XI

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Descendimos.

El piso estaba blando, nunca había estado en un lugar tan callado, silencioso.

Nadie decía nada, y yo no decía nada para no romper la atmósfera de paz y tranquilidad, algo que no había tenido en mucho tiempo, sentía que habían pasado años.

-Traten de no llamar la atención- dijo Carlos.

-Estoy seguro de que ya saben que estamos aquí- dijo Edwin.

-Si, pero más vale que estemos atentos a cualquier cosa, no estos seguro de cómo van a ser las pruebas chicos, pero es hora de que nos apuremos, mientras más nos tardemos, más ventaja tienen ellos, así que... no estoy muy seguro de esto, pero aún así así sería más rápido- hizo una pequeña pausa- hay que separarnos.

-¡¿Estás loco?!- Casi grito pero bajé el tono.- Somos mejores juntos. Mientras más, mejor.

-En este caso no Em- dijo Adam- Carlos y yo hicimos... algo, no se como explicarte, pero hemos descubierto que las pruebas son individuales, en algún momento nos vamos a separar. Todos. Cada quien va a enfrentar su prueba y quien la logre pasar, busque la daga. Si se cansan, descansen, pero atentos.

Todos asentimos, pero yo lo hice a regañadientes.

-Vale chicos, caminen hacia la casa, en algún momento empezará su prueba, estén atentos. Nos vemos al otro lado- Carlos estaba demasiado nervioso, pero lo trataba de ocultar. Me daban muchas ganas de abrazarlo, pero me resistí.

Lo único que salió de mi boca fue:

-Nos vemos allá.


Todos empezamos a caminar hacia la pequeña cabaña, casita, o lo que fuera y mientras más me acercaba, más grande se hacía el nudo en mi estómago, pero estaba segura. Tenía que lograrlo: No me iba a permitir fallar otra vez.

Faltaban unos 10 metros para llegar cuando alguien me tomó la mano, volteé y era Adam.

-Va a salir bien- dijo

-Adam... ha probabilidades de que...

-Vamos a tener éxito. Lucha por tu vida. No te des por vencida.

No iba a llorar. No en ese momento. Le apreté más fuerte la mano.

-Lo lograremos.

-Lo haremos, y recuerda, no dejes que la culpa te pare. Sigue adelante. No dejes que se aprovechen de ti.

-Lo haré Adam, pero tu también hazlo, no seas de esos que da consejos pero no los sigue el mismo.

-Por supuesto que no- dijo con una sonrisita- tengo una novia con quien celebrar.

Sonreí. Nos dimos un beso breve, pero con mucha carga. Teníamos miedo, pero lo lograríamos, por el Bando de Luz, por nuestros amigos, por nosotros.


Nos separamos al cabo de dos metros. Adam se fue a la derecha y yo seguí derecho. No faltaba mucho, pero a los seis pasos sentí algo, como si cruzara un manto. En otros momento me habría sorprendido, pero en ese momento estaba atenta, preparada para lo que sea.

Seguí caminando. Y a los pocos segundos, a unos cuantos metros de mi había una puerta. No era como las normales, con manija, más bien era toda lisa y era oscura, que irónico. 

Sabía que tenía que empujarla y entrar, pero me daba intriga. Traté de rodear la puerta, pero en cuanto di un paso choqué con algo invisible. Traté de volver pero también había algo que me impedía el paso. Ni modo.

Con cuidado empujé la puerta hacia adentro. No estaba completamente oscuro, pero estaba como un gris pálido, como cuando juntas muchas plastilinas de muchos colores y en lugar de que tener una masa multicolor, te salga una masa gris.

Me puse nerviosa, pero ya no había vuelta atrás. 

Entré. Se cerró la puerta. Hubo un silencio tan profundo, pero TAN profundo, que podía oír mi corazón latir, casi podía escuchar mi sangre correr. 

Al principio no pasó nada, me sentía flotar, veía mi cabello levantarse, tenía una pluma en el bolsillo y ésta se elevaba hacia arriba. ¿De dónde salió esa pluma y cuando la metí a mi bolsillo? Todo estaba confuso, sentía como que estaba en el espacio, aunque nunca había ido, pero me imaginaba que así se debía sentir.

Justo cuando pensé que nada iba a pasar, que quedaría atrapada ahí, sentí que poco a poco la falta de gravedad se iba, pues mi cabello iba bajando, poco a poco sentía mi peso, pero, en un abrir y cerrar de ojos, la gravedad apareció, y empecé a caer, se me salió un grito, pero sabía que era inútil gritar, no ayudaba.

Tenía dos opciones. Sacar mis alas y volar o dejarme caer. 

La idea de relajarme mientras caía me desesperaba, así que saqué mis alabas y las empecé a batir. Me costaba mucho trabajo, pues caer a tal velocidad hacía que me resultara mucho más difícil subir, pero después de poner todas mis fuerzas, en mis alas, me rendí, era imposible subir.

Guardé mis alas, e hice lo único que en esos momentos pude hacer. No valía la pena gastar fuerzas en algo que no se podía. Así que cerré los ojos.

Y seguí cayendo.




NOTA DE AUTORA:

Quiero agradecerles a todos por llegar hasta aquí. Se que los capítulos pueden llagar a ser aburridos, o que me tarde en actualizar, pero hago lo mejor que puedo por ustedes. 

No se pierdan los últimos capítulos de "La Elegida" y recuerden que pienso seguir con la saga.

Gracias a JesiCM por apurarme con mis capítulos y que sea tan impaciente. Y gracias por decirme que siga con mis historias, sin ti no lo hacía Jesi :3 

Gracias.

Sofi :3




La elegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora