Habían pasado tres días desde la última vez que vi a los Mikaelson, quienes aún no habían logrado averiguar qué se traían mis padres entre manos. Comenzaba a perder la cabeza. Me había acostumbrado tanto a estar con ellos en los últimos dos meses que me sentía de lo más extraña sin su compañía, como si el tiempo estuviera retrocediendo en lugar de avanzar.
Mis padres habían recuperado su conducta usual, pero ahora me controlaban mucho más. Al igual que Conrad, quien ahora vivía en nuestro cuarto de huéspedes.
Volvíamos al siglo XVIII, y ahora teníamos un criado.
Le había preguntado a mis padres innumerables veces sobre los Mikaelson. De dónde los conocían, qué habían oído sobre ellos, y qué cosa tan mala habían hecho para prohibirme juntarme con ellos. Claro, su única respuesta era "porque somos tus padres."
Así como así. Cuatro palabras, una oración; ningún argumento. Ellos nunca habían la clase de padre que tratan a sus hijos como de su propiedad. Desde pequeña me habían tratado con justicia, respeto e igualdad... Hasta ahora.
De todas maneras, no habían sido unos días tan aburridos como hubiera esperado. Serena me visitó un par de veces, llevando y trayendo chismes cual paloma mensajera. Extrañaba a Rebekah, pero la morena había resultado extrañamente agradable.
Al principio lucía algo incómoda y tosca, pero poco a poco noté que solo le costaba un poco relacionarse con personas nuevas. Casi como yo, pero ella intentaba ahuyentarlas con una actitud hostil, y yo me limitaba a balbucear y bajar la vista.
Mi nuevo guardaespaldas, Conrad, tampoco resultaba ser una tan desagradable compañía si lo sabías llevar. Era un hombre callado, serio y algo intimidante, pero eso no lo convertía en una mala persona.
Simplemente estaba haciendo lo que mis padres le pidieron: vigilarme.
Casi sentía lástima por él; qué tarea más aburrida.
Se acercaba la medianoche cuando mi teléfono comenzó a sonar. Detuve la música proveniente de mi laptop, y dejé a un lado el peine que había estado utilizando como micrófono mientras bailaba cual loca de un lado de la habitación a otro, cantando a gritos éxitos pop del 2008.
—Klaus—dije, algo agitada luego de tal concierto—¿Cómo está todo?
—Divertido—respondió, en un tono de lo más bromista que, gratamente, me sorprendió. Estaba a punto de preguntarle la razón de su llamado cuando un ruido sorbo me interrumpió.
Toc. ¿De dónde provenía? Toc. Toc. Me desconcerté.
—¿Me aguardas un segundo?—Sujeté mi teléfono entre mi oído y mi hombro y traté de identificar de dónde provenía el sonido.
Toc. Toc. Toc.
Mi ventana. Me apresuré a correr las cortinas que la cubrían y abrí los ventanales, saliendo a mi pequeño balcón para investigar. La fresca brisa nocturna me atravesó de una manera exquisita.
—Klaus, creo que hay alguien en mi patio—murmuré, asustada. Retrocedí algunos pasos; no quería ver quién estaba allí, y por qué había sido capaz de ingresar en mi propiedad.
Quizás fuera una bruja, porque no recordaba haber invitado a ningún vampiro a entrar a excepción de los Mikaelson.
—Lo sé—respondió él, divertido—Creo que quiere subir a tu habitación.
—¿Estás dement...?
Me asomé por el balcón, bastante segura de quién era mi visitante sorpresa. Debajo, de pie entre las rosas favoritas de mi madre, Klaus me observaba con una pequeña sonrisa traviesa, expectante.
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Milènium | The Originals [Klaus/Elijah]
Hayran KurguAnnie Ronhood no es más que una adolescente normal y aburrida que se mudó a Nueva Orleans junto a su familia... Hasta que lo hizo, y descubre que es mucho más de lo que ella pensaba, y que su pasado está completamente distorsionado por las constante...