Silvia paró su tarea y resopló al escuchar la insistencia del móvil.
-Cógelo -le dije.
Se levantó de la cama arrastrando la sábana con ella, yo contemplé la vista que me proporcionaba verla de espalda buscando en su bolso.
-¿Si? -contestó- An... Andreu...
Mierda, él no por favor, él no.
-... Sí, lo sé. Es que me quede con Ana porque estaba algo contenta y no quería volver así a casa.
Exacto, era eso. No quería volver s su casa pero ahora no le quedaba otra ¿Por qué me engañaba a mí misma? Ella jamás podría tener una relación conmigo. Una de verdad. No podríamos besarnos en cualquier lugar, ni agarrar su mano, ni decirle que la amo en mitad de una gala... Jamás tendría eso con ella. Pero eso no era lo malo, el problema no era que no lo tuviese con ella, el problema era que si no lo tenía con ella no lo quería con nadie.
-Ya, ya lo sé.
Seguía hablando con Andreu cuando me miro y me sonrió.
-Lo sé. Pero es que tenía planeado pasar una semana de chicas con Ana.
Me quede a cuadros. ¿Una semana? ¿Tenía esto preparado?
-Sí. En Madrid.
Esas dos últimas palabras me volvieron a dejar traspuesta entonces colgó el teléfono y se acerco a mí como el animal que se acerca a su presa.
-Yo que tú me iba vistiendo, aunque me encantaría verte así. Siempre.
-¿Quién eres y qué has hecho con Silvia?
-Soy yo, Silvia, pero soy una mujer enamorada.
¿Dijo mujer enamorada? Madre mía a mi cerebro le cuesta asimilar todo esto. Una semana. Con ella. Madrid.
-¡¿Te vas a vestir o te tengo que vestir yo?!
Sonreí con una sonrisa de oreja a oreja.
-No. Yo me visto. Tú desvisteme.
-Mmm... ¿Cuándo?
-Cuando quieras -dije acercando mis labios a los suyos- y donde quieras -la bese.
Eran las doce del mediodía y teniendo en cuenta de que no había desayunado tenía un hambre infernal. Nuestro tren salía a la una y llegaríamos a Madrid a las tres para almorzar.
-Bonita, tengo mucha hambre.
Me miro con una cara muy dulce y acarició mi brazo.
-Vamos a comer algo.
Entramos en una cafetería y yo me encargué de sentarme en una mesa que estaba escondida en una esquina del local. Silvia pedía en la barra. Yo la observa. Su pelo, sus hombros, su espalda, sus piernas. Esas piernas que me rodearon esta noche y que quiero que lo hagan siempre. Se gira y con un gesto me señala si quiero algún dulce. Afirmo sonriendo.
-Aquí tienes, preciosa.
-Gracias.
Se sienta a mi lado, en el pequeño sofá que yo ocupaba. Se acerca a mi oído, muy cerca.
-Te amo -susurra.
Me da un beso en la mejilla y baja por el cuello.
-Si...Silvia -digo entre gemidos- ... Nos pueden ver.
-No, no nos van a ver.
Me besa y muerde mi labio inferior tirando un poco de él. Me vuelve loca ¿ya lo he dicho?
Para por un momento y me mira a los ojos de forma muy pícara. Sonríe. ¿Qué trama? Decido dar un bocado a mi dulce cuando de pronto siento una mano que se cuela por mi camiseta y se aferra a unos de mis pechos.
-¡Ah! -sale un gemido de mi boca.
-Que ganas de llegar a Madrid -me dice ella.Han sido las dos horas de tren más largas de mi vida. Estoy, literalmente, como una moto.
Subimos al taxi y le doy al taxista, directamente, la dirección de mi apartamento.
-¿No comemos? -me pregunta.
Como si no supiera que es lo que quiero y lo que ella quiere.
Pago al taxista, abro el portal y llamo al ascensor. En cuanto se cierran las puertas deja caer sus maletas y me empuja contra una de las paredes del cubículo y comienza a besarme de la manera más salvaje y bonita del mundo. El ascensor se detiene y me quita las llaves de la mano.
-¿La habitación? ¿Dónde está?
-Entrando a la izquierda. Segunda puerta.
Abre la puerta y lanza sus maletas dentro y las llaves.
-¡Ven aquí!
Me coge en volandas y me asusto ya que no me lo esperaba.
-¡Silvia! -digo entre risas.
Llegamos a mi habitación y me deja sobre la cama.
Me mira.
-¿Qué? -pregunto algo asustada.
-Eres preciosa, en todos los sentidos.
Me besa y comienza a bajar. Introduce sus manos, están frías, por debajo de mi camiseta y se deshace de ella. Se vuelve a recrear en mis pechos, la parte que dejó a medias la otra vez. Los masajea y besa. Pasa sus manos por detrás hacia mi espalda buscando el cierre del sujetador y da con él. Lo desabrochaba despacio, muy despacio. Hacia que me estremeciera. Se deshizo de él por completo y suspiró.
-Ana...
-¿Qué? -le dije muy suavemente.
-Quiero tenerte así, todos los días de mi vida.
-Yo quiero estar así para ti. Siempre.
Recorre con sus manos hasta llegar a mi cinturón y lo desabrocha.
-Cariño -le digo- si no estas preparada...
-Mi amor, jamás he querido algo tanto.
Tira de mis pantalones y quita mi última prenda.
Me aferro con fuerza a las sábanas y arqueo mi espalda. Mis gemidos resuenan sin parar por toda la habitación.Estamos acostadas en la cama, mirándonos cara a cara mientras jugamos con nuestros dedos.
-Quiero salir esta noche -le dije yo.
-Esto de ser famosa, a veces, es un asco.
-Podemos irnos a algún sitio con mucha gente.
-Podríamos -me sonríe y me besa.
La tomo de la mano.
-Vamos.
-¿A dónde?
-A la ducha
Nos levantamos de la cama y desnudas, con Silvia abrazada a mi espalda entramos al baño y nos metemos en la ducha.
Volvemos a disfrutarnos una de la otra.
Salimos de la ducha y yo agarro dos toallas. Una de ellas la pongo alrededor de mi cuerpo y la otra la paso por detrás de Silvia, de mi amor y la acercó a mí. Comienzo a secarla mientras la voy besando. Una vez termino con el cuerpo comienzo a secar su pelo delicadamente mientras observo cada rasgo de su cara. Termino y la envuelvo en la toalla para seguidamente abrazarla.Está de espaldas, ya vestida, mirando su móvil. Me acerco a ella por detrás con sigilo y le doy una palmada en el culo al mismo tiempo que deposito besos en su cuello. Noto como todo su cuerpo comienza a flaquear y el teléfono cae al suelo.
De pronto, suena el timbre de la puerta.
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La soledad (sin ti) [TERMINADA]
FanficLa realidad es que puedes tener miles de cosas, personas y una vida genial pero si te falta alguien, si te falta esa persona, la vida no es igual.