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*Capítulo con contenido sexual.

Un enorme edificio acristalado se alzaba frente a mí. No tenía ni idea de qué trabajaba, y eso me dio una señal de que realmente no nos conocíamos en absoluto.

Suspiré y bajé de la moto, que la había aparcado en la acera frente a la puerta de la entrada, guardando la mochila y el casco en la parte trasera del vehículo.

Guardé las llaves en el bolsillo delantero después de haberle puesto el candado a la rueda trasera y comencé a caminar hacia el enorme rascacielos.

El edificio se alzaba y detrás de éste el cielo anaranjado del atardecer se hacía presente, pues ya eran las 8 de la noche.

Era una estampa muy bonita, así que antes de entrar, volví sobre mis pasos, sacando la cámara réflex para inmortalizar el momento.

Después de haber conseguido una buena instantánea, volví a guardarla dentro de la mochila y, a su vez, dentro del maletero de la moto. Este sitio no era como el barrio, así que no me daba miedo dejar la cámara ahí.

Ahora sí, entré al edificio. Por dentro, parecía estar sacado de una revista de decoración de interiores. Era todo blanco, gris, negro, color burdeos, muy moderno.

Me acerqué al mostrador de información, donde había una mujer rubia, supuse que operada porque esos labios eran muy falsos, con un chicle en la boca jugando al solitario en el ordenador.

En vista de que me ignoraba, decidí carraspear un poco y ella me miró con asco de arriba a abajo.

Vale que no iba adecuada para venir a un sitio así, llevaba mi vaquero, sudadera, botas negras y una coleta, pero tampoco tenía que mirarme de ese modo.

-Lo siento, no damos limosnas. -Dijo y volvió a mirar su ordenador.

¿Me acaba de confundir con una vagabunda?

Volví a carraspear llamando su atención.

-¿Qué pasa, chica? Te he dicho que no vamos a darte dinero. -Dijo con una voz muy chillona.

-De hecho, venía a ver al señor Collins. -Ella se echó a reír.

-¿Para qué? -Masticó el chicle con la boca abierta y me dio bastante asco.

-Son cosas privadas que no le incumben, señorita. -Le dije con respeto.

-No creo que el señor Collins quiera ver a una... Chica de la calle. -Se levantó del asiento y se inclinó sobre el mostrador.

-Soy la novia de su hijo. -Ella se volvió a reír.

-¿Sabes cuántas chicas han venido diciendo lo mismo? Busca otra excusa mejor, niña. -Se volvió a sentar y yo me alejé un poco del mostrador.

"Te vas a tragar tus palabras, gilipollas", pensé.

Marqué el número de Ian en el teléfono móvil y él no tardó más de dos segundos en atender. Le expliqué la situación y en seguida dijo que lo solucionaría.

Con la mirada de esa mujer de plástico en mí, colgamos el teléfono con alguna risa de por medio, así que lo guardé de nuevo en mi bolsillo y comencé a caminar de un lado para el otro, esperando.

En menos de dos minutos, Ian salía del ascensor y estaba a mi lado, frente al mostrador. Me abrazó y besó mi frente con una risa cómplice que me hizo reír a mí también.

-¿Qué pasa, Katie? Te estaba esperando en el despacho. -Me dijo disimulando.

-No me han dejado subir. -Miré a la chica que se había vuelto a poner de pie.

El padre de mi novio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora