Capítulo 14.

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Saludo al público y salgo corriendo del escenario, alcanzando a Marcus y tirándome sobre su espalda. En un acto reflejo, este me sostiene las piernas, deteniendo mi estrepitosa caída al piso.

—La próxima vez que quieras hacer eso, ten más cuidado. Por Dios, que pareces una chiquilla. —sermonea malhumorado.

—¡Vamos a comer gumbo! —grito en su oído, pretendiendo, que no escuche lo que dijo hace un momento.

—¿No podrías haber esperado un momento más antes de decir esa palabra? Así tenía un momento de tranquilidad antes de tener que ir a comer esa cosa.

—Sabes que no. Aparte me gusta mucho molestarte. Ya veo que es lo que sientes cuando dices tus comentarios malintencionados contra mí.

Me rio alegremente. Y trato de no pensar en el sudor que estoy tocando de él. ¡Asqueroso!

—No es lo mismo—comienza a caminar hacia donde se encuentran los camerinos.

—¿Cómo que no es lo mismo? —le doy pataditas a sus muslos, como si fuera una caballo, para que vaya más rápido.

—¡Ay! —chilla molesto—. Eso duele, Marie.

—Claro que no. A ti te duele, porque eres un debilucho.

—Bájate, deja que suba a tu espalda, te golpeo de la misma forma, vez como duele y no porque uno sea debilucho, y tal vez estemos a mano por golpearme y ofenderme —trata de bajarme, aunque me prendo como si fuera una garrapata por su cuello.

—¡No! ¡Para! No me voy a bajar y dejar que me golpees. Aparte eso es violencia de género.

—¿Y lo que tú me haces, no es violencia de género? —pregunta irónicamente.

—Por supuesto que no —Me apresuro a contestar—. Solo soy una indefensa jovencita, la cual es muy pequeña como para hacerle daño a alguien, que juega con su amigo. —se ríe a carcajadas.

—¿Tú? ¿Indefensa? —dice sorprendido y vuelve a reírse. —. De nosotros dos, aquí el único indefenso soy yo.

Si él cree eso, es que me ve mucho más fuerte-valiente, de lo que en realidad soy.

—Eso no es verdad—me bajo de su espalda cuando llegamos a nuestro destino y entro en el camarín.

Al mirar alrededor, veo que todas mis cosas ya se encuentran en una pequeña maleta. "Bien, me salve de juntar todo" Son las mejores chicas de limpieza que conocí en todo el viaje. Las anteriores dejaban todo como estaba, es decir, un enorme caos.

—¿Has limpiado? —Marcus jadea sorprendido. Me ofende ver la perplejidad en sus ojos. No soy desordenada, solo dejo las cosas donde sé que voy a encontrarlas.

—Quita esa mirada sorprendida de tus ojos, grandote. Solo se juntaron mis cosas para el viaje. —Sus ojos recorren ávidamente el lugar. Yo hago lo mismo. La habitación es mucho más grande de lo que parecía con mis cosas en ella—. Que gran trabajo hicieron las chicas de limpieza—murmuro.

—¡Uff! —Marcus larga un suspiro de alivio.

—¿Qué sucede?

—Pensé que se acercaba el fin del mundo o algo parecido.

—¿Por qué? —pregunto confundida.

—Porque pensé que habías limpiado tú sola este desastre, al cual llamas camarín. —Sonríe con suficiencia. Creyéndose el gran humorista diciendo esa estupidez.

—No es gracioso, idiota.

—Es muy gracioso. Admítelo. Sé que quieres hacerlo—me pica con sus dedos en mi espalda.

—¡Basta! Eso duele. —me aparto de su lado.

—No duele. Tú eres muy debilucha.

—Touché —digo en su dirección.

***

—¿Marcus? ¿Entiendes algo de lo que dice? —Apunto hacia el menú. Llegamos hace unos diez minutos, después de que dejamos el estadio y fuimos al hotel, donde nos aseamos y cambiamos.

—El francés es mi segunda lengua, nena. —Sonríe seductoramente.

—¿Sabes francés y nunca antes me dijiste?

—No vi razón en decirlo.

—¡Hola! —Lo miro como si fuera tonto—. Estamos en Francia. Tú podías haber sido el encargado de hablar con el público en los conciertos.

—Tú lo hacías muy bien. Aparte Jerry no me hubiera dejado hablarle al público. No soy la estrella — hace una mueca al decir la última parte.

—Por supuesto. No había pensado en Jerry. Ese desgraciado...

—Está bien, Marie. —se acerca y susurra en mi oído—No hace falta que te exasperes y digas palabrotas. Estamos en un lugar público, donde todo mundo está mirando lo que haces. Mira, disimuladamente, a tu alrededor—me aparto de Marcus, y miro al resto de los comensales.

Algunos nos miran disimuladamente, otros, no saben lo que es discreción. Es rara ser el centro de atención fuera del escenario.

—Te dije que mires disimuladamente. ¿Qué no entiendes que es eso? —murmura Marcus entre dientes.

—Por supuesto que sé que es. Solamente me tomo de sorpresa todo esto.

—Habla más despacio.

—No quiero hablar más despacio. Yo hablo como quiero, estúpido...

Deteniendo mis palabras, Marcus, coloca dos de sus dedos sobre mis labios.

—¡Azcuerozo! —murmuro sobre su mano. Intentado sacar de mi labio esa abominación. —Quita tus dedos de mi rostro. Quién sabe dónde habrá estado eso últimamente —estamos unos segundos en un forcejeo, para ver quién gana.

Nos distraemos cuando el murmullo, de los que nos rodean, aumenta.

—¿Seguimos haciendo el ridículo? —pregunta Marcus.

—No lo sé. Y no quiero darme vuelta para averiguarlo.

—A la cuenta de tres, nos damos vuelta, "DISIMULADAMENTE" —recalca esa palabra como si no la comprendiera—, Y vemos si este alboroto es a causa nuestra. ¿Entendido, Marie?

—Claro que sí. No soy idiota. —pongo los ojos en blanco al responderle.

—De acuerdo. Cuando diga tres, nos volteamos —suspira como si fuera su último aliento. Asiento —. Uno —su mano tiene un agarre mortal sobre la mía—, Dos...

La voz más hermosa del mundo corta la cuenta regresiva de Marcus.

—Eres muy exagerado muchacho —La risa es palpable en sus palabras.

Lentamente nos soltamos las manos y miramos hacia el lugar de donde provino la voz, que hace a mi sistema saltar a la vida.

—Lev —su nombre, de mis labios, sale como una exhalación.

La mirada de este se encuentra con la mía. Y mi cuerpo entero se convierte en gelatina. Este hombre es mi perdición.

Lev Hedeon. (+16)  S.D.A #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora