Prólogo

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Nueva Orleans, Luisiana

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Nueva Orleans, Luisiana.
22 de junio de 1904.

El fuego consumía lenta y dolorosamente todo aquello que los hermanos Mikaelson habían logrado construir en aquella ciudad. Las llamas abrasaban todo a su paso, extendiéndose sin control. La residencia ardía, convirtiéndose en ceniza. Dentro, aún había rincones que el fuego no lograba alcanzar. Los gritos desesperados de las víctimas a punto de convertirse en polvo se oían a través de todo el Barrio Francés.

De pie frente al lugar que había sido su hogar por décadas, Niklaus, Elijah y Rebekah no podían apartar la vista de la casa ardiendo en distintas tonalidades anaranjadas. Centímetro a centímetro, las brujas habían logrado destruir todo lo que tenían allí: su casa, su gente, y su ciudad.

El humo hacía imposible observar con claridad la escena. Los colores sofocantes del fuego contenían cierta caótica belleza en contraste con el grisáceo cielo nocturno. Los gritos de los vampiros se oían con total claridad, sus voces hundidas en pánico mientras se encontraban frente a frente con la muerte.

Elijah rompió el silencio.

—Debemos marcharnos.

Rebekah y Niklaus sabían que su hermano no se equivocaba. El incendio ante ellos tenía un solo objetivo, y era el de acabar con los vampiros Originales. Claramente, eso no iba a matarlos, pero sí los mantendría lo suficientemente débiles para que las brujas Milenium hicieran su trabajo.

—No voy a marcharme —dijo Klaus. La ira fluía por sus venas—. ¡Este es mi hogar!

—Las brujas no se detendrán hasta acabar con nosotros, y toda la ciudad arderá en llamas antes del amanecer —puntualizó, con lógica, el Mikaelson mayor—. Nueva Orleans ya no es seguro para nosotros. Además, todo esto atraerá, sin duda, la atención de nuestro padre.

—Dos siglos en esta ciudad, y huiremos ante un par de brujas.

—Elijah tiene razón, Nik —intervino Rebekah, girándose hacia su hermano—. No son brujas cualesquiera, son brujas Milenium. Son peligrosas, incluso para nosotros.

—Esto no es nada que no podamos solucionar.

Klaus no quería admitirlo, pero Nueva Orleans se había convertido en el hogar que nunca tuvo, y no quería renunciar a él.

—Solo será por un tiempo.

Elijah no sabía qué decir para convencer a su hermano de que permanecer allí era una terrible idea, pero, al cabo de unos minutos, él pareció entrar en razón sin su ayuda.

—Partiremos antes del amanecer. Pero esto no es un adiós, sino un hasta pronto. Volveremos.

Sin más que decir, se giró en dirección a Saint-Honoré, mejor conocida como la calle de las brujas. Iba a abandonar Nueva Orleans, pero no sin derramar algo de sangre antes.

Milènium | The Originals [Klaus/Elijah]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora