Heridas.

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Aveces, aveces... Ese precipicio del que tanto te alejas, al que tanto le temes, al encontrarte desconcertado, en aquel bosque sombrío, lúgubre y melancólico, de algo llamado nostalgia, puede llegar a ser la mejor salida... En algún momento...

No quiero decir que, por cualquier tontería jovial y absurda, a la cual se le cree sin solución, se debe saltar al vacío. Todos, cada uno de nosotros, tenemos un precipicio en nuestro interior, el cual, debemos guardar para algo EXTRAORDINARIO, algo que nos termine de romper, en nuestra totalidad... Pero, para llegar a estar rotos de verdad, y saltar al precipicio, hay que sufrir mucho y tener heridas a gran cantidad, heridas grandes o pequeñas, graves o leves, que con el pasar del tiempo, se irán transformando en largos o cortos caminos, dirigidos a un acantilado sin final, donde si saltas eres débil y si te quedas un cobarde...
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ébil sin heridas o con ellas, cobarde con miedo o sin el, todos al final tenemos una pequeña rotura, que va desequilibrando segundo a segundo, nuestra jovial, frágil y manipulable mente, que a cada segundo deja de ser nuestra... Dejándonos solos, solos con más heridas de las que podamos controlar, heridas que te harán saltar...

ALBA // Crónicas de Vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora