Capítulo 6.

4.1K 309 5
                                    

La proyección frente a mi sonríe.

—¿Qué me dices Marie? ¿Te gusta mi sorpresa?—interroga Jerry zamarreándome. Ante esto Lev levanta las cejas, al parecer no muy de acuerdo con lo que está diciendo Jerry.

—¿Qué hiciste Jerry? —exclamo estupefacta.

¿El imbécil de verdad se atrevió a invitar a Lev? Dios, esta despedido, no me importa un comino como nos las vamos a arreglar y todas las demandas que vamos a tener. En este momento eso me parece una pequeñez comparado con lo que acaba de hacer. ¿Cómo diablos se le ocurre hacer algo así? Y sin mi consentimiento.

—Jerry estás despedido —sentencio seriamente.

Expresado aquello salgo de mi camarín y no me importa nada más. Tengo muchas ganas de llorar, y no voy a dejar que esos dos me vean hacerlo. Soy muy orgullosa, no quiero que nadie me vea débil.

—Marie, espera —implora Jerry a mis espaldas— Vamos a hablarlo, por favor. No puedes despedirme. Solo porque hice lo que creí correcto. Es inaudito que digas algo que sabes no te va a convenir hacer si no quieres tener varios problemas —escucho sus pasos a mi espalda—. No corras... por... favor... que... creo... voy... a... morir —entre cada palabra jadea y hace una pausa de unos segundos.

Si tengo que otorgarle algo a su favor, es que es muy persistente, y no para hasta que consigue su objetivo. Aparte de que me da un poco de pena escucharlo así. Me molesta mi debilidad, si esto hubiera sido al revés, el no mostraría compasión por mí.

—No, Jerry. No hay nada que hablar. Nunca pero nunca debes meterte con mis cosas personales, para eso no estas contratado —le afirmo sin darle una mirada.

Para ese momento las ganas de llorar se fueron, solo estaba la rabia, quería golpear algo o mejor dicho, a alguien. Y la frustración conmigo misma por reaccionar de manera exagerada e irracional.

Una persona normal no hace esto.

Las personas que cruzan por mi lado me miran raro, nunca en todo el tiempo que trabajaron con nosotros me vieron enojada.

Hacer que me enoje es muy difícil, pero más difícil aún es calmarme cuando lo hago. Pero lo que me paraliza totalmente es cuando escucho decir con una voz profundamente rasposa y ronca.

—Marie, espera un momento —escuchar a Lev llamarme me hace detener abruptamente y darme lentamente vuelta para verlo parado en su metro noventa justo frente a mí.

Mi metro cincuenta y cinco junto a él me hace llegarlo un poco más arriba de su cintura. Junto a él parezco su hija pequeña o algo parecido. Nunca parecería su pareja. Ese pensamiento hace que nuevamente tenga ganas de llorar.

Todo está en nuestra contra, al parecer. Los sentimientos, la edad, la estatura, los países en los que nacimos, hasta distintos tipos de música tocamos.

Lo que más detesto en este momento es parecer una niña, todo en mi grita niña pequeña. Dicen que mi rostro es aniñado, por eso el apodo de Ángel, ya que creen que estos tienen rostro de niños.

En ese momento quiero morirme porque al pensar en mi rostro, recuerdo que tengo el pene dibujado. Instintivamente llevo mi mano a mi mejilla derecha para tratar de cubrirlo. No obstante ya es tarde.

Lev sigue con su mirada a mi mano, y sonríe cuando se percata de lo que quiero hacer. Me sonrojo a más no poder, mi rostro arde como nunca. Y me siento tan, pero, tan incómoda, que creo que soy capaz de desmayarme.

Lentamente me concentro en mi respiración y trato de calmarme. Dios, estoy haciendo el ridículo frente a Lev. Esto solo hace que parezca más niña todavía.

Lev Hedeon. (+16)  S.D.A #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora