Capítulo siete: adiós... ¿Qué? No

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Seguía tirada en el suelo y ahora era imposible ponerme de pie, mantenía los ojos cerrados sintiendo la mirada de mis familiares.

—¿Qué...? ¿Qué te paso?—preguntó mi padre con su voz temblando arrodillándose a mi lado para saber la razón de porque estaba tirada en el suelo soportando las ganas de llorar.

—Mi tobillo, duele mucho—susurré haciendo una enorme mueca.
Mi papá lo tocó y una lagrima escapó resbalándose por mi mejilla.

Chris nos miraba demasiado preocupado, no reaccionó hasta que la orden de mi padre diciéndole que fuera en busca del doctor hizo que volviera a la realidad.

Damien se encontraba cerca y le ayudó a mi padre para llevarme a mi habitación cargando.
Tener 19 años y que unos adultos te cargaran era incomodo, pero no podía hacer nada a causa del dolor.

Al llegar a la puerta de mi pieza vi el rostro de Hunter del mismo modo que el de mi papá, corrió hacia nosotros y me entregaron en sus brazos para que me pusiera en la cama. Quería negarme, pero acepté al ver la cara de su jefe mirándolo con furia.
La felicidad me inundó, luego de eso estaba segura que no trabajaría más para nosotros.

Al dejarme en la cama se retiró cabizbajo, estaba tan confundido como todos.

Saqué el tennis del pie y vi que lo tenía bastante hinchado, a causa de eso mi gran dolor, que iba aumentando poco a poco.

Christopher terminó de hablar con el doctor por teléfono y al hacerlo entró conmigo a sentarse a mi lado. Estábamos en silencio, era incómodo.
Busqué con la mirada mi móvil, pero se encontraba demasiado lejos para tomarlo.

Empecé a jugar con mis dedos sin mirar a mi hermano. Sentía un poco de arrepentimiento al ver intentado escucharlos en una plática importante, pero la curiosidad y saber que era lo que todos me ocultaban habían ganada en eso momento. Estaba segura que si volvía a tener esa oportunidad, tal vez lo iba a hacer de nuevo.

El doctor entró por la puerta y caminó hacia nosotros. Revisó todo tratando de no hacerme daño.

—Señorita Stone tiene un esguince de primer grado, para la próxima deberá de tener más cuidado—siguió revisando concentrado en su trabajo, mientras que yo cerraba los ojos por el dolor—No es nada grave, solamente deberá permanecer en reposo, no apoyar con ese pie y si le llega a doler se tomará una pastilla—mostró el frasco—, ponerse hielo veinte minutos si el dolor aumenta y elevar el tobillo aunque sea en una almohada.

Afirmé con la cabeza aliviada de que no fuera nada grave. Llegué a pensar que podría estar fracturada y no quería llevar yeso en el pie sin poder caminar por mí sola.
Ya me trataban como una niña pequeña y eso sería mucho peor.

El doctor colocó una crema para el dolor antes de retirarse.

—Disculpe doctor—llamó mi hermanó y él se giró porque ya se encontraba en la puerta—¿Podrá ir al colegio?

—Será mejor que descanse al menos dos o tres días, si se siente mejor y cree que ya puede apoyar podrá ir, pero no podrá correr ni hacer un esfuerzo durante una semana.

Al decir aquello se fue de la habitación haciendo que volviéramos a quedar en silencio. Quería que Christopher se fuera, iba a empezar a hacer preguntas y no quería responderlas.

—¿Qué tratabas de hacer Megan?—preguntó Chris un poco molesto al no saber que me había sucedido.
Lo ignoré, tratando de alcanzar mi laptop que estaba en el buró, pero antes de que mis manos la tocaran Christopher las quitó haciendo que lo mirara mal. Tomó la computadora y la dejo en el escritorio recibiendo una mirada asesina de mi parte.

Mi Protector ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora