla Justin se dio cuenta de que necesitaba saber.
-No sé si puedo explicarlo. Tiene que experimentarse -contestó ella-. Apaga la luz.
Justin dudó un momento, lamentando haber hecho esa pregunta; una pregunta provocada por su pesadilla y el recuerdo del hombre que una vez había sido su amigo.
-¿Qué ocurre, comisario? ¿Le da miedo la oscuridad?
-Claro que no -contestó él, levantándose para apagar el interruptor.
-Dime lo que ves.
-Veo sombras... el brillo de la luna a través de la ventana...
-Entonces, aún no eres ciego.
Justin la vio levantarse de la silla y su corazón se aceleró. Le costaba trabajo respirar teniéndola tan cerca.
Cecilia se paró a unos centímetros de él y tomó su mano.
-Ven conmigo.
-¿Dónde? -preguntó él sorprendido.
Cuando ella abrió la puerta de su habitación y señaló el armario, se dio cuenta de lo que pensaba hacer.
-Bienvenido a mi mundo.
Dentro del armario, la oscuridad era completa. No había sombras, nada que rompiera la negrura que los rodeaba.
-Vamos a sentarnos -dijo ella.
Justin se sentó con la espalda contra la pared y las rodillas levantadas. El roce del cuerpo femenino apretado contra el suyo y su dulce fragancia lo envolvían.
Aquello no era tan malo, pensó. La oscuridad no era tan amenazadora como había pensado. De hecho, había cierta paz en ella.
Cecilia cambió de posición para que no hubiera contacto físico entre ellos y, en un instante, la oscuridad lo desorientó por completo. El sentimiento de paz desapareció. Justin pensó que iba a ser tragado por aquella negrura y sintió pánico, un pánico que nunca antes había experimentado. Cuando estaba a punto de abrir la puerta para buscar alguna luz, ella tomó su mano y la ansiedad disminuyó.
-No sé cuál es la experiencia de los demás, solo conozco la mía -empezó a decir-. Al principio me daba miedo. Y, a veces, sigo teniéndolo.
-Yo estaba bien, pero cuando te apartaste me sentí perdido.
-Eso es -murmuró Selena, apretando su mano-. Pero no es tan malo.
-¿Qué tiene de bueno? -preguntó él, incapaz de imaginar qué podía haber de positivo en ser ciego.
-Hay una cierta paz en la oscuridad. Sin la distracción de lo visual, tienes más oportunidades de pensar, de reflexionar. Es más fácil concentrarse en el resto de los sentidos.
Justin sabía de qué estaba hablando. Sin visión, él sentía profundamente la presencia de Cecilia a su lado y el olor de esta lo embrujaba.
Sin ver, su mente era libre de crear imágenes y la imagen que veía en aquel momento era ella, con el cabello despeinado, los ojos verdes invitadores y la suave tela del camisón que cubría sus curvas.
La oscuridad que compartían en el armario creaba una extraña intimidad entre ellos y, por un instante, Justin hubiera querido hablarle de Ryan y del dolor que seguía despertándolo por las noches.
Pero contuvo el impulso y se levantó de un salto.
-Es tarde. Deberíamos estar en la cama.
Aquella simple frase, de repente, cobró doble sentido y él mismo se puso colorado.
Justin abrió la puerta del armario, pero Cecilia estaba demasiado cerca. Y antes de que tuviera tiempo de pensar, antes de que pudiera detener aquel loco impulso, la tomó en sus brazos y posó sus labios sobre los de ella.

Hola, perdonen la demora aqui les traigo otro capitulo.

Gracias por leee

El Árbol De Los BesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora