Capítulo18º: Enfrentarse a la realidad

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Zulema.
Ya empezaban a sacarla al patio. ¡Por fin! Después de tres semanas en Cruz del Sur sin salir del módulo de peligrosas, ya la dejaban ir al patio a tomar un poco el aire. Estar en el módulo de peligrosas no le gustaba lo más mínimo, y sabía que tardaría un tiempo en volver con el resto de presas. Sin embargo, el hecho de dejarla salir al patio ya significaba que le ofrecían ciertos derechos que tenía antes, y era justo lo que necesitaba para su nuevo plan...
El módulo de peligrosas estaba al lado del resto de presas, pero solo coincidían cuando ambos módulos salían al patio. Además separaba a ambos módulos una verja muy alta, por lo que solo podían mirarse y hablarse tras ella. No obstante, Zulema era lo único que necesitaba. Solo quería controlarlas...
Cuando la mora salió al patio, observó el cielo y extendió los brazos. Llevaba mes y medio sin ver la luz del sol, y eso le animó. Después empezó a caminar por el patio con las manos metidas en los bolsos del pantalón con un aire muy despreocupado, pero en realidad estaba muy atenta mirando a las presas que se encontraban al otro lado de la valla.
La primera figura en la que se posó su vista fue la de Saray, que estaba jugando al baloncesto con el resto de reclusas. Parecía que se llevaba bien con una mujer pelirroja con tatuajes, pues esta al marcar una canasta la cogió por las piernas  y la aupó, debía de ser nueva. Zulema no pudo evitar sentir un pinchazo en el pecho. No podía creerlo, pero echaba de menos a la gitana, y le importaba quien fuera ahora su nueva compañera. También observó a la Madame, que yacía en una esquina del patio con la mirada perdida, debía tener problemas. Y buscó a la dueña de la rubia cabellera que tantos dolores de cabeza le había producido. Macarena estaba en una de las mesas redondas jugando a las cartas con Jackie y Rizos, mientras se reían unas de otras. Zulema sintió unas ganas inmensas de abalanzarse contra ella y ahogarla con las manos, pero sabía que eso era imposible.
Se acercó a la valla con la esperanza de que el resto de presas la vieran. Claramente, las reclusas se percataron de su presencia, pero solo Saray se acercó. Esta al llegar a su altura la escupió y le dio a Zulema en toda la cara.
-Sabía que eras vulgar, pero no tanto. –Zulema con su particular calma se limpió el escupitajo.
-Mira Zulema por mí puedes morirte. –tanto Saray como Zulema se acercaron mucho a la valla, quedaron cara a cara. –Me abandonaste, dejaste que me cogieran.
-No tenía elección. -Zulema miraba fijamente a los ojos a Saray. –O me escapaba sola, o nos cogerían a las dos. Y sabes tan bien como yo que no podía volver a por ti.
Saray se quedó unos segundos callada sin saber que decir, hasta que se acercó Vera a su encuentro.
-Vaya, vaya. Tú debes Zulema, aquí la peña no deja de hablar de ti.
-¿Y esta quien es gitana? ¿Tú nueva novia? –Zulema reía.
-Eh eh, para empezar no soy ninguna come coños. Tú estás ahí, y yo aquí. Cada una está en el lugar que debe. Así que mira a ver de quien te ríes. –Vera se empezaba a enfurecer ante la expresión de asco de Zulema. Mientras tanto esta ignoró el comentario de Vera.
-Mira Saray no pretendo que me perdones, sino que no lo entiendas. Después de unos años juntas me he dado cuenta de una cosa, y es que no tienes ni un pelo de tonta. Así que a partir de ahora piensa las cosas antes de actuar. –Zulema era demasiado inteligente.
Saray junto con Vera volvieron a jugar al baloncesto y Zulema las vio irse, realmente estaba triste. En estas vio acercarse a Macarena que con paso muy firme iba a su encuentro. Se quedaron una frente a la otra.
-Te sienta bien ese mono amarillo rubita. Pronto volveré y me pondrán uno igual y podremos valorar a quien de las dos le queda mejor.
-Te esperare aquí impaciente.- alegó Macarena muy directa.
Zulema se fue sin darle la espalda a Macarena y continuó caminando por el patio. Se dio cuenta de la expresión tan valiente y dura de Macarena. ¿Qué se había perdido en estas últimas semanas?

Fabio.
Las cosas no podían ir peor. Carolina se había marchado de casa, para irse a la de su madre, quería permanecer un tiempo alejada de él. Fabio no lo podía soportar, sentía un afecto muy profundo por su esposa, pero parecía que había perdido esa pasión que anteriormente sentía por ella. Quizás lo mejor para ambos era eso, estar un tiempo alejados. Así Fabio podría pensar bien las cosas. Pero solo le venía a la mente el momento en el que se había acostado con Macarena. Había sido fantástico, realmente muy excitante, pero sentía que por Macarena solo era una profunda atracción. Quería ayudarla, cuidarla y protegerla, sabía que se lo debía después de todo el daño que le había producido. Se sentía muy culpable por ello y quería compensárselo bien. Por eso debía desenmascarar a Sandoval y proteger al resto de presas.
-Fabio tengo que hablar contigo. –Richi estaba muy nervioso. –Sé que eres consciente de que Sandoval acosa a las presas. Tenemos que impedirlo.
-¿Cómo dices Ricardo? – Fabio se había quedado muy sorprendido.
-He visto videos, y además la actitud del doctor en ellos me lo confirma. Tenemos que evitar que les haga cualquier cosa.
Fabio no podía creer lo que estaba escuchando. Richi sabía lo del doctor, y además quería hacerle frente. Fabio había pegado la paliza de su vida al doctor, pero no había denunciado los hechos, ahora se sentía fatal. Ricardo tenía razón, pero no se fiaba al completo de él. Necesitaba más tiempo para confiar.
-Es muy grave acusar de un delito de acoso al personal de un centro penitenciario, Ricardo. Será mejor que dejes tus juegos de militares y te pongas a hacer tu trabajo, que es por eso por lo que te pagan. –Fabio fue cortante y siguió haciendo su ronda matutina.
-Soy consciente de que estás al tanto de los hechos. Me parece lamentable que no quieras hacer nada al respecto. Eso es de cobardes, y ¿sabes? Tú no tienes pinta de serlo. –Richi se había vuelto a la defensiva y había conseguido llamar la atención de Fabio.
-No tienes ni idea de lo que soy ni de lo que puedo llegar a hacer. – Fabio se dio la vuelta y observó a Richi.
-Yo voy a hacerle pagar lo que les ha hecho a esas mujeres. Si tú quieres ser un cobarde, allá tú. Si no lo haces conmigo, lo haré yo solo. Tú verás si quieres ser responsable de que Sandoval siga torturándolas, o quieres ayudarme a darle su merecido.
Fabio se quedó sin palabras ante la actitud de Ricardo. Tenía razón. Debían hacer algo y rápido.

Vis a vis segunda temporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora