Capítulo 19

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Siete días después

Había sido una semana bastante normal y desde luego no tan monstruosa como me esperaba. Era consciente, sin embargo, de que la atención puesta en mi durante estos días hubiera sido más de la que hubiera podido soportar hace apenas un par de meses. Sin embargo ahora me sentía más madura, capaz de ignorar la manera que tenían todos de mirarme, sólo concentrándome en quien realmente me importaba, que se había revelado como Liam James Payne.

Llegué a admitir ante Perrie que puede que me gustara. Un poco, sólo un poco, y no lo suficiente. Acababa de tener problemas con Zayn y no me parecía ni considerado ni razonable embarcarme en otra aventura. Sin embargo, nada de eso podía privarme de su compañía. Como quizás haya dicho antes y en demasiadas ocasiones era diferente. Y eso me hacía sentir que yo podría ser diferente también.


-¿Están listas? - lo oí gritar desde el salón.

-Si, si, las estoy poniendo en un bol.

-¡No te quemes! - casi pude verlo sonreír. De hecho, me imaginé sus ojos haciéndose cada vez más pequeños a medida que su sonrisa aumentaba, y eso me hizo sonreír a mi también.


Habíamos quedado en ver una peli antes de volver a ponernos a hacer trabajos. Estábamos a miércoles, y era consciente de que ya el sábado sería libre y vería como tatuaban a Liam. Así que con cuidado de no quemarme, abrí la bolsa y vertí su caliente contenido en el bol azul que acababa de sacar del armario. Cogí de la nevera un par de cervezas y salí de vuelta al sofá.

Liam aún no me había explicado su problema con el alcohol. De hecho, parecía reacio a hacerlo. Por muy egoísta que sonara, tenía que averiguarlo y lo de las cervezas en realidad era sólo una manera más de sacar el tema. Quería ayudarlo, quería que supiese que por muy tonto que fuera el problema yo estaría aquí para apoyarlo. Así que me senté a su lado y fui al grano.


-No puedo... - dijo él, mirando directamente las latas de cerveza.

-Oh, lo siento.

-...

-...

-Te conozco.

-Apenas - le recordé con una sonrisa.

-Quieres que te cuente qué me pasa. Cotorra - me sonrió el también -. No quiero que sientas pena, o algo por el estilo. Yo que sé. Te lo cuento para que dejes de poner el ceño fruncido cada vez que sale el tema.

-Está bien.

-¿Sabías que nací muerto? - casi me caigo del sofá, pero él prosiguió como si fuera sólo una curiosidad más - Si, me tuvieron que operar y debido a eso me quedé sin un riñón. Me pasé mi infancia en el hospital y tenía que recibir 32 inyecciones diarias para soportar el dolor - me encogí ante la idea de un pequeño niño de pelo castaño y ojitos marrones chocolates cerrando los ojos para que le clavaran la enésima aguja en el brazo. Se fijó y simplemente me abrazó y me giró hacia él, de modo que quedé tumbada cómodamente entre sus piernas mientras me rodeaba la cintura - Bueno, no pude tomar alcohol durante gran parte de mi vida. Hace unos años, me donaron un riñón anónimo. Y ahora puedo tomarlo, pero sinceramente no sé si quiero. Nunca lo he necesitado y me parece una tontería dañar la nueva oportunidad que tengo.

-Va...Vaya - no sabía muy bien que decir - ¿Y nadie te quiso dar un riñón? Tu familia o algo...

-Por aquel entonces tenía una novia. Tampoco he tenido buen historial con las chicas - hizo una mueca y me apunté la pregunta para luego. Aunque no estaba segura de estar preparada para escuchar otra trágica historia salir de su boca sonriente, quitándole importancia - pero ella era especial. Danielle. Me quiso dar su riñón unas 30 veces, pero yo no podía aceptarlo. Simplemente no podía. Porque la quería.


Nos quedamos en silencio y mi mente divagó desde los celos hacia aquella chica, los nobles sentimientos de Liam y su historia, a la manera en que estaba abrazado a mí. Nunca me hubiera imaginado que él hubiese pasado por todo eso. Quizás aprendió demasiado pronto que la vida no se basa en lo que piensan los demás. Quizá esas 32 inyecciones diarias no fueron sólo de medicinas, si no de valores. Me dolía el pecho sólo con imaginar de nuevo a un pequeño Liam en el hospital.

Él sólo volvió a sonreír, como si nada, y cogió una cerveza, cosa que me sorprendió.


-¿Qué haces?

-Tomar una cerveza.

-¿Alguna vez has tomado una?

-Teniendo en cuenta que sólo puedo tomarlas desde hace cuatro años, no, no las he probado. Pero por una no hay problema, y vale la pena para quitarte esa cara que tienes.


Quedaba claro que era la cosa más tierna del mundo. Se me hacía muy extraño y a la vez encantador que la primera vez que la probara fuera conmigo, así que abrí la mía y bebí un poco. Él, a su vez, dejó que un poco de líquido entrara por su boca e hizo un gesto de agrado.


-Es rara. - susurró, como si fuera un pecado. Tomó un poco más.

-Al principio, si. Pero luego te vas acostumbrando al tacto y al final te encanta la manera en que te hace sentir. La gente no se vuelve adicta porque sí.


Acabó por beberse dos latas enteras y yo me reía a medida que avanzaban los minutos y él era cada vez menos capaz de decir una palabra sin arrastrar las consonantes. En un par de horas, él sólo había tomado dos y yo cinco ya, pero causaban el mismo efecto debido a lo poco acostumbrado que estaba él.


-Vvvvayyyya sí que esssssta muy riccccca.

-Cuida tussss riñonnnnnes - solté, haciéndole unas cosquillas en la barriga.


Él se abalanzó sobre mí y empezó a hacerme cosquillas de verdad. Yo me retorcía en el amplio sofá y no podía apenas respirar entre la risa. Me hacía arquearme y era consciente de haber tirado algún cojín y las latas vacías, pero no me importaba. Se pasó cinco minutos enteros haciéndome cosquillas y omitiendo mis gritos de ayuda hasta que se cansó. Me fijé en lo definidos que estaban sus brazos y simplemente achaqué los pensamientos al alcohol.


-Quizzzas deberíamos irnnnnos a dorrrrmir.

-Nnnno me puedo levannntar. Mmmme da perezzzzzza.


En realidad era una excusa. Tal y como sabía que haría, me cogió en brazos y me llevó medio dando tumbos hasta la habitación. Me tumbó en la cama yo empecé a tirarle las almohadas que había. Él se limitó a sonreír y esconderse entre las mantas. Sin saber muy bien cómo,  acabé encima de él. Empecé a quedarme dormida así, hasta que me giró mirando a la ventana y me cogió de la cintura tal y como cogía yo a mis peluches con diez años para quedarme dormida. Me había despertado, pero en menos de un minuto empecé a escuchar su respiración pausada pegada a mi espalda. Me di la vuelta con cuidado de no despertarlo y pude ver la expresión de felicidad (de la borrachera, supongo) que tenía. Le revolví suavemente el pelo y me fijé en cada uno de los detalles de su adorable cara dormida.


-Te quierrrrrrrro, Liam. - le susurré antes de caer rendida yo también.

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⏰ Última actualización: Feb 12, 2016 ⏰

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