Dulce

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¡Hola! Les traigo nuevo capítulo, espero que lo disfruten. ^_^

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De nuevo esa sensación inexplicable. Dulce. Muy dulce. Demasiado dulce.

Ese era el sabor de la sangre de Magnus. Todavía no había succionado nada, gracias al ángel se había podido detener justo después de la mordida. Pero ahí estaba, con los colmillos clavados en su cuello del que inevitablemente salían gotas del líquido escarlata, el más dulce líquido escarlata que había probado en su vida.

Cuando intentaba imaginar el sabor de algunas criaturas, siempre imaginó la de los brujos un poco dulce por el aroma dulzón de la magia, pero nunca algo como esto.

La necesitaba, necesitaba beber su sangre, ¡ya! Posicionó sus labios y... ¡no! ¡No debía hacerlo! ¡Era Magnus! ¡No debía beber de él, absolutamente no, no lo utilizaría así! Pero, ¿era algo malo? El brujo todavía no se había movido, tal vez él esperaba que lo hiciera, tal vez él quería que lo hiciera.

De nuevo se posicionó sobre el moreno y dio una calada por los orificios en su piel que dejaron pasar el delicioso manjar.

Solo para sentir enseguida unas manos alejándolo del cuerpo de Magnus.

-¡Alexander! ¡¿Qué demonios crees que estás haciendo, pedazo de idiota?!- le gritó un Raphael que se podía notar que estaba furioso.

-Eh... yo.... dulce, sí...- estaba demasiado hipnotizado aún por el sabor de la sangre de su... ¿qué eran él y Magnus? Lo que fueran, se sentía demasiado hipnotizado por el sabor de la sangre que seguía en sus labios, que era incapaz de articular alguna frase coherente.

-¡¿Tienes idea de lo que acabas de hacer?!- Alec miró a Magnus que no se veía nada alterado, solo sorprendido por la repentina aparición del latino y un poco divertido de la cara que éste tenía desfigurada por el enojo, y luego regresó su vista a los ojos llameantes de su creador.

-¡¿Tienes idea de lo que pudiste haber hecho?! ¡¿De lo que le pudiste haber hecho a Magnus?!

Entonces le calló el balde de agua helada. Él aún no sabía controlar su sed, y ya llevaba todo el día sin beber, pudo haber dejado vacío a Magnus si Raphael no hubiera llegado. Lo pudo haber matado.

-A ver, a ver, a ver,- interrumpió Magnus en su usual tono despreocupado- Alexander no iba a hacerme daño, ¿de acuerdo, papi Raphael? Solo iba a ser una mordidita, tú sabes de eso.- y le guiñó un ojo.

Raphael pareció molestarse más por el doble sentido del comentario.

-Pero yo tengo casi un siglo.

¿Casi un siglo? ¿Raphael en serio es tan joven?

-No hay ninguna diferencia- dijo el asiático como si nada, el vampiro levantó una ceja ofuscado- yo hubiera podido detenerlo.

Eso era cierto. Magnus era lo suficientemente poderoso para quitarse de encima a quien él quisiera, incluso a un polluelo-ex nefilim como Alec, si lo necesitaba.

-¿Seguro? ¿Conocemos ya la fuerza de Alexander?

-Sí, conozco perfectamente la gran fuerza de mi Alexander, pero sé que la magia hace milagros cuando pelea contra fuerza bruta.

-¡Oye!

-Hablo de tu fuerza vampírica, mi amor, no de ti.

Raphael lo miró con los ojos entrecerrados.

-Eso no lo sabemos, ni siquiera lo he empezado a entrenar, su antigua condición de nefilim podría hacerlo más fuerte de lo que creemos y lo último que necesitamos es que mate a un brujo lo suficientemente escandaloso para que su ausencia se note y las investigaciones de la Clave comiencen.

TMI: Ciudad de conversiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora