Capítulo 10.

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¡Oh, Marcus querido, estas jodido!

Al pensar eso no me siento mal por él. Una alegría macabra, la cual no conocía en mí, surge en mi interior. Aunque al instante intento apartarla de mí. No me gustaría estar en su lugar.

Me interpongo entre ambos cuando comienzan a lanzarse miradas penetrantes, supongo, listos para atacar al otro.

—¡Chicos, chicos, chicos! Es súper sexy ver a dos hombres peleándose, contrariamente eso no va a suceder aquí —coloco mis manos en el pecho de cada uno— Marcus —este me mira— No pelees y hables mal a una persona a la cual nunca antes viste. ¿No te enseño eso tu madre? —este baja su cabeza avergonzado— Y usted —me dirijo a Lev—, no tenía que meter su nariz en algo que no es de su incumbencia, puedo defenderme sola.

—Eso no es lo que parecía cuando entre aquí.

—Está equivocado. Yo me estaba defendiendo muy bien antes de su llegada —Lev hace una mueca pero no dice nada. Pasan unos segundos donde nadie dice nada. Cuando Lev mira su pecho, me percato que aún tengo mi mano sobre este— Lo lamento —avergonzada rápidamente aparto mi mano—. Ahora si no es mucho pedir —sonrió malvadamente. Me encanta ser la voz de la razón— Pídanse perdón y dense un apretón de manos para solucionar todo este embrollo —dicho esto, doy una palmada en el aire.

Ambos, hombre y muchacho, se acercan no muy animados con lo que deben hacer, y se estrechan la mano solo un segundo, apartándose al instante. Con disimulo veo como Marcus friega su mano por su pantalón. ¡Si, será!

—No se han pedido perdón —señalo.

—Pero, Marie...

—Nada, Marcus, pide perdón al señor. Y usted al muchacho —oculto mi risa con una tos falsa, cuando los veo hacer una mueca a ambos con el apodo con lo que los llame.

—Disculpe, señor.

—Claro, muchacho. No hay problema —la cara de ambos es como si hubieran chupado un limón.

—¡Marie! —rezonga Marcus como un niño. Eso es exasperante— El señor no me pidió perdón —sin poder creer lo que escucho, largo una enorme carcajada. Eso es algo muy patético de decir para un muchacho grande, y mucho más patético para uno que es una estrella adolescente, y rompecorazones empedernido.

Me siento como en alguna cámara escondida. Esto solo sucede en televisión.

—¡Oh, Marcus! En momentos como estos es donde te quiero —me acerco y lo abrazo— Eres tan exagerado.

—Eso no es verdad.

—Por supuesto que sí. Actúas como un niño la mayor parte del tiempo, a no ser que estés en modo de caza de alguna jovencita —ambos nos reímos. Eso es verdad.

—Solo lo hago para hacerte reír, nena.

—¡Agh! Esa parte de ti ya no me gusta —me aparto otra vez— Uno te da la mano y tú ya te tomas del codo. Retiro haberte dicho que te quiero y el abrazo también —para mostrarle que solo bromeo, le sonrió.

—Amas todas mis partes nena —el doble sentido no pasa desapercibido.

—¡Listo, Marcus! Ya me estas molestando de nuevo. Dices un comentario malintencionado otra vez, y te dejo sin descendencia. ¿Entendido?

A mi espalda escucho a alguien aclararse la garganta. ¡Oh, Margot! Me olvide por un momento de que mi obsesión, se encontraba en la misma habitación que yo. Y como costumbre hice el ridículo. Despacio me doy vuelta y le sonrió. Aunque estoy segura que en mi rostro se nota la vergüenza y la desesperación.

—Lamento interrumpir su charla corazón a corazón, pero tenemos que irnos Marie —la molestia es palpable en su voz, aunque la enmascara no muy bien con una sonrisa, una mortal sonrisa. Creo que voy a hiperventilar.

—¡Es verdad! —Lo único que me falta hacer en este momento es golpearme la cabeza con una mano para dar el énfasis de que soy una patética niña— Ya estoy lista, solo tomo mi cartera y vamos —la deje sobre el sofá la última vez que la ocupe. Me apresuro a tomarla y emprendo mi marcha hacia la salida— Nos vemos Marcus —miro para atrás y saludo con la mano. Su rostro al vernos irnos es de confusión y molestia.

—Muy amable el muchacho de ahí —menciona unos minutos después de tanto silencio, Lev. Mientras tanto recorremos un largo corredor. La salida se encuentra varios minutos por delante.

—Seh, muy amable —le respondo burlona. Los dos nos miramos y nos reímos.

—¿De dónde lo sacaron?

—La verdad es que cuando nuestro manager tomo ese cargo, nos obligó a formar el grupo, al otro día de eso, ya teníamos a los integrantes.

—¿Y no hicieron un casting?

—Nosotras no estamos capacitadas para ello según Jerry. ¿Y para que hacerlo? No sabemos tocar ningún instrumento.

—Eso es pura mierda. No tienen que hacer caso a todo los que les diga el maldito ese. Es un hombre muy manipulador por lo que vi —la ira enmascara su rostro.

Su hermoso rostro. El cual me doy cuenta en este momento está con sus piercing, sus deliciosos piercing, el del labio inferior, muy apetecible y el de la ceja. Y cuando habla logra distinguirse algo brillante en su lengua. Seguramente allí tiene otro. Con solo imaginarlo se me hace agua la boca.

—¿Marie?

—Mmhm, ¿he? —salgo de mi sueño erótico de lo que haría a su boca, al escucharlo decir mi nombre.

—¿Estás de acuerdo entonces?

—¿Con que?

—¿No escuchaste lo que acabo de decir?

—En realidad no —no puedo apartar mi vista de su boca. Es la boca más sexy y apetecible que alguna vez vi.

—Estaba diciendo que si no quieren seguir más con su manager te podría dar el número del mío. Ese hombre es un sumiso total, hace todo lo que deseas y más. Cuidara muy bien de sus intereses. Es muy eficiente.

—Claro —trago audiblemente. Sonríe. Vuelve a hacérseme agua la boca y vuelvo a tragar.

Quiero chupar ese labio.

—¿Te encuentras bien, Marie?

—Sí, muy bien. En realidad estoy en el cielo —cierro los ojos y me maldigo por lo bajo cuando me percato de la tontería que acabo de decir. Por lo visto no soy tan diferente al burro de Marcus. ¡Tonta, patética, estúpida! ¿Cómo demonios se te ocurre decir algo así?

—Oh, señor. Como voy a disfrutar de este paseo —su risa es como música para mis oídos. Se nota que ahora ya lo está disfrutando a lo grande con las tonterías que hago. No quiero ni pensar lo que puede pasar más adelante.

—Yo creo que no lo haré —murmuro por lo bajo. Hago una plegaria a Dios, pidiéndole que me ayude, guarde y proteja en este paseo. Y lo fundamental, que no me deje hacer el ridículo ante el hombre que me gusta.

Lev Hedeon. (+16)  S.D.A #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora