El gran secreto de Esteban que Hebe siempre quiso saber, fue revelado y ella no sabe qué hacer.
Luego de intentar con muchas fuerzas alejar todo lo que había intoxicado y reinado en su vida, ese pasado amenaza con destruir todo su esfuerzo.
Pero, au...
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Hebe
El líquido caliente bajó por mi garganta y dejó una estela a su paso, mientras mis papilas gustativas se empapaban del sabor agridulce del té verde.
Los ojos de Maca se encontraron con los míos y la preocupación brilló en su iris, lo cual no me sentó nada de bien. Desvié mi mirada hacia el ventanal, viendo como el viento fuera de la cafetería azotaba todo a su paso.
Hojas hacían su danza al ritmo del viento, haciendo figuras sin sentido aparente. Los pocos transeúntes se aferraban con fuerza a sus chaquetas y a los paraguas, evitando que el azotador viento se los llevara lejos.
—Así que eso explica mucho —habló mi amiga, por primera vez desde que había terminado de contar todos los acontecimientos del día anterior.
Como todo había cobrado sentido y el pánico se apoderó de mí. Como había huido como una idiota, importándome más la distancia que creaba que la lluvia torrencial.
Aun podía escuchar su voz romper cada barrera a mí alrededor. Palabras llenas de pánico, desesperación. De un dolor que yo sembré en él.
Suspiré y dibujé figuras imaginarias en la mesa con mi dedo.
—Sí, lo hace.
Nos quedamos en silencio y el apretón en mi pecho volvió a hacerse presente. Mi estómago se anudó y sentí como el precario trozo de galleta engullido, subía como bilis por mi garganta.
Maca se revolvió en su puesto y yo subí mi mirada.
—Sabes que eso no cambia nada, ¿cierto? —me preguntó y yo no confirme ni negué nada.
Porque no estaba segura de nada.
Me encogí de hombros, sabiendo que necesitaba alguna respuesta, por muy pequeña que fuese.
—No lo sé —susurré y me sentí la más grande arpía.
Él me había dicho eso, porque confiaba en mí. Confiaba en que vería más allá de la enfermedad que padecía. Confiaba en que no iba a salir huyendo. Lo cual claramente hice. Confiaba en que no lo heriría, pero eso fue lo primero que hice, al salir corriendo de su auto.
Esa mirada rota y perdida, en lo que antes eran ojos llenos de hermosos sentimientos y emociones cuando se conectaban con los míos, me hizo sentir fría. Me hizo sentir vacía. Me hizo sentir desalmada.
Mi mano tembló cuando tome mi taza e intenté que el calor que desprendía hiciese su camino hacia mí.
Para sentirme cálida y no fría por dentro.
—Hebe, yo sé que muy en fondo tuyo, bajo todo ese miedo, sabes que esto no cambia nada —enfatizó cada palabra y yo solo pude ver sus uñas verdes con diseños de flores.