Runa color sangre

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Cualquiera diría que unas cuantas botellas de sangre serían suficientes para reponerse de una noche tan ajetreada como la que había tenido unas horas antes pero el modo en que sentía su cuerpo más pesado de lo normal le decía que no era así.

Ya todos en el hotel se habían ido a dormir, él era el único que se negaba a retirarse a su habitación, no podía descansar teniendo otros asuntos de los cuales ocuparse. Primero había pensado que lo mejor sería tomar una pequeña siesta para estar por lo menos un poco más repuesto antes de continuar con sus labores, pero a pesar del cansancio le parecía que si se acostaba no podría conciliar el sueño y no tenía ganas de estar dando vueltas en la cama.

Ya se había bañado y cambiado de ropa y su naturaleza vampírica se había encargado por sí misma de todas las heridas producidas horas antes por culpa de esos demonios.

Estaba recargado contra el escritorio de su oficina esperando ver algo que le alertara de la proyección que se suponía que aparecería en cualquier momento. Ya empezaba a desesperarse y tamborileaba con sus dedos mientras mantenía los brazos cruzados. Decidió aprovechar el retraso para repasar mentalmente lo que diría. Debía tener cuidado para no arruinarlo y que las cosas no salieran contraproducentes.

No pasó mucho tiempo antes de que notara una luz resplandeciente que parecía venir de la nada creando poco a poco una figura en medio del salón que cada vez se volvía más nítida hasta que finalmente pudo apreciar la forma casi etérea del vampiro. Siempre que lo veía le parecía que jamás cambiaba su eterno estilo de pantalón de vestir, lo que si cambiaba era el color de sus camisas, de las cuales siempre dejaba los dos últimos botones sin abrochar, en esta ocasión era una azul celeste; y las bufandas, esta vez una morada, que al no poder sentir frío cargaba como mero adorno. Recordaba que la primera vez que lo vio le había hecho gracia su peinado que irónicamente usaba al puro estilo Drácula; era un poco largo y de un negro profundo, al igual que sus ojos, y estaba siempre peinado pulcramente hacia atrás. En aquel entonces Raphael era todavía un subordinado de Lady Camille mientras él ya gozaba desde siglos atrás de ese puesto privilegiado entre los de su clase. No le agradaba la idea de tener que tratar con él, siempre le había dado mala espina, pero era el tipo de cosas que tenía que hacer.

-Buenas noches Santiago, perdón, quiero decir buenos días. Lamento mucho el desvelo, aquí acaba de anochecer. Te agradezco mucho que accedieras a que habláramos.

-Baccani- se separó del escritorio para acercarse más a él- No importa, no es tan tarde. ¿De qué querías hablar?

-Del asunto que te comenté sobre el hijo de Valentine.

Raphael lo miró y analizó una vez más sus opciones antes de hablar.

-Bien, te escucho.

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Cuando Alec abrió los ojos por un momento sintió como si se hubiera vuelto loco. Se sentía confundido, la nitidez y claridad con la que veía todo a su alrededor solo podían ser parte de un sueño a pesar de que se suponía que estaba despierto. Miró a su alrededor y la oscuridad no pareció ser un impedimento para que pudiera ver cada parte, mueble y objeto en la habitación en la que se encontraba. Sin embargo, la confusión desapareció en cuanto posó su vista en sus brazos, los cuales ya no estaban llenos de runas y cicatrices, sino que mostraban una piel perfectamente pálida y suave.

El reloj de la mesita junto a él marcaba pasadas las tres de la tarde. No sabía cuánto tiempo se suponía que dormía un vampiro ni cómo debía de gastar el resto del tiempo hasta que llegara la noche, pero él decidió salir de la cama y darse un buen baño para quitarse toda la tierra y mugre que cuando se fue a dormir todavía traía en toda la ropa y en el cabello.

TMI: Ciudad de conversiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora