Capítulo 21. [Parte 1]

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Lev mira amenazadoramente a Marcus. Este le devuelve la mirada gustoso.

—¿Qué haces aquí, Lev? —me atrevo a preguntar. Su escalofriante mirada encuentra la mía después de unos segundos.

—¿Qué hago aquí? Vine a verte —ríe sin sentido—. ¿Y qué es lo que me encuentro después de pasar diez largos días preocupado? A la supuesta mujer que dice estar locamente enamorada de mí, pidiendo "más" al mocoso de la guitarra. Y no solo eso —se pasa las manos por la cara y comienza a caminar de ida y vuelta por la habitación—, veo en la televisión y en varias revistas que estabas pasándotelo de lo lindo la noche anterior.

Trago audiblemente y lo miro como un ciervo encandilado frente a los faroles de un automóvil, ante esa declaración. ¿Salí en la televisión y revistas? ¡Oh, Dios! Eso no es nada bueno. ¿Qué será que dicen?

—Yo... Y-yo... —tartamudeo. No sé qué decir. Y eso ya es decir mucho. Nunca antes me paso algo así.

—Ella no tiene por qué darte explicaciones —la voz de Marcus me sobresalta, al estar la habitación en un silencio mortal, segundos antes—. La dejaste por más de diez días, después de haberla ilusionado. ¿Y ahora vienes y quieres explicaciones de lo que ella hace o no? Eres un maldito hipócrita, vejestorio.

—Esto no es de tu incumbencia muchacho —Lev mira fríamente a Marcus.

—Por supuesto que es de mi incumbencia. Porque después soy yo, quien la tiene que ver llorando por tu culpa —termina de hablar y se acerca a mí—. Te dejare a solos con él un momento, para que aclares todas las cosas. Si se comporta mal contigo solo llámame ¿De acuerdo? —asiento. Me da un beso en la coronilla y se va lanzando miradas amenazantes a Lev.

—¿De qué va todo esto, Marie? ¿Qué es lo que en realidad quieres? —pregunta frustrado.

—¿Qué quieres decir? —me sorprendo de mi capacidad para hacer esa pregunta sin tartamudear.

—Sabes lo que quiero decir. ¿Esto es un juego para ti? ¿Cuándo no estoy contigo, vas con el guitarrista? ¿Te gusta tener a dos hombres locos por ti?

—¡Yo no hago eso! —El grito molesto que sale de mi boca, nos sorprende a los dos.

—Eso no es lo que parece. Hace unos momentos te encontré... te encontré... ¡Dios! —Se pasa las manos por el cabello, despeinando esas hermosas hebras las cual en estos momentos están teñidas de negro. La última vez que lo vi, eran rubias—. Eres igual que todas.

Un dolor, ante esas palabras, se instala en mi pecho.

—No digas eso —envuelvo mi cinturas con mis temblorosos brazos—. ¡No sabes lo que dices! ¡Tú no sabes nada! —mi voz falla.

—Entonces ¿Qué significa lo que vi hace un momento? ¿He, Marie? Explícamelo, por favor, sino quieres que siga pensando eso de ti —con su mano derecha señala hacia la cama.

—No sucedió nada —un miedo irracional se apodera de mí ser. El miedo a perderlo. No puedo perder a mi Lev. Mi existencia seria miserable—. Marcus estaba jugando conmigo, él... él me despertó y me conto que todos estaban preocupados por mí. Que no podían despertarme porque anoche bebí demasia... —me detengo abruptamente de mi explicación llorosa, cuando algo hace clic en mi cabeza.

¿Por qué le tengo que dar explicaciones? ¿Por qué tengo miedo a perderlo? Si supuestamente por eso es que entre en una depresión los últimos días. ¿No fue él acaso el culpable que anoche bebiera de más? Que su huida y el hecho de no llamarme o darme alguna explicación de su desaparición, después del mejor momento de mi vida, fue lo que me llevo a estar en esta situación en este preciso momento.

—¡Continua! —su demanda hace aumentar la molestia en mí. Viene aquí, pidiendo explicaciones, cuando el que las tiene que dar es él. Y yo actuando como una estúpida. ¡Soy tan patética! Lágrimas de frustración y vergüenza acuden a mis ojos por mi estúpido comportamiento.

