Esteban
«Todo está mal, E. Todo está mal», la voz de Leo rebotó por las paredes de mis pensamientos al mismo tiempo que otra línea de pintura estropeaba el último bosquejo en el cual había estado trabajando.
Había estado días enteros ensimismado en trazar el esqueleto de lo que sería una gran pintura; llena de vida, sentimientos. Significado.
Pero que ahora no valía nada porque había estropeado todo. Como siempre sucedía.
—Mierda —gruñí y la brocha con pintura rojo salió volando.
Se estrelló contra la tela y una gran mancha se plasmó, estropeando lo que había sido una réplica exacta de la sonrisa de Hebe.
«Debes matar el dolor, E. Termina con él», la voz seguía oyéndose en mi cabeza, cada vez más fuerte, cada vez más potente.
Estaba por todas partes, en cada recóndito lugar. El espacio se llenaba de aquella voz persuasiva y suave. Y empeoraba con cada segundo que pasaba.
Todo lo que podía pensar era en cómo sacar el dolor que había sido albergado en mi pecho sin mi permiso. Aquel silencioso intruso que se había colado en mi sistema y se había posicionado cerca de mi corazón roto. Lamía los pedazos quebrados, se nutría del agujero que tomaba envergadura y espesura.
Ese abismo que me llamaba, me reclamaba. Como lo había hecho en su tiempo, meses atrás. Donde había entrado gustoso, con los brazos abiertos. Ese lugar oscuro y tenebroso al cual no quería volver.
Pero no podía hacer nada para detener el curso de mis pisadas, de mis pensamientos, mis acciones.
Estaba perdiendo el control poco a poco y eso me asustaba como la mierda.
Recordaba vagamente que papá había intentado detenerme, pero no consiguió nada; Mia, mi abuela, Cris, hasta el propio Víctor lo habían intentado con los mismos resultados.
Había destrozado mis nudillos en el saco de boxeo, rasgado los biombos que dividían cada sección, hecho trizas el cristal donde estaban los papeles. Aquellos papeles que había quemado y ahora no eran más que cenizas.
Había olvidado cuantas secciones habían estado en contacto con mi huracán.
Todo era un borrón de acontecimientos que mi cerebro no había procesado del todo.
Lo único que podía pensar era en hacer algo para detener la marcha de mis pensamientos. Y eso era perder por completo los estribos y hacerle daño a alguien importante para mí.
Por eso destruir los bosquejos, las pinturas, se me hacía algo menos doloroso.
Los acontecimientos del día anterior se plasmaron en mi cabeza y la brocha que sostenía en alto tembló en mi agarre.
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Sentirse Completo (#2 Sentirse Viva)
Novela JuvenilEl gran secreto de Esteban que Hebe siempre quiso saber, fue revelado y ella no sabe qué hacer. Luego de intentar con muchas fuerzas alejar todo lo que había intoxicado y reinado en su vida, ese pasado amenaza con destruir todo su esfuerzo. Pero, au...