Capítulo 8:

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Para Nicoletta:

Sólo deseo que ésta carta llegue a tus manos, yo mismo la vine a dejar a tu casa, pero no sé si tú madre te dejará leerla.

Confiando que es hací te explicaré porque razón es mi carta. Se que fuí inresponsable con tigo, y que debí preocuparme más por tí, pero éso fue un derecho que me fue negado. No fué una decisión que la tomé yo mismo. Los detalles te lo explicaré personalmente.

Lo único cercano tuyo que tengo es una fotografía de cuando tenías sólo siete meses, de ahí no sé nada más de tí.
Espero que aceptes mi invitación y no me niegues la oportunidad de conocerte.
Te estaré esperando mañana a las 11:00 am en la cafetería "Las delicias" , está muy cerca de donde vives y no te será difícil ir.

Se despide con cariño tú padre.

Me fué difícil no soltar algunas lágrimas. ¿Quién le habrá negado conocerme? ¿Mi madre? ¿Podía confiar en lo que él me decía? ¿Iría a verlo mañana? Creo que debería darle la oportunidad de explicarse, si le creo o no éso ya es otra cosa.

Guardé la carta en el sobre, lo iba a poner en mi mochila cuando siento la reja de la entrada abrirse. Me quedé congelada unos segundo. ¿Había vuelto a la casa? Me asomé a la ventana para confirmar mis sospechas. Porque rayos no sé podía quedar con quién sea que estuviese con ella.

Me sentía débil, muy débil todo estaba perfecto, pero tuvo que llegar ella para arruinarlo todo. Pero ésta vez no venía sola, venía con un hombre grande y corpulento, tenía una mirada fría, pero le sonreía perversamente a Jacqueline. Luego posó su mirada en mí, me estremecí al darme cuenta como me miraba. Me miró detalladamente de pies a cabeza. Que sepa éste idiota que yo no soy como la mujer que está a su lado.

¿Por qué Jacqueline trajo a un hombre a la casa? Siempre los veía en otra parte no le gustaba que supiera nada de ella.

Al parecer ambos estaban ebrios porque no sé podían sostener por sí mismos. Quise subir corriendo las escaleras para encerrarme en mí cuarto, pero alguien me detuvo.

-Valla que bella muchachita, eres igualita a tu madre cuando era más joven. Por cierto ¿Adónde ibas?- trataba de soltarme de su agarre pero él era mucho más fuerte que yo.

-¡Suéltame! Además yo no tengo ningún parecido con ésta mujer- dije apuntando a Jacqueline.

-Jajajajaja hasta tienen el mismo carácter, son tal para cuál- dijo acercándose más a mí. Éste hombre ya me estaba aburriendo, además que su aliento era asqueroso.

-Ésa es una estúpida mimada Roberto, no tiene respeto por nadie, se cree la única del planeta es igual de arrogante que el inútil de su padre. Ella es mierda mezclada con basura.- dijo Jacqueline sonriendo triunfalmente, creyó que con éso me quedaría callada.

-Y la mierda la saqué de tí- No me dejó terminar porque me pegó una cachetada en la mejilla derecha. No sé que rayos tenía ése lado que siempre me golpeaba ahí.

-¡No me hables hací! ¡Eres basura y la basura no habla! Si sigues con tu jueguito de "yo soy mejor que tú" le diré a Roberto que se encargue de tí, para que aprendas lo que verdad es sufrir.- aproveché que el tal Roberto no me tenía sujetada para salir corriendo a mí habitación. Le puse seguro apenas entré, no quería ni imaginarme lo que me podía hacer ése hombre, y más si era con el acontecimiento de Jacqueline.

Pasaron las horas y me dí cuenta que debía almorzar hace mucho tiempo, ya eran las ocho de la noche, por lo que decidí bajar a la cocina para ver si había algo para comer.

Al salir de la pieza me dí cuenta que Roberto y Jacqueline estaban en su habitación con la puerta cerrada, haciendo que cosas eso no me importaba.

Traté de cerrar la puerta lo más despacio posible para que no me escucharan cuando saliera y lo logré pero lo que no tenía tomado en cuanta es que el piso del pasillo estaba hecho de madera, y que al pasarlo crujiría con cada pisada mía. Intenté hacerlo rápido tal vez no me habían escuchado.

Bajé las escaleras muy rápido y entré a la cocina, busqué en el refrigerador primero, pero no encontré más que una margarina, un jugo y hielo. Fuí hasta los cajones pero tampoco había nada, resignada decidí volver a mi habitación, tal vez podía sacar algo de dinero que tenía guardado.

Iba saliendo de la cocina cuando me encontré con Roberto mirándome desde donde estaba la entrada.

-¿Buscándo comida, bonita?- me dijo con una sonrisa burlona, odié su sonrisa desde que lo ví y la odio doblemente ahora. Era un viejo asqueroso no lo soportaba.

-Eso a tí no te importa. ¿Te puedes mover? Estas destruyendo mi camino.

-Primero- me agarró del brazo -no me hables hací, o te enseñaré a respetarme. Y segundo si quieres comer tendrás que ganarte la comida primero.- acercó su rostro hasta mí, estábamos muy cerca su nariz topaba con la mía. Comencé a temblar, me daba miedo lo que se le podía pasar por la cabeza a éste hombre.

Intenté soltarme de su agarre y también poder alejarme pero me había agarrado con ambas manos acercándome cada vez más a él.

Nos arrastró a ambos hacia la cocina y luego cerró la puerta de ésta. Mi corazón latió mil, quería gritar para alertar a alguien que puede ayudarme, pero la voz no me salía. Además que aunque gritara nadie podría escucharme, la única sería Jacqueline pero no si sería realmente de ayuda.

Me agarró la cara intentando darme un beso, afortunadamente alcancé a esquivarlo, pero eso no sirvió para que parara. Entonces ahí si pude gritar, gritaba con todas mis fuerzas, le pedía a él que me soltara, y también pedía ayuda.

Cuando ya estaba muy cerca de mis labios tocaron la puerta, algo dentro de mi me liberó, sentía que podía respirar como si no lo hubiese hecho hace mucho tiempo.

Me aproveché que no me estaba agarrando el brazo y fuí en dirección a la puerta de la entrada. Quién fuera que estaba al otro lado era mi salvador.

Y al abrirla no era nada más y nada menos que Matt, se le veía que estaba preocupado, y que había estado corriendo, porque su respiración era muy acelerada.

-¡O por dios! Creí que te había pasado algo- me dió un abrazo -¿Por qué no me contestaste mis mensajes?- se separó de mí -Te dije que te estaría hablando para saber si estabas bien.

-Lo siento no me dí cuenta que me habías hablado, hasta creo que ni tiene batería mi celular. No fue mi intención que te preocuparas por mí.

-Bueno debes tener tus razones ¿no?

-Si claro, vamos a otro lado y yo te lo explico. A donde sea pero aquí prefiero que no.

-Umm... vamos a caminar por ahí mientras me cuentas.

-Si, sí vamos- lo agarré del brazo llevándolo fuera de mi casa. No sabía si en realidad quería sacarlo a él o a mí de éste lugar.

Escuchaba de lejos como Roberto gritaba unas cosas, no quería detenerme a pensar que era lo que podía ser, yo sólo quería alejarme lo más rápido posible.

No juzges sentimientos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora