Capitulo XXV -FINAL-

625 55 21
                                    

Abrí mis ojos lentamente por culpa de un ruido que provenía de lejos. Afine mi sentido del oído, aún medio dormida, y escuché la ducha. Sonreí cuando respiré su olor en mis sábanas y me limite a abrazarme a su almohada y volví a cerrar los ojos.
No sé cuanto tiempo más había dormido pero lo siguiente que sentí fueron unas cosquillas en la nariz. Abrí lentamente mis ojos y vi a Silvia ya 'vestida', llevaba una de mis camisetas largas y unos leggins negros que supuse que también me había cogido.
-Buenos días, reina.
Remolonee un poco y la miré. Tenía un pequeño trozo de sábana agarrado que imaginé que era con lo que me hacía cosquillas.
-Buenas -dije con una sonrisa.
Se acercó a mi y me dio un beso. Echaba tanto de menos sus besos.
-¿Te piensas levantar hoy? -dijo divertida.
-¿Qué hora es?
-Nueve y media.
Me incorporé y frote mis ojos para después quedarme mirándola fijamente con cara de cansada.
-Tendrías que ver tu cara ahora mismo -soltó una sonricita.
-No te rías.
-Eres tan bonita.
Me volvió a besar y yo agarre su cara con mis manos no queriendo separarme de ella.
-Me voy a duchar -dije entre beso y beso.

Cuando salí del baño escuché a Silvia hablando por teléfono.
-¡Andreu! ¡Eres el padre! ¡No me la puedes dejar cada vez que tengas que ir a algún lado!... Además, no estoy en Barcelona... ¡A ti no te tengo porque decir donde estoy! ¡Búscate la vida Andreu, es tu hija y quiere pasar tiempo contigo!
Vi como tiraba el el móvil y se apoyaba, de espaldas a la puerta, en la encimera de la cocina. Entre en silencio por detrás y la abracé. Ella se sobresaltó pero enseguida agarró mis manos y dejo caer su cabeza hacia atrás.
-No puedo más Ana.
-Cuéntame.
Giró quedando frente a frente.
-Es Andreu. No hace más que eludir sus responsabilidades de padre y estoy harta. Es también su hija y lo quiere. Y por ende quiere pasar tiempo con él.
-Habla con los jueces -dije yo.
-No se la quiero quitar...
-Pero tendrá que hacerse cargo y si no es por las buenas... Pero es tu hija y al fin y al cabo está en tus manos.
Me sonrió y yo le devolví la sonrisa.

La noche caía sobre Madrid y yo estaba delante del espejo del dormitorio pintándome los labios mientras Silvia terminaba de arreglarse en el baño.
Salió y llevaba puesto en despampanante vestido rojo, ceñido a la cintura y después abría una falda.
-Madre...mía. Como estás.
-Bien, ¿no?
-No, cariño -dije acercándome- no era una pregunta -la agarré de la cintura y la pegué a mi cuerpo- era una afirmación.
La bese y nos fuimos. Llegamos a una sala donde tocaban varios artistas ameteur pero muy buenos. Nos pedimos dos copas y nos sentamos en una mesa.
-Es muy bueno, ¿no crees? -me dijo acercándose a mi.
Mi cabeza iba a explotar, pues estaba dispuesta a decirle lo que quería haber dicho hacía un mes. Antes de la discusión.
-Silvia...
-Dime.
Miraba al chico que cantaba pero aún así yo ya no podía esperar más y hablé.
-Casémonos.
Me miro, esta vez sí, con los ojos como platos.
-¿Qué...qué has dicho?
-Cásate conmigo, en secreto. Después vayámonos a... Honolulú o a donde nos de el dinero y al volver...
Ella seguía en shock y ahora venía lo más fuerte.
-Al volver... tengamos un hijo. Las dos. Tú y yo. Juntas. Un hermano o hermana para Joana.
Sonreía nerviosa. Jamás me había temblado tanto todo el cuerpo. ¿Por qué no hablaba? ¿Qué diría? ¿Me dejaría?
Antes de poder terminar de hacerme las preguntas noté como sus labios y los míos se fundían en uno. El beso cada vez se tornaba más salvaje y más salvaje. Entonces escuchamos una voz:
-Chicas, ¡váyanse a un hotel!
Era una camarera que nos miraba y sonreía. Nos separamos y juntamos frente con frente.
-¿Eso es un sí? -pregunté.
-Es un por supuesto.

-------------------------------------------------------------

-Y eso es todo -dije yo.
-¿Pero y Honolulú? -se quejó Cristina.
-¿Y esa boda secreta? ¿Cómo fue? -preguntó Frank.
-Faltan muchos detalles -sentenció Quique.
-Ajá -afirmaron todos los demás.
Silvia y yo reímos y nos miramos. Que bonitos eran todos.
-Bueno, chicos -dije- eso en otra cena. Ahora -dije alzando la copa- ¡por nosotros!
-¡Y por el amor! -añadió Cristina.
-¡Y por el amor! -repetimos todos.
Brindamos. De pronto una llamada me hizo ponerme en alerta.
-¡MAMÁAAAA! -era la voz de Joana.
-¿Qué pasó? -pregunte yo.
-Que no me deja en paz.
Me levanté de la mesa y caminé hacia donde estaba la pequeña.
-Beatriz, ¿qué te he dicho de molestar a tu hermana?
-Perdón mami.
-Pídele perdón -dijo Silvia desde la mesa.
La pequeña con su cabeza gacha se acerco hasta su hermana para disculparse.
-Perdona.
-Te perdono.
A la pequeña se le iluminó la carita y Joana nos preguntó a Silvia y a mí:
-Mamis, ¿yo con tres años era así?
Silvia y yo nos miramos y reímos.
-¿Hace cinco años? Hace cinco años tú eras mucho más espabilada -dijo Silvia.

Me desperté sobresaltada a mitad de la noche a causa de un sueño y fui a beber un vaso de agua. Pase por la habitación y allí estaban, mis dos niñas, durmiendo.
Volví a la cama y analicé el sueño: Era una persona, o tenía forma de una, tenía una capa negra con capucha que la cubría por completo. Estaba pegada a mí pero poco a poco se iba alejando hasta que desapareció y desperté. Ahora lo pude entender; esa persona no era otra que la soledad.
Miré a mi derecha y vi a Silvia durmiendo. Después recordé a Joana y Beatriz en sus camitas... Y lo entendí. La soledad me había abandonado.
Para siempre.

La soledad (sin ti) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora