Viernes, 25 de Diciembre del 2015 (Navidad) [Parte Dos]

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Peter le llevó hasta la habitación de Derek. Iba a follar en la habitación de un Hale con un Hale. Iba a follar en la habitación de Derek con el tío de Derek. Ese sólo pensamiento le puso como una inhalada de Popper. Le aventó contra la cama, su cuerpo cayó con la gracia de un peluche enorme de un duende navideño. Su sonrisa era histórica.

Doce de la noche en punto, mientras en algún lugar del mundo alguien adoraba a Dios y su nacimiento. En Stiles se celebraba la encarnación de un ser extraño en su personalidad, de un nuevo y más peligroso él. Nunca se había sentido tan ofuscado por la lujuria. A lo mejor era algo en Peter, eso horrible que vio en su rostro. El hombre se aflojó la corbata roja que tenía en el cuello. Resaltaba de entre el color blanco de su camisa y el negro del traje de gala. Peter se hacía del rogar y miraba al chico castaño como lo que quería ser tratado, como un maldito juguete sexual, que sólo se hace domar para cumplir las fantasías más oscuras de los demás. Peter le devoraba cada centímetro con una mirada que denotaba hambre y gula. Se posicionó sobre él, las rodillas sobre la cama, su cuerpo casi sobre Stiles, le rompió la remera rápido y con fuerza, pero con toque tan especial que hasta el sólo sonido de las fibras rompiéndose le masajearon los oídos a Stiles, los trozos los observaron volando hacia los costados con delicadeza. El hombro posó sus dientes sobre el desnudo abdomen del castaño, sus caninos eran muy prominentes, rasgaban la piel del chico de manera deliciosa. La boca del hombre se puso sobre el miembro del chico quien ya estaba tan duro que le dolía si no le quitaban los pantalones de prisa. Era como un ritual salvaje al que se entregaban, más bien, no era como, era uno de verdad. Peter le miró a los ojos, mordió su miembro, primero lento, y después un poco más fuerte y más y más. Hasta que el Stilinski gimió del dolor, pero ese dolor le parecía, tan fascinante. Se levantó, vio a Stiles con petulancia, como si se fuera a follar a una maldita puta sin dignidad, le gustaba esa idea. El castaño se lamía el labio y lo tenía tan rojo que ni siquiera un jitomate se la parecería. Peter le jaló los pantalones con una fuerza hercúlea, salieron con toda y ropa interior dejando al chico por completo expuesto y expectante, se sentía más que deseado, se sentía en el lugar que quería estar siempre, muy en el fondo, siempre quiso que le trataran como una basura, toda la vida le habían tratado con buena exuberancia, como a un príncipe, como una delicada rosa, estaba tan harto de eso.

Stiles se incorporó sobre el colchón para sentarse y después abalanzarse como un jodido león hambriento de carne, pero no lo logró. El hombre le tomó por los hombros y le empujó con fuerza hasta que la espalda del chico tocó las telas de nuevo. Su espalda caliente impactó la superficie fría de la cama, poco faltaba para que saliera vapor de las sabanas.

Peter tomó una pierna de Stiles, vio los dedos, no lo dudó ni un segundo, metió su pulgar en la boca y lo lamió con gozo, esa sensación de tenerlo sólo para él, el silencio incluso era abrumador, la respiración de Stiles era fuerte, su pálido pecho subía y bajaba cada tres segundos. La boca del hombre Hale se pasó hasta la pierna de Stiles, dejando que su labio inferior se pasara por la piel del chico, para después absorber carne de su muslo en la boca. Las manos del castaño se aferraban a las cobijas con muchas fuerzas, se estrujaban blancas con líneas de sombras. Peter le miró una vez más con una mirada llena de concupiscencia, esperando que Stiles se lo pidiera, pero él castaño no lo haría, no al menos ahora. Sin embargo su expresión lo demostraba y eso era más que suficiente para el hombre Hale, adoraba y le fascinaba esa expresión desesperada, necesitada de placer. Los pulgares de Peter le masajeaban los muslos para relajarlo un poco, aunque éste ya estaba más que extendido, apenas y podía moverse, se sentía como una bolsa de agua caliente. Los labios del hombre tocaron los tibios testículos del muchacho, le acarició la piel, disfrutó de cada textura, cada relieve, la suavidad, el peso de ambos testículos sobre su rostro y como se desplazaban con el movimiento. De la punta del pene del chico Stilinski escurría un líquido transparente producto de la excitación, cada rose del cabello del hombre en aquella polla hacía que Stiles se retorciera más, e impulsaba las caderas más arriba.

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