Este hombre, el cual sabe que lo amo, y que tiene total poder sobre mí, se aprovecha de ello. Está usándolo en este momento, para hacerme sentir mal, y así él no dar explicaciones de lo que hizo los últimos diez días. Está manipulándome.

Ante esa horrible realidad, mi cuerpo no tolera la presión, dejándose caer en la cama y salvándome por los pelos, de una caída estrepitosa al piso.

—¿Marie? —escucho los pasos de Lev al acercarse—. ¿Qué te sucede, Marie?

En mi mente soy consciente de sus palabras, sin embargo, no las proceso. Sé que está diciendo algo importante, también veo como a su rostro acude el temor, pero no soy capaz de nada. Mi cuerpo se convulsiona con sollozos. Solo soy capaz de ver su rostro y repetirme las mismas preguntas. ¿No soy nadie para este hombre, aparte de una loca/fan/enamorada? ¿No le importa mis sentimientos? ¿Siempre será así? ¿Ilusionándome un momento, y luego abandonándome, por el simple hecho de saber que me controla a su placer? ¡Es un ser despreciable! Mi Lev no tiene corazón.

¡Ya no es más tu Lev! ¡Nunca fue tu Lev! Por primera vez estoy de acuerdo con mi conciencia. Nunca fue mío.

—¡Por favor! ¡Contéstame, Marie! —Su rostro surcado de miedo, se instala frente a mí, separándonos solo unos centímetros, me hace prestarle atención a sus palabras—Estas asustándome pequeña —declara zarandeándome.

—¿P-por... por q-que... te f-fuiste y... y... no m-me llamaste?

—¿Ya te encuentras mejor? —alivio inunda su cara.

—¡Contesta mi pregunta! —demando alterada. ¿Qué le importa si me encuentro bien o no? Es su culpa que me encuentre así... no, en realidad, la culpa es completamente mía, por pensar siquiera que puedo tener algo con ese hombre. No nos encontramos en la misma liga. Somos de mundos diferentes, más bien, épocas diferentes. A su lado solo soy una patética niña, creyéndose la protagonista de un cuento de hadas.

Me sobresalto, luego de haber estado sumergidos en un profundo silencio, al escuchar el estrepitoso sonido proveniente de mi celular. Es una llamada. Con un poco de dificultad, aparto a Lev de mí, el cual queda con la palabra en la boca, y me levanto a buscar el móvil. Su sonido proviene de la esquina de la habitación, donde se encuentra tirada la falda que ocupe la noche anterior.

Después de buscar en todos los bolsillos, al fin lo encuentro, gracias al cielo, aún sigue sonando. En la pantalla aparece el rostro de un joven sonriendo junto a mí. Elías. El hoyuelo en su mejilla lo hace parecer muy adorable, algo que no es.

—¡Hola! ¿Elías?

—¿Quién sino, Marie? —pongo los ojos en blanco ante su comentario.

—Si llamas, por la simple razón, de solo tratarme mal y molestarme, ya te aviso que no estoy de humor.

—Oh, y con lo que te estoy por decir, solo va a empeorar tu animo —el placer en su voz, me hacer poner ansiosa. A Elías le encanta cuando otros están en problemas.

—¿Qué cosa es, Elías? Solo dispara todo de una sola vez. Ya nada más me puede sorprender —declaro, cansinamente.

—Mamá y papá están muy molestos contigo. En este momento están haciendo las maletas. Dentro de unas horas van a estar contigo en Italia.

—¿Qué? —bueno, eso sí que me sorprendió. No me lo esperaba.

—¿Algo anda mal? —la voz de Lev, me llega desde mi espalda. Finjo no escucharlo.

—Por favor, Eli. Dime que lo que me acabas de decir, solo es una de tus bromas de mal gusto —ruego.

—Ojalá lo fuera, Marie. Pero mamá y papá van a ir a cantarte las cuarentas.

¡Oh, Margot! Estoy perdida. Mamá y papá, los dos molestos, en una sola habitación, no es nada bueno.

Lev Hedeon. (+16)  S.D.A #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora