Capítulo cuatro: revelación

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̶ ¿No piensas saludar a tu hermano? ̶ preguntó abriendo sus brazos para recibir mi cuerpo. Lo miré boquiabierta.

̶ ¡Christopher! ̶ grité de emoción abrazándolo, sin poder detener el llanto que se avecinaba sin duda alguna.

Mi respiración se aceleró al igual que mi corazón, mis ojos se llenaron de lágrimas las cuales se resbalaban por mis mejillas, mi respiración se complicó, en conclusión era todo un caos en esos momentos, no sabia como actuar, no quería soltarlo.

—¿Qu-Qué haces aquí?—dije sin saber que más preguntar, él se percató de las lágrimas que había derramado ya que algunas de ellas se habían quedado en su delgado suéter  y su rostro se entristeció.

—Tuve que regresar—Me miró en forma de reproche—, llamaron para decirme que te has metido en muchos problemas—desvié la mirada avergonzada—¿Por qué? Tuvieron que meterte a una clínica de rehabilitación para las drogas, eras adicta a ellas... Megan ¿Por qué lo hiciste? Sabes que siempre me tuviste y tendrás, pudiste verme hablado acerca de eso, pero no...

Estaba muda, tenía algo que me impedía hablar y defenderme, llegó el momento en que me sentí débil, que con tan solo tocarme (no importaba si fuera la mano más delicada de todas) me rompería y no podría volver a levantarme jamás.

No me sentía protegida, era todo lo contrario a eso.

Al escuchar a mi propio hermano decir aquellas palabras, me derrumbé. Las lágrimas brotaron sin intenciones de detenerse por nada de lo que sucedería, caí en la cama cubriéndome el rostro con las manos, intentado ocultar que estaba débil, que siempre lo había estado aunque no lo pareciera.

El día que que Christopher avisó que se iba, me alejé de él y de toda la familia, aislándome de cualquier persona que quisiera saber mis sentimientos, convirtiéndome (oh tratando) en una piedra. Sentía que nadie me quería, nadie tenía que saber que era lo que pasaba por mi mente, no existía alguna persona que se lo mereciera. Mis padres solo estaban en sus asuntos, la persona en la cual siempre tuve su apoyo se fue a estudiar a Estados Unidos. La única manera que encontré para captar su atención fue empezar en las drogas, revelarme ante todo. Pero nada funcionó.

—No tienes nada de derecho en venir aquí a reclamarme—Le espeté molesta volviendo a la realidad.

—Claro que tengo derecho—habló confundido y molesto por como le hablé—¡Soy tu hermano!

—¿Ahora si eres mi hermano?—dije enojándome más por lo que dijo—Cuándo te largaste a estudiar ya no eras mi hermano ¿o si? Por que no lo parecía.

Se quedó sin poder decir algo para defenderse. Gané la pelea, pero no me sentía victoriosa, era todo lo contrario. Estaba derrotada.

—No entiendo la razón de las drogas—susurró con la cabeza mirando el suelo.

—Para ver si te importaba en verdad y regresabas conmigo—ahogué el llanto, levantó su rostro para verme directo a los ojos—, cuando te fuiste nada fue igual. Papá y mamá estaban en sus asuntos, sin prestarme para nada atención—iba bajando el volumen cada vez que hablaba— haciendo que me enojara con ellos y con todos los que tuvieran algo que ver con la familia, no quería saber nada de nadie...

—¿Por qué no me llamaste diciendo que querías que regresara?—preguntó llorando a mi lado—¿Por qué no lo hiciste?

̶ Quería que te dieras cuenta por ti sólo de que te necesitaba y te necesito, pero nunca lo hiciste ̶ caminaba de un lugar a otro, con las manos en mi rostro, estaba segura de que tenía los ojos rojos de tanto llorar al igual que Chris.

Mi Protector ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora