10.

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Me desperté al día siguiente a las 6:30 de la mañana. Ya era lunes y tenía que ir a trabajar, comenzando la semana y comenzando la rutina.

Suspiré desperezándome en la cama y me levanté apagando la molesta música estándar que emitía mi teléfono móvil como despertador.

Si ponía una canción que me gustaba, estaba claro que acabaría odiándola por el resto de mi vida, por eso tenía una melodía predeterminada.

Miré sobre el escritorio y sonreí al ver todos los bocetos que Brian y yo habíamos hecho ayer después de cenar, quedándonos hasta pasada la 1 de la madrugada terminando algunos.

Fui hasta el baño, me preparé con una ducha, peinándome y cambiándome de ropa, poniéndome un vaquero entubado, una camiseta normal y una sudadera más mis botas negras.

Fui hasta mi habitación de nuevo, donde me colgué mi mochila a un hombro con mi cámara réflex más mis útiles dentro y las llaves, cartera y móvil en mis bolsillos.

En una carpeta metí todos los dibujos acabados de anoche y la metí dentro de la mochila para mandar los terminados y pagados por correo ordinario.

De paso, iba a ir a la tienda de tatuajes que había en el centro comercial donde yo trabajaba a dejar algunos dibujos de Brian, a ver si le conseguía trabajo ahí.

Al salir a la sala, me sorprendió bastante encontrármelo, pues a él no le gustaba para nada madrugar, pero no me sorprendió ver a Charlie.

Nos saludamos entre los tres en voz baja y hablamos desayunando en ese tono, pues papá llegó tarde anoche y estaba durmiendo, aunque se iría después de nuevo a trabajar.

A penas nos veíamos de vez en cuando, cuando podíamos coincidir para cenar o para desayunar. Él no sabía lo de ayer, y habíamos hablado en que no le comentaríamos de mi desaparición momentánea.

Fui hasta el baño a lavarme los dientes y de paso me hice una coleta, aprovechando que mi pelo ya estaba un poco más seco de la ducha.

Cogí las llaves de la moto y el casco, despidiéndome de mis hermanos con un beso en la mejilla a cada uno, y bajé las escaleras hasta la calle.

A la rueda trasera le quité el candado, me subí en mi vehículo poniéndome el casco y arranqué quitando la pata, estabilizando la moto sobre sus dos grandes ruedas.

Comencé a rodar por la carretera pensando en el loco fin de semana que había vivido. Pensé en Ian y pensé en Blake, en lo mal que me sentía con todo esto.

Había engañado a mi novio con su padre y no una vez, si no dos el mismo día, y estaba segura de que no podría aguantarme una tercera, si surgía.

El maldito hombre sabía cómo usar las manos, la boca y la lengua. Sabía que me derretía y me deshacía cuando me miraba con esa mirada intimidante o cuando se relamía los labios.

Hice presión en mi entrepierna contra el asiento de la moto. Me estaba humedeciendo solo de pensarlo y había comenzado a jadear solo de imaginarlo.

Despejé mi mente cuando oí el sonido de mi teléfono móvil con una llamada entrante, pero no iba a atender ahora que estaba conduciendo y menos en la moto, así que esa persona tendría que esperar.

Llegué al centro comercial a las ocho menos cuarto y aparqué en el parking subterráneo, poniendo el candado de nuevo en la rueda trasera y llevándome el casco conmigo.

Subí las escaleras a paso rápido hasta llegar al piso donde estaba el estudio y dos de mis cuatro amigas ya estaban ahí; Abigail y Elizabeth.

Éramos cinco conmigo; Abigail, Elizabeth, Noah, Angy y yo. Dos de ellas eran novias de dos de mis hermanos Charlie y Noah, Jake y Angy.

El padre de mi novio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora