Capítulo 29.

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Con pasos apresurados me dirijo a la habitación donde se encuentra Elías, lo encuentro en el sillón sentado relajadamente, comiendo un emparedado. ¿Cómo logro conseguirlo tan rápido? Cuando yo hago mi pedido tardan una eternidad en traerlo. Yo siendo la famosa no consigo lo que quiero (como debe ser con todos los ricos y famosos) y este desgraciado que me quita todo el dinero logra conseguir una comida decente en solo unos minutos cargándolo a mi cuenta.

—¿Ya has terminado de follar al vejestorio? ¿No fue muy rápido? —con una mueca de desagrado mira su emparedado y lo deja a un lado.

Le regalo una sonrisa perversa.

—He conseguido mi orgasmo si eso es lo que te preocupa saber...

—¿Puedes malditamente callarte, estúpida*? —se pone en pie. En solo un segundo lo tengo frente a mí; su cara es de puro sufrimiento—. Nunca, pero nunca, vuelvas a hablar sobre este tema conmigo, ¿entendido? —asiento cuando coge mis hombres con una asombrosa fuerza. Lastimándome.

—Pero si eres tú el que hablo de follar al solo verme.

Gruñe.

—Sabes que cuando estoy molesto no proceso lo que sale por mi boca.

—Lo sé —suspiro—. ¿Ahora podrías, por favor, soltarme? Me estas lastimando.

Lentamente escanea nuestras posiciones. Se detiene por más de un segundo en sus manos sobre mis hombros. Sus nudillos están blancos a causa de la presión. Esto va a doler mañana, me corrijo, ya lo hace ahora.

—Por favor, Eli, me duele... —con esa suplica me suelta de inmediato. No le doy tiempo a reaccionar cuando mi puño impacta en su mandíbula—. La próxima te golpeare más duro si me vuelves a lastimar y te comportas como un idiota, Elías Gabriel Rathbone. ¿Entendido?

Parpadeo intentando ahuyentar las lágrimas. Mi mano duele como el demonio.

—Estas fuera de práctica. No fue tan duro como los que sueles darnos —masajea su mandíbula. El golpe le dolió más de lo que quiere hacerme creer. Sonrío complacida. Se lo merece por idiota.

—Estando tú aquí pronto recuperare mi estado. No te preocupes.

—Debo tener en cuenta para futuro estar lejos de ti, cuando cometa alguna estupidez —Elías y yo nos sobresaltamos al escuchar la voz de Lev a nuestras espaldas.

—Deberías hacerlo, hombre. Marie tiene un buen gancho derecho a pesar de ser una mierdecilla tan pequeña —ambos se sonríen con camaradería. Hasta hace solo unos minutos mi hermano quería golpearlo y ahora se hablan como si fueran amigos. Estoy tan confundida.

—Mierda tú. —me cruzo de brazos molesta. Cuando se vaya Lev le daré otro recordatorio de quien es la hermana mayor.

Esta mierdecilla patera su trasera como nadie.

—No te hagas la ofendida, ese debería ser yo. Me golpeaste y dejas en duda mi hombría —despeina mis cabellos. Es lo mismo que suele hacer con mi mascota. Arrugo mi nariz. Aparto su mano con un golpe brusco—. Ten cuidado —sacude sus manos tratando de ahuyentar el dolor—, ya verás cuando estemos a solas —no puedo evitar reírme ante su amenaza. Es tan inocente. Cuando estemos a solas rogara que lo golpee.

Lev se aclara la garganta.

—Ya debo irme, Marie.

—Oh, cierto —murmuro. Voy a extrañarlo. Mucho.

Sonríe. Y lentamente comienza a acercarse a mí.

—Voy a echarte de menos —susurra en mi oído. Tiemblo cuando su mano hace contacto en mi mejilla. Creo que nunca voy a dejar de reaccionar a su cercanía.

Lev Hedeon. (+16)  S.D.A #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora