Capítulo XX

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-Como sabes -comencé a explicarle a Joana- Ahora vas a vivir conmigo y con mami, en una casa nueva y hay que hacerte un nuevo cuarto. Y como tú ya eres una niña grande ahora vamos a elegirlo ¿Te parece?
-¡Síii! -dijo ella emocionada.
Silvia la miraba y reía. Era una madre espléndida y una mujer maravillosa. No había visto nunca sonrisa más sincera.

Habíamos encontrado un juego de habitación que le encantó pero hasta mañana no lo podría tener en casa. Llegamos, eran las siete de la tarde y le dije:
-Hagamos una cosa.
La niña puso sus cinco sentidos en mí atenta a cada una de mis palabras.
-Tú y mami dormiréis hoy juntas en la cama y yo dormiré aquí -dije señalando el sofá.
-Ana -me dijo Silvia- en la cama hay sitio para las tres.
-Gracias pero, de verdad, dormir vosotras allí. Estaréis más cómodas. Yo ya he dormido demasiadas noches aquí. Una más aguanta.
Nos sonreímos y miramos a la niña. Jugaba en el suelo.
Yo estaba de pie al lado de Silvia, que estaba sentada en el sofá, le agarré su mano y cruzamos las miradas.
Ella era feliz.
Yo era feliz.
Joana era feliz.
La soledad ya no existía para mí.

-¡Listo! -dije cuando le terminé de preparar la cama.
-¡Venga! -escuche decir a Silvia desde baño- cepíllate bien esos dientes y vamos a la cama.
Sonreí. Era todo tan bonito. Tan cálido.
Aparecieron en el cuarto.
-¡Venga a la cama! -dije mientras aupaba a Joana y la tiraba en la cama provocándole risas.
Ambas estaban ya en la cama y yo estaba sentada en el lado de Silvia, hablando.
-Tu hija es como tú. Maravillosa.
-Tu eres maravillosa con ella.
Le sonreí y cogí su mano.
-Buenas noches, cariño -le dije.
-Descansa, nena.
Me dio un beso, corto. La niña ni se inmuto. Nos miraba sonrientes.
-Te quiero -me dijo Silvia.
Le sonreí y estiré mi cuerpo por encima de Silvia para besar a Joana que abrazaba a un peluche de Chip, la taza de la película 'La Bella y la Bestia'
-Buenas noches... Tacita -dije refiriéndome al muñeco al que se aferraba con tanto ímpetu.
De sus labios salio una sonrisa y me respondió:
-Buenas noches, Ana.
Me levanté de la cama y apague la luz, cuando iba a salir por la puerta la pequeña me dijo:
-¡Ana!
-Dime -dije girándome.
-Te quiero.
Sin darmd cuenta unas lágrimas brotaron de mis ojos.
-Yo también te quiero, Tacita.

Estaba en el salón, a punto de quedarme dormida cuando sentí que alguien besaba mi cuello e iba desabrochando mi camisa del pijama. Abrí los ojos y vi a Silvia.
-Silvia... -dije entre suspiros- la niña.
-Esta dormida y hoy ha dado muchas vueltas, hasta mañana no volverá a dar guerra y te necesito Ana, te necesito.
Termino de desabrochar mi camisa y la deslizó hacia los lados, dejando mis pechos al descubierto. Se centro en ellos durante un rato. Los beso, lamió y mordió. Continuó bajando por mi barriga, depositando suaves besos a cada centímetro nuevo de piel. Se detuvo un momento e introdujo sus manos por dentro de mis pantalones bajándolos de un tirón. Continuó con sus besos hasta llegar a él destino final pero, para mi sorpresa, no continuó. Pasó a besar él interior de mis muslos provocándome espasmos insufribles.
-Silvia... por lo que más quiera -dije jadeando.
-Por vosotras -dijo refiriéndose a Joana y a mí.
Acto seguido deposito su festival de besos en la zona deseada.

La soledad (sin ti) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora