Milènium | The Originals [Klaus/Elijah]

Epílogo

[ACTUALIDAD]
París, Francia, 30 de agosto de 2035.

Era un día precioso, de esos que tan pronto despiertas te obligan a saltar de la cama con una enorme sonrisa en el rostro, listo para ser aprovechado al máximo.

El sol brillaba con todo su esplendor, aunque debido al horario, supuse que no tardaría mucho en comenzar a descender, y sus cálidos rayos me acariciaban la piel con dulzura. Una ligera brisa veraniega recorría la cuidad, otorgándole a aquella tarde la temperatura ideal.

A mi alrededor, podía oír perfectamente cada uno de los sonidos de la ciudad: los peatones y los automóviles, los pajaritos canturreando y las copas de los árboles zarandeándose con levedad bajo ellos, la gente hablando y las cámaras de los turistas siendo disparadas una y otra vez con sus lentes apuntando a la Torre Eiffel, a pocos metros de distancia.

Observé a mi alrededor brevemente y terminé por apartar la vista de toda la felicidad ajena que había logrado abrumarme sin razón alguna.

[FLASHBACK]
Oxfordshire, Inglaterra, 12 de noviembre de 2016.

Pasé mis manos por entre el cabello del pelinegro con dulzura, acariciándolo brevemente, pero no tardé en notar que no estaba reaccionando en lo absoluto ante mi tacto.

—¿Qué sucede, Elijah? —pregunté, aunque conocía la respuesta—. ¿Continúas preocupado por ellos?

—No puedo evitarlo —respondió, dejando escapar un suspiro frustrado.

Tomó una de mis muñecas y la deslizó por su hombro hasta llegar a su boca, depositando así un delicado beso en el dorso de mi mano. Yo me encontraba sentada al borde de mi cama, y él en el suelo.

—Lo siento —se disculpó al cabo de algunos segundos, elevando la vista para poder observarme—. Llevamos cerca de dos meses y medio sin vernos, y yo no he sido capaz de dejar de hablar sobre los dramas de mi familia en todo el fin de semana.

—Hey, está bien, enserio —no tardé en asegurar, comprensiva—. No tienes nada de qué disculparte. Estás preocupado, es entendible. Para ser sincera, yo también lo estoy.

—Si tan solo pudiera saber con exactitud cuáles son sus planes... —murmuró, probablemente más para él que para mí.

Desde mi lugar, extendí mis brazos alrededor de su cuello, y él tomó mis manos entre las suyas.

—Lo descubrirás —intenté consolarlo—. La Trinidad... ellos tienen razones más que suficientes para odiarlos, también para querer acabar con ustedes, si somos realistas, pero muchas personas lo hacen, y nadie ha tenido éxito. ¿Por qué sería distinto esta vez?

—No es Lucien el que me preocupa —afirmó, observando fijamente la nada—. Tampoco Tristan; él ha de estar muy a gusto pudriéndose en el fondo del mar. Mi inquietud es...

—Aurora —finalicé por él, asintiendo—. Tiene sentido. Le has arrebatado a las dos personas a quien más ha amado: a Klaus, hace mil años, y ahora, a su querido hermano y única familia.

—Exactamente —asintió, finalmente apartando la vista de la pared de mi nueva habitación en la Universidad de Oxford, y girándola para centrarla en mí una vez más—. Esa inestable chiquilla es, para mi sorpresa y disgusto, la fuente de mis preocupaciones. Nada más peligroso que una mente retorcida sin nada que perder.

Guardé silencio un instante, pues aún no sabía mucho sobre la Trinidad más de lo que él me había contado. Según entendí, se trataba de los primeros vampiros del linaje de Klaus, Elijah y Rebekah: Lucien, Tristan y Aurora, respectivamente. Los habían conocidos en el año 1002, en el Sur de Francia, y digamos que su relación no era la mejor en la actualidad.