Capítulo 23

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Recibí una visita de lo más inesperada esa noche.

No era Elijah, ni Klaus, ni Rebekah; ni siquiera Serena, quien parecía agradarle bastante a mis padres.

Estábamos los cuatro sentados alrededor de la mesa cuando el timbre sonó. Conrad se incorporó y, segundos luego, volvió con Scott detrás de él.

—¿Scott?—La sorpresa era evidente en mi tono de voz—¿Qué estás haciendo aquí?

—¡Scott!—exclamó mi madre, repentinamente alegre—¡Qué gusto verte!

—¿Qué te trae por aquí, hijo?—preguntó mi padre, como si se conocieran de toda la vida.

Fruncí el ceño, confundida. Sentía que aquello era una broma pesada de la que todos eran conscientes, excepto yo.—¿Y ustedes de dónde se conocen?—La incomodidad se cernió sobre la habitación como una gran nube negra.

—¿Acaso no es tu amigo?—cuestionó mi rubia progenitora, haciéndose la tonta.

—Sí—respondí, no muy segura de que ello fuera cierto—Pero nunca se los he presentado.

—Tus padres suelen pasarse bastante por la tienda de mi madrina—se apresuró a Scott, pasando una mano por su cabello, el cual siempre lucía desarreglado pero, a la vez, le sentaba de lo mejor.

—¿Sarah es tu madrina?—Eso sí que no me lo veía venir.

—Sí. Ella y mi madre eran grandes amigas antes de que mis padres murieran. Sarah es lo más cercano a una familia que tengo.

Felicidades por sacar a relucir su trágico pasado familiar en el momento menos indicado, Annie.

Sin embargo, ¿ya qué más daba? Había pasado por situaciones incómodas con anterioridad, situaciones mucho peores. Mi incapacidad para mantener una conversación con personas con quien no comparto un vínculo de confianza siempre me había metido en situaciones poco deseadas. Mi padre lo atribuye a mi "increíblemente baja autoestima" -sus palabras, no las mías-, mi madre a mi timidez, y mis profesores a mi falta de amigos. A mi me gusta atribuirlo al simple hecho de que tal vez, solo tal vez, no soy el tipo de chica con quien el resto del mundo quiere pasar el rato.

Y lo entiendo. Si no me viera obligada a hacerlo, a mi tampoco me gustaría pasar tiempo conmigo misma. Soy aburrida, sosa, e increíblemente común; ni siquiera era bonita.

Siempre que intento conversar con alguien, termino espantándolos al comenzar a parlotear sobre cosas que a nadie le importan realmente, como el racismo que aún sigue afectando a la sociedad en el presente, la forma en que la medicina ha logrado evolucionar hasta llegar al siglo XXI, o la falta de determinación que todo el mundo parece poseer hoy en día.

Antes de que los Mikaelson aparecieran en mi vida, principalmente Elijah, ni siquiera tenía alguien con quien hablar a excepción de mis padres. No amigos, no familiares; nadie.

"Elijah..."

Siempre me era tan sencillo hablar con él, como si no tuviera que esforzarme en absoluto por agradarle, como si finalmente pudiera ser yo misma.

Podía hablarle sobre religión y política, sobre libros y cultura. Podía contarle mis más grandes miedos, mis más horribles experiencias, mis más inalcanzables sueños, y todas mis aspiraciones. Él también parecía abrirse conmigo, mucho más de lo que alguna vez lo creí posible; podíamos pasar horas y horas hablando, pero nunca era suficiente.

Elijah parecía genuinamente interesado en mí, como si no tuviera nada mejor que hacer que oírme hablar eternamente. Nunca me había sentido así con anterioridad, como si alguien realmente se interesase en mí. Como si, finalmente, fuera la primera opción de alguien.

Milènium | The Originals [Klaus/Elijah]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora