Fue un soplo de aire fresco ver a mis padres luego de tantos días. Los extrañaba tanto que, apenas llegamos a Nueva Orleans, le pedí a Klaus que me llevara a casa.
Los asuntos de brujas, vampiros y hombres lobos podían esperar un par de días.
Fingí estar enferma, metiendo el termómetro en mi taza de té, y me las ingenié para pasar la noche en cama de mis padres, justo entre medio de ambos.
Los amaba demasiado, y no podía evitar recordarlo cada vez que estaban cerca. Eran, en pocas palabras, todo lo que tenía.
¿Por qué más iba yo a vivir, si no era por ellos? No tenía amigos, ni enamorados, ni ningún otro pariente. No abuelos, no hermanos, no tíos... Solo ellos.
Pero créanme cuando les digo que son más que suficiente para mí.
Mis padres casi no estaban en la casa, pero eso no me molestaba demasiado; siempre había sido así. Pasaban gran parte del día trabajando, y aunque algo tan insignificante como el dinero no podía importarme menos, siempre habíamos sido lo que se llama una familia adinerada.
Era un bonito domingo, lo que significaba que mis padres no tenían que ir a trabajar. Se supone que era su día libre de la semana, pero a veces reciben una llamada urgente de su jefe y no les queda otra opción que ir.
Pero ese domingo no parecía ser el caso.
Desperté más temprano de lo usual, cuando el sol apenas estaba saliendo. La habitación de mis padres, al igual que la mía, tenía una vista perfecta del hermoso jardín trasero. Las regaderas estaban funcionando, empapando a las coloridas flores a su alrededor, y el césped debajo de ésta.
Nuestro jardín no era tan grande como el de los Mikaelson, pero sí muy bonito.
Me levanté de la cama intentando ser cautelosa; no quería despertar a mis padres. El rubio cabello de mi madre estaba esparcido sobre la almohada, y durante la noche papá y yo debíamos haberle quitado su parte de las sábanas, ya que estaba completamente destapada, con su ahora arrugado pijama de seda.
Siempre había sido una mujer muy atractiva, incluso con sus cuarenta y tantos años. Hermosos ojos azules, alta, de piernas largas y generosas curvas.
Mi padre, por su lado, también era apuesto a su manera. Cabello algo canoso, aunque hacía varios años había sido de un vibrante rubio, y un par de profundos ojos grises. A pesar de tener casi cincuenta años, también conservaba un buen estado físico: alto, musculoso, y un poquito robusto. Definitivamente de esos hombres que te detienes a mirar en la calle cuando pasan a tu lado.
¿Cómo podían dos personas tan apuestas tener una hija como yo?
Debían haberse llevado una gran decepción a medida que iba creciendo al notar que su hija no sería la hermana perdida de Taylor Swift, como debería.
Una vez en mi habitación, sujeté mi cabello en una coleta alta y sustituí mi pijama por algo de ropa deportiva: unos pequeños shorts negros, un brasier deportivo, mis tenis favoritos y una remera blanca algo holgada que cubría parte de mi trasero.
Los domingos también eran los días libres de Adele, por lo que tuve que preparar mi propio desayuno. Esperen, ¿exprimir dos naranjas y beberlas directamente del pico exprimidor contaba como desayuno?
Finjamos que sí.
Dejé una nota para mis padres adherida al refrigerador y salí de la casa. Mi cabeza era un nido repleto de pensamientos enmarañados, y correr siempre era una buena forma de despejarme.
Además, tenía un lugar en el que estar a las nueve a.m.
Corrí por las calles menos transitadas de la ciudad, sin alejarme demasiado del Barrio Francés, intentando mantener mi ritmo y tomar pequeños descansos cuando mis pulmones me lo rogaran. Me había mudado a Nueva Orleans hacía cerca de un mes y medio, pero eso no significaba que conociera cada rincón de la ciudad. Mejor no arriesgarme.
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Milènium | The Originals [Klaus/Elijah]
FanfictionAnnie Ronhood no es más que una adolescente normal y aburrida que se mudó a Nueva Orleans junto a su familia... Hasta que lo hizo, y descubre que es mucho más de lo que ella pensaba, y que su pasado está completamente distorsionado por las constante...