V.

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Habían pasado semanas desde que el pelinegro decidió ir en busca de su padre, en las cuales muchas cosas "positivas" sucedieron.

Pero también fueron las suficientes semanas como para que algunos tomasen como objetivo a Akane.

—Aka-cha~n, ¿Dónde estas?.

Se escuchó la vos de Laito, seguida de su característica risa, extendiéndose por el largo pasillo.

Tenía la intención de darle un pequeño mordisco a la pelinegra, después de todo el mediador había salido de casa, y su caballero protector se encontraba completamente dormido y encerrado en su habitación.

Todo estaba perfectamente acomodado para que el pelirrojo se tomase su tiempo en "devorarle" y esta vez no planeaba desaprovecharlo de nuevo.

Akane continuó corriendo a lo largo del pasillo, llamando varias veces al rubio que se encontraba encerrado en su habitación, pero este no acudía en su ayuda.

—¡J-joder!.
Exclamó asustada y molesta.

¿Realmente esto sería todo?, terminaría siendo devorada por un vampiro, sin siquiera haber visto por lo menos a su hijo nacer.

Las piernas de la pelinegra comenzaban a arder y su respiración comenzaba a ser entrecortada y pesada; su reciente peso extra con cuatro meses no era mucho, pero marcaba el cansancio por la falta de nutrientes excesivos que el pequeño vampiro consumía. Dejándola más débil de lo normal.

Pero a pesar de esto, seguía corriendo, sin mirar atrás y sin esperar a nada.
Sólo seguía corriendo, y no planeaba parar hasta estar segura de que nada malo le sucediera a su retoño.

Repentinamente, un brazo se interpuso en su camino, sorprendiéndola.
La tomó de la cintura y la jaló hasta una habitación.

—Que problemática eres, pechos monstruosos.

Akane abrió sus ojos al escuchar esa vos, que cerró en el momento que creyó que caería por chocar contra ese brazo, y observó con asombro a su salvador.

—¿A-Ayato?.
Apenas pronunció por la sorpresa de ver que quien la había sacado de esa tediosa persecución fue ese egocéntrico pelirrojo, que desde el principio se vio disgustado por su presencia.

—¿Qué?, ¿No hay un "Gracias Ayato-sama por salvar mi insignificante vida"?.
Cuestionó irritado, sentándose en la cama de colcha roja. Parecía ser, que Akane término en la habitación de Ayato.

—Y-yo— tartamudeo aún sorprendida. —Gra-cias.

El menor entre cerró los ojos, pareciendo pensar en algo.

—...esa estúpida pose de víctima— pronunció molesto. —no lo hagas, levántate del suelo.

Le ordenó con molestia, desviando la vista. No sin antes haber tenido el descuido de dejar notar a Akane la tristeza que reflejaban sus ojos.

La pelinegra se levantó con un poco de dificultad y caminó hasta donde estaba el pelirrojo, sentándose a su lado.

—¿Qué estas haciendo, Tetas monstruosas?.
Cuestionó un poco sorprendido.

Akane frunció el ceño y endureció la mirada.

—No soy "tetas monstruosas"—alzó las manos, haciendo las "comillas" con sus dedos. —mi nombre es Akane Sat-.
Se detuvo antes de terminar su frase, recordando que... ese ya no era su nombre.

La mujer que ella era, aquella cuyo apellido era Satō dejó de existir, dejando lugar a una Sakamaki más.

—Akane... Sakamaki...
Susurró la chica su propio nombre.

La Cuarta. [Diabolik Lovers].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora