El amor es confianza

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Cuando tocó el timbre, ninguna voz contestó, así que decidió tocarlo de nuevo. Estaba a punto de tocar una tercera vez, cuando la puerta se abrió de par en par, revelando a un hombre alto y delgado, vestido con unos pantalones morados entallados, una blusa de lentejuelas verde fosforescente y un saco azul marino con botas a juego. Tenía el cabello lleno de purpurina y lo que parecía confeti.

El hombre mostró una mirada de sorpresa en sus ojos de gato en cuanto éstos se posaron sobre el joven cazador de sombras.

Alec se humedeció los labios antes de hablar.

-Buenas noches, Magnus.

-Alec.- Fue todo lo que el ojiverde dijo, y después se sumieron en un corto silencio hasta que volvió a hablar.

-¿Qué estas haciendo aquí?

Alec se sentía un poco intimidado por alguna razón, quizás fuera por la dura mirada que el brujo le había empezado a dirigir en cuanto la sorpresa inicial pasó.

-Necesito hablar contigo.

Magnus suspiró mirando hacia el cielo, casi con condescendencia. A Alec esto le molestó, ¿qué pensaba? ¿Que había venido a rogarle?

-Alec, ya hemos hablado- su mirada se suavizó- no queda nada que decir. Además, no se si ya lo notaste, pero estoy en medio de una fiesta, así que aunque deseara hablar contigo, este no sería el mejor momento para...

-Vengo por asuntos oficiales de la Clave, no para hablar de nosotros.

Magnus se quedó con la boca abierta en mitad de la oración, claramente no esperaba que el ojiazul pudiera tener alguna otra razón para acudir a él.

-Oh.

Se miraron un momento, en el que Alec intentó mantener la mirada seria.

-Entonces, supongo que quieres que te deje entrar.

-Bueno- respondió Alec- sería más cómodo que hablar aquí afuera.

Magnus asintió lentamente con los ojos serios y se retiró a un lado de la puerta, dejando espacio para que el morocho pasara.

-Ya conoces el camino.

Alec desvió la mirada y lanzando un silencioso suspiro, empezó a subir las escaleras hacia el loft del que salían luces y música que sonaba como al ruido que haría una máquina.

Entró, y se dio cuenta de que estaba decorado exactamente igual que la primera vez que había estado allí, incluso atendía la misma chica con el par de brazos extras detrás de la barra de la cantina. Estaba abarrotado de gente, ni siquiera alcanzaba a ver del otro lado de la pista de baile, donde cuerpos con diferentes colores, alas, colas, orejas de murciélago, perro, gato, y otro tipo de rasgos exóticos se contoneaban muy juntos. Hadas, vampiros, brujos y hombres lobo; todos disfrutando en una misma habitación del modo en que solo podía hacerse en una fiesta del gran brujo de Brooklyn.

Alec se sorprendió al notar la presencia de los hijos de la Luna, recordaba que comúnmente Magnus se abstenía de mezclar a vampiros y hombres lobo en sus fiestas para evitar problemas entre ambas razas. En parte le alegró ver esto, era una muestra de los avances en las relaciones entre razas del submundo que se habían hecho desde la lucha contra Valentine en Idris, cuando todos, sin distinción, habían ayudado a los nefilim a acabar contra los cientos, tal vez miles, de demonios.

Notó que, sin embargo, estas dos especies permanecían separadas una de la otra a lo largo de la pista, y se preguntó si sería posible que realmente un día todos los submundos de cierto modo se unieran como uno mismo. Siempre había pensado que de hacerlo, si quisieran, serían más que capaces de acabar con todos los nefilim del mundo. Benditos sean los acuerdos que hasta la fecha habían evitado eso. Aunque pensándolo bien, aquello no era muy probable. Los subterráneos tal vez fueran todos parte del submundo, pero definitivamente no eran nada parecidos entre sí. Como cualquier raza humana, cada uno de los tipos que había tenía su propia cultura y costumbres. Eso eran finalmente, mundos diferentes conviviendo dentro de uno mismo. Lo que realmente se preguntaba, era si algún día la clave sería parte de esta convivencia en lugar de buscar verse siempre en un lugar superior. Ella era la ley, pero los nefilim como raza eran solo eso, una raza más coexistiendo con ellos en el mundo de las sombras, el mundo donde lo único que no formaba parte de su entorno eran los mundanos, excepto en algunos casos.

TMI: Ciudad de conversiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora