La vieja mansión (2° Parte)

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Por cierto, estos cuentos se publicaran en cuanto estén escritos al 100%... por lo que serán mas que ocasionales las publicaciones aquí :p



El Bosque Vetusto es una trampa mortal para el que no esté familiarizado. La única forma de cruzarlo es a pie, viniendo desde Aromaflor hasta la ciudad de Vetusta, la cual se encuentra en las faldas del Monte Corona.

En este bosque hay que estar atento al cambio del viento, ser cauteloso de los Pokémon que circulan por el lugar, y valiente para poder afrontar cualquier cosa, lo cual incluye al bosque mismo.

Como si fuera un laberinto natural, el bosque es tan grande que es fácil perderse, a menos que sigas las pistas dejadas por otros entrenadores por el camino. También hay varias personas, entrenadores y algunos Ranger que patrullan el bosque y que te guían en el camino para que no te pierdas... al menos, esa es la idea.

Pero aún así, ¿cómo es que este chico se habia perdido tan fácilmente luego de dar una vuelta en U hace pocos pasos en un grueso sauce? ¿Cómo pudo ser tan idiota como para no seguir bien las indicaciones que un Pokémon Ranger de cabello azul con un Pusle al hombre le habia dado para llegar directo a la salida? ¿Cómo es que habia terminado por llegar a aquella enorme construcción que le recordaba a la casa de un noble?

A su lado, un pequeño y morado ser esférico flotaba apaciblemente, con sus extremidades como cintas meciéndose con la suave brisa. En un segundo, el curioso Pokémon se le acercó y estiró una de aquellas cintas hasta posarla sobre la mejilla izquierda del joven.

‒De acuerdo, lo admito. Estamos perdidos, hambrientos, con miedo, ¿y lo que haces es remarcármelo, Val?

El pequeño Drifloon se movió suavemente hacia el otro lado del chico y volvió a usar su colgante para acariciar la mejilla derecha de su compañero.

‒Te dije que pares, tonto.

El chico sujeto gentilmente al pequeño Pokémon entre sus manos y lo meció juguetón mientras el otro se sacudía levemente; de seguro estaría riendo, o algo parecido.

‒Vamos‒lo soltó‒. Ya estamos aquí, así que veamos que podemos rescatar.

Se acercaron con cautela hasta un bajo vallado de madera que parecía completamente nuevo, recién pintado, con la cabeza de los clavos perfectamente colocados, ni muy adentro de la madera ni tampoco sobresaliendo demasiado como para arruinar la estética.

La inspeccionó durante un buen rato, obviando esos detalles que la volvían extraña, hasta que llego a la conclusión de que debería saltarlo para poder llegar hasta la casa, pues no habia por donde cruzarlo. Aunque no era demasiado alto, ese vallado era una dificultad importante incluso para un joven de 19 años como Rubén.

Alto, poco más que el promedio, de cuerpo esbelto, su cabello anaranjado le llegaba hasta los hombros, por lo que debía recogerlo en una bien disimulada cola de caballo que caía por su nuca. Sus ojos eran del mismo color que el de su cabello, por lo que era algo extraño de ver. Personalmente, Rubén creía que era algo extraño por su apariencia, aunque también lo creía por sus actitudes y personalidad. ¿Quién más puede hacer alguna especie de autocritica como esa?

Tomó algo de impulso, luego una carrera corta que le llevo tres pasos, un ligero movimiento de rodillas que lo catapulto y en menos de cinco segundos ya estaba del otro lado, caminando sin problemas, atento a su alrededor, hacia la vieja casona.

Llego hasta la puerta y un ligero escalofrió le recorrió la espalda, haciendo que sus hombros se sacudieran levemente. Intento calmarse, buscando con la mirada ese mal presentimiento que lo llevo a estremecerse. Inspección la fachada de la vieja casa y recorrió con la mirada los alrededores, por si no había algún Pokémon acechándolo.

Regresó una vez más la mirada hacia la construcción y recorrió las ventanas que encontró; cuatro en la parte de la planta baja, cubiertas por las cortinas, y dos más en la parte superior, pero sólo una de ellas estaba escondida por la cortina púrpura.

Aguzó la mirada sobre esta ventana e intento observar algo en el interior. A pesar de que era un joven miedoso y asustadizo, al cual era fácil impresionarlo con cualquier cosa, sintió la curiosidad de ver más allá del ennegrecido vidrio. Sentía como que algo lo llamaba, como si algo lo atrajera a seguir observando, esperando.

De un momento a otro, una ligera y helada brisa que acarició suavemente su oreja lo desconcentró de aquel acto contemplativo y lo obligó a voltearse con rapidez. Pequeñas gotas de sudor caían desde su frente y su mirada se veía inyectada en sangre, con algunas que otras venas remarcadas.

Observó desde su postura extraña los alrededores una vez más, como buscando al que lo habia asustado, y regresó otra vez la vista hacia la ventana.

‒¡Niiiirgh!

Cerró rápidamente los ojos y se cubrió el rostro con sus brazos mientras retrocedía algunos pasos, claramente involuntarios. Aquel tranquilo Drifloon que lo acompañaba se le acercó lentamente, pues mucho no puede hacer sin las corrientes de aire para moverse, y lo tocó gentilmente con su tentáculo-cinta para calmarlo.

‒Val... lo... lo viste, ¿verdad? D-digo... ¿la viste?

El Pokémon claramente negó ante la pregunta, pues poco podía ver si no tenía al susodicho en un área de visión amplia. Intentó acercarse hasta donde estaba la ventana, la reviso desde fuera durante unos segundos y regresó a su entrenador para volver a negarle, esta vez aludiendo al sospechoso de la ventana.

Rubén intentó como pudo regresar la vista sobre la ventana, con demasiado temor como para no creer que pudiera estar alucinando, y no vio nada. Allí ya no había nadie, ni mucho menos nada que pudiera haberle causado aquel susto.

‒Que... ¿Qué demonios pasa... con este lugar?



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