30 de enero.

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Habían organizado un almuerzo familiar de lo cual no tenía ganas de ir, tan solo saber que me mirarían con lástima o hablarían de las anécdotas y saber que sería raro estar allí, me frustraba. Y así sucedió, mis primos corrían de un lado a otro, me miraban como si nunca me hubiesen visto. Y ahí empezaron mis tías con sus abrazos, y diciéndome que pensaba que me perdían, hablaban una encima de la otra, contándome cosas de mi infancia, lo cual me empezó a doler la cabeza, trataba de relacionar todo pero no podía. Grite que pararan, y salí corriendo al patio llorando. Estaba atascada en un pozo negro, que no me permitía ver más allá.

Recuerdos del vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora