Capitulo 29

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Elizabeth POV

Había regresado a mi hogar. Estaba cansada. Ni siquiera aguarde a ver la mirada acusadora de Amy. Ni siquiera espere a encontrarme con la mirada triste de Arakiel.

Llegué a mi estudio y cerré la puerta con llave. No quería nada. Era tan extraño. ¿Cómo es que le amaba a ambos? Suspiré. Me senté en el banquillo del piano. Mis dedos revolotearon por las teclas de manera improvisada. Suspiré.

Recordaba nuestro trayecto. ¿Que se supone que haga? No quería verlo sufrir... Sin embargo no quería dejar a Arakiel. Era todo tan frustrante. Toqué sin siquiera pensar en el do re mi de la canción, era simplemente monótono. Sin embargo, contenía lo poco y mucho de lo que sentía. Mi deseo porque todo fuera tan simple como no pasarme de la rayita cuando coloreaba de pequeña.

Suspiré. Madre, pensé. ¿Qué hago ahora? Miraba al vacío con una simpleza, como si fuera una simple muñeca de porcelana en vez de una persona. No quería pensar más y sin embargo, era lo que más hacía. Pensar, pensamientos. ¿Por qué  nunca lo dejan a uno en paz? ¿Por qué  siempre te perseguían? Seguí tocando monótonamente la canción, mi vida.

Aun no podía dejar de pensar ¿acaso si hubiera muerto si yo no hubiese llegado a tiempo? Recuerdo el ácido sabor de su sangre infectada. Cómo lo encontré gimiendo y llorando del dolor que causaba su muerte. Sin embargo no percibí con claridad la forma de morir que el más temía. Por alguna razón sentí lo que él sentía. No había miedo a las enfermedades. No había miedo a morir. Era miedo a estar solo y sufrir mientras moría.

Sentía la desesperación en el, el ya había querido morir. Lo habría hecho. Todo por mi jodida culpa. ¿Es que nunca lo consideré a él? Era egoísta, de eso me daba cuenta. ¿Acaso yo siempre fui la del problema? Pensé mientras la agonía me consumía entre mas me adentraba a la canción que tocaba. Entonces la canción se volvió rápida, ágil y llena de sentimiento. Era como me sentía: había dejado de ser monótona. Si la canción fuera un clima sería un huracán. Esto era lo que sentía un revoloteó feroz de sentimientos que amenazaban con ahogarme. La desesperación me carcomía. ¿Qué era lo que debía hacer? ¿Qué era lo que quería hacer? ¿Qué era lo sensato? ¿Lo correcto?

Suspiré llena de frustración. Le di un buen golpe al piano mientras las lágrimas comenzaban a salirse de mis cuencas. ¿Qué hago? ¿Qué hago?

Se escuchó un tímido golpeteo de nudillos en la puerta. No conteste. No quería que nadie me viera así. Jure no hacerme ver nunca como una frágil y estúpida chica de nuevo. No quería. Lo había jurado desde la primera vez que Johanna me había golpeado. Sollocé en silencio mientras que deseaba que cualquier persona que estuviera detrás del marco de la puerta se largara de una buena vez.

El toqueteo siguió insistiendo hasta que escuché la voz que aquel demonio.

"Elizabeth... Se que escuchas. Ábreme." Dijo terminando en un suave susurro.

No le contesté. Arakiel. Con quien mas pena tenía. Era mi esposo, no quería que me viera así, desdichada. Si el todo lo que me había dado era felicidad y mucha paciencia. No me merecía a ese chico. Simplemente no lo hacía.

Y me daba mucha pena con el asimilar aquel huracan de emociones que sentía ahora mismo.

"Elizabeth." Dijo en otro susurró que reflejaba la angustia y el dolor que el sentia.

La puerta se abrió quien sabe como, pero bueno: somos inmortales. Llegó a mí socorro sin decir ni una sola palabra. Me sostuvo en sus firmes y protectores brazos mientras yo luchaba por alejarme. El me gruño un poco e incremento un poco su fuerza para no dejarme ir.

The Chosen Ones II : DarknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora