Capítulo 20.

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—Vamos, Marie. ¡Despierta! Por favor —los movimientos que le provocan a mi cuerpo, sumado a la voz suplicante que chilla en mi oído, me traen a la conciencia. Lentamente abro un ojo y veo una figura sobre mí. Parpadeo para aclararme e intento sentarme. Esa acción es la peor cosa que he hecho en el mundo, cuando un agudo dolor se instala en mi cabeza.

¡Maldita sea! sin miramientos me dejo caer a la cama. Otro gran error, eso solo aumente el dolor en mi cabeza.

—¿Qué diablos me sucede? —exclamo.

—¡Al fin despiertas, mujer! Pensé que tendría que llevarte a urgencias.

Vuelvo a abrir un ojo, y trato de enfocarme en la figura. El rostro aliviado de Marcus es lo que me encuentro.

—¿Qué me paso? —coloco una mano sobre mis ojos.

—Fueron esas dos malditas copas que te deje beber anoche. Si sabía que te pondrías así, te hubiera dado solamente agua. Seguramente ni a ese lugar te llevaba sabiéndolo.

—¿Beber? —al preguntar esto, a mi mente acuden imágenes borrosas de la noche anterior.

—Sí, beber —se acerca y besa mi mejilla—. Me alegra muchísimo que estés despierta, gordita. Y la próxima vez —su voz adopta un tono mandón—, que salgamos, no te dejare acercarte al alcohol, sabiendo ahora, la poca resistencia que tienes.

Solo asiento con un movimiento de cabeza. Si Marcus se llega a enterar que anoche a escondidas tome más alcohol, de lo que él me permitió, se volverá loco.

—¿Qué hora es? —hago una mueca. Mi boca la siento pastosa y seca. Con un sabor amargo. ¡Asqueroso! —. ¿Me pasas un vaso con agua, por favor?

Veo por debajo de mi mano, cómo se acerca a la mesita y toma un vaso de sumo con unas pastillas, que se encuentran sobre esta.

—Bébetelo todo —demanda. Sin rechistar hago caso a su demanda—. Falta cinco minutos para las tres de la tarde.

—¿Qué? —me ahogo con el sumo, el cual va por el orificio equivocado. Trato de ponerme en pie y de respirar normalmente a la vez, algo imposible en este momento—. El ensayo... —Jadeo—. Por Dios, me lo he olvidado. Jerry me va a matar —esto último sale en un lloriqueo ronco gracias al sumo en mi nariz.

No estoy de ánimos para tener una pelea con mi manager. En solo pensar en Jerry el dolor palpitante en mi cabeza aumenta, agregándole el hecho de que me estoy sintiendo mareada.

—No hace falta que te desesperes. Jerry está al tanto del porqué de tu ausencia —me da un pequeño empujoncito haciéndome recostar nuevamente—. A intentado toda la mañana que te despiertes —hace una mueca—. La banda entera a tratado de levantarte, en realidad.

—¿De verdad? —pregunto asombrada—. ¿Nadie ha podido despertarme?

—Nadie —me regala una sonrisa presumida—. Hasta a mí, hace un momento.

—Oh.

Se ríe y se coloca sobre mí. Sorprendida abro muchos los ojos.

—Mm-hmm —aclaro mi garganta y trago saliva audiblemente—. ¿Qué haces, Marcus?

—Oliéndote —olfatea audiblemente—. Tu aliento apesta, Marie —me sonrojo muy avergonzada, y solo aumenta cuando comienza a reírse de mi miseria.

—Eres despreciable —intento apartarlo de mí. Es un trabajo difícil, lo empujo con todas mis fuertes, y es en vano, no lo puedo mover un centímetro —. ¡Apártate!

—¡No lo hare! Estoy muy cómodo, eres como un colchón de agua.

—¡Imbécil! ¿Me estás diciendo gorda? ¿Es por la grasa?—golpeo fuertemente su pecho. El cual se sacude con las carcajadas.

Lev Hedeon. (+16)  S.D.A #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora