Observé por última vez mi hogar. No lo volvería a ver en los próximos 10 meses.
Extrañaría el sonido de la ciudad despertando, su hora pico y el silencio de la noche.Suspire con nostalgia, sintiendo que ya extrañaba mi pequeño departamento a pesar de ni siquiera haber salido de el.
Tomé mis maletas, mi bolso y a mi amado Chelo.
Salí del departamento, cerrando con llave y comencé a bajar las escaleras, observando con cuidado y atención los detalles de mi pequeño recorrido, esto también lo extrañaría, estas molestas y rechinantes escaleras que muchas veces pedí al casero, junto con otros inquilinos, que las reparara.Sonreí.
-Aun así las extrañaré -susurré para mi misma, llegando a la salida de la residencia.
Fuera me esperaba un coche.
-¿Srt. Satō? -se acercó el hombre, interrogado.
-Narrador.
-Si, Akane Satō... por ahora -asintió la chica, acercándose al coche. Observó de nuevo la estancia que consideraba su hogar y sonrió con tristeza.
-Regresare, Ryu... Ambos lo haremos.
Akane subió al coche, aceptando con la frente en alto su destino, no dudaría, no ahora que todo ya ha sido colocado en su lugar, ya no había vuelta atrás, el punto de retorno nunca existió. Lo había hecho.
(...)
-Hemos llegado, Srt -avisó el conductor, abriendo la puerta de Akane, permitiéndole que bajara. Después bajó sus maletas y las dejó en la entrada, dejando a Akane algo desconcertada.-Mis disculpas, Srt. Sakamaki.
Akane no se mostró muy sorprendida, puesto que una vez dentro de los terrenos de la mansión, ella dejaría de ser Akane Satō. Ahora ella pertenecía a la familia Sakamaki.
-No tengo permitido entrar.
Agregó.Akane le sonrió.
-No te preocupes, esta bien -se acercó a la puerta-. Puedes marcharte ahora.
El chofer hizo una reverencia mostrando respeto, subió al coche y se marchó.
Akane volteó de nuevo hacia la entrada que resguardaba un gran portón de rejas.
Suspiró con pereza y levantó sus cosas.
-Se supone que no debo hacer estos esfuerzos -se quejó con molestia, encaminándose dentro de los terrenos de la mansión.
Su primera impresión sobre la mansión no fue mala del todo, a pesar de no tener sirvientes como ella imaginaba, por lo menos lo recompensaba las vistas. Justo a la entrada ya se podía notar la majestuosidad de la mansión, sus colores encajaban perfectamente el uno con el otro, y una bella fuente adornaba el centro del camino a la mansión.
-Karl, tus gustos no son para nada malos... eso es lo único positivo en ti que conozco.
Habló en voz alta sin querer. Rió por su comentario y siguió caminando hasta la puerta de entrada.
Sacó del bolsillo de su saco una llave dorada, un poco oxidada; Karl se la había entregado el día que cerraron "el acuerdo", y mencionó que era un llave maestra.
Abrió con cuidado la cerradura de la puerta.
Encontrándose con más belleza.El camino de la puerta principal al centro, era un corto pasillo, si se le puede llamar así, y a los costados habían pilares. Proseguía una enorme habitación, la alfombra roja que partía de la entrada, se abría paso hasta el piso superior, pasando por arriba de una preciosa escalera central. En el techo colgaba un gran candelabro dorado, adornado con piedras en forma de diamante y que cuya fuente de luz eran innumerables velas que lograban iluminar la sala.
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La Cuarta. [Diabolik Lovers].
FanfictionNovia tras novia, enviada a la mansión Sakamaki, sufría el mismo cruel destino: Ser devorada hasta el último aliento por los seis hijos de Karl; buscando incansablemente la Novia prometida, siempre buscando a Eva. Pero nunca imaginaron, que la nueva...