VI.

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Los seis chicos observaban con culpa y arrepentimiento a la mujer inconsciente que se encontraba recostada en la cama de su padre.

A pesar de haber estado perfectamente bien hace una horas en el comedor, la pelinegra ahora se veía pálida y su respiración era irregular.

Estaba entrando en su quinto mes de embarazo, y su estómago, aun pequeño, se podía apreciar más abultado y redondo.

Kanato, observaba con gran curiosidad esa pequeña mullida forma, y no pudo evitar acercarse y colocar su cabeza delicadamente en el vientre de la pelinegra.

El silencio le permitió escuchar unos pequeños y tranquilos, pero constantes latidos.

—...puedo escucharlo.
Susurró sonriendo con fascinación.

El resto sólo observaban sumidos en sus pensamientos.

Cada uno debatía entre proseguir con lo que habían planeado en el comedor, o dejar a su hermano vivir.

Era una decisión difícil, aunque ya tuviesen a Akane inconsciente y lo necesario para intervenir su embarazo, el comportamiento protector y el recuerdo de como había defendido a su bebé, les estaba haciendo dudar.

—...Akane es especial para todos nosotros— habló, repentinamente, Shu. Llamando la atención de sus hermanos. —y el que este en peligro nos inquieta y frustra— siguió hablando mientras se quitaba los audífonos. —pero, ¿realmente vamos a arrebatarle lo que más ama?.

—...es necesario— aseguró Ayato, sorprendiendo a todos. —si no queremos perderla, tendremos que lastimarla, aunque no quiera volver a hablarnos, aunque no quiera volver a vernos...aunque nos odie, debemos salvarla.

De nuevo el silencio tomó el control del ambiente.
Desde que habían entrado a esa habitación comenzaron a repetir una y otra vez el mismo ciclo. Opinar, pensar, opinar y volver a pensar. Sin llegar a una conclusión.

Pero era hora de tomar una decisión.

Reiji salió de la habitación, sin ser notado. Y al cabo de unos minutos llegó con un maletín de cuero negro, un extraño perchero con bolsas y un par de guantes de látex ya puestos.

El chirrido del perchero médico que mantenía las bolsas fue lo que sacó a los chicos de su laguna mental.

Reiji, sin importarle la incertidumbre que reflejaban los rostros de sus hermanos, comenzó a preparar todo lo necesario.

Lo necesario para separar de Akane lo que le hacía daño.

El resto sólo se alejó y no replicaron. Después de todo ninguno tuvo el valor de decidir en un momento tan crucial en la vida de Akane.

El pelinegro deslizó las sábanas que cubrían a Akane y levantó hasta por debajo de su pecho la camisa de la pelinegra.

Aplicó lo necesario para prevenir infecciones, tomó el bisturí que había acomodado anteriormente en una bandeja junto con otros instrumentos quirúrgicos.
Lo posicionó sobre el vientre de Akane, justo debajo de su ombligo.

Lo bajo lentamente ideando en su mente como seria el proceso.
Estuvo a punto de tocar la pálida piel de la pelinegra.

Pero su mano fue detenida.

Sus hermanos, quienes también estaban a punto de detenerlo, observaron sorprendidos al pelinegro, que había sido detenido por su padre.

—Pero ¿qué creen que están haciendo?, mocosos.
Preguntó el albino con una sería y notoria molestia en su rostro.

Los jóvenes vampiros sintieron por primera vez el miedo a su padre molesto, al vampiro más fuerte molesto, a Karl Heinz enfurecido.

—S-si no hacemos algo, la perderemos— habló nervioso Reiji, alejando su mano de la inconsciente mujer. —esa cosa la esta asesinando desde dentro, sería peligroso que continúe, en el estado que est-.

La Cuarta. [Diabolik Lovers].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora