Han pasado tres días y Leonardo aún no despierta del coma. Me siento desesperado e impotente. Carajo, no puedo siquiera imaginar cómo ha de sentirse sus padres. Es lunes, y estuve a punto de no ir a la preparatoria el día de hoy, y es que me siento con la esperanza de que despierte en cualquier momento, pero no sucede nada. Han de ser las seis de la mañana e Isa ha llegado por mí para ir a la preparatoria. Sé que no es mi asunto y la situación de Leo no me afecta en cuanto a la escuela. Pero aún no me siento listo para alejarme del hospital. —Alex, es hora de irnos...— Dice Isa, tocando mi hombro.
Yo asiento con la cabeza y me levanto. Antes de irme les pido a los padres de Leo que si hay alguna novedad que llamen a mi teléfono celular. Al llegar a la preparatoria, todos los ojos se centran en Isa y en mí.
—Es increíble que duramos casi tres años como marginados sociales y ahora estamos en boca de todos... por cuarta vez— Dice Isa, irónica.
— ¿Cuarta?
—Sí. La primera fue cuando todos creyeron que éramos novios, la segunda cuando revelaste que eres gay, la tercera cuando Larissa andaba de caliente con Leo y conmigo.
— ¿Y ahora qué especula la gente?
—Que nosotros drogamos a Leo— Mierda, esas son acusaciones serias.
— ¿Deberíamos hacer o decir algo?
—No, por ahora no es conveniente, y si te llegan a preguntar algo al respecto. Niégalo por completo. Y aléjate de Laura, ella es como la Perez Hilton de los pobres, cualquier comentario por más insignificante que hagas, lo manipulará y hará más grande esta burbuja de protagonismo que nos ha hecho en los últimos meses.
— ¿Segura que no quieres ser manager de estrellas de Hollywood? Serías muy buena para controlar crisis de gran magnitud.
—Lo sé, pero mi futuro está en el dibujo. Oye Alex...— Se esconde en sus hombros
—Dime...— Digo con calma
—La situación de Leo no te va a hacer...
Me toma las manos y acaricia una de las cicatrices más grandes en mis muñecas. —Ganas no me faltan, Isa. Pero no me siento tan deprimido... Es decir, mi psiquiatra me había comentado que necesito estar realmente deprimido para poder cometer una tontería similar.
—Es que estos tres días en el hospital, te vi realmente mal. Me recuerdas a aquella época en la que estuviste internado en el hospital psiquiátrico...
Entonces llega a mi mente aquella primera visita que me hizo Isa, cuando fui internado en un hospital psiquiátrico por haber intentado suicidarme. Tenía catorce años. Había pasado un año desde la muerte de mi madre. Era una habitación pequeña, muy blanca con toques marrón. Había una cama pequeña justo en la pared del fondo y una mesita de noche a lado de esta. Un escritorio en una pared, a lado de la puerta y una cajonera al otro lado de la puerta. Había pasado una semana desde que entré e Isa había llegado, acompañada de sus padres.
Yo vestía un pijama completamente azul, mi cabello en ese entonces era corto y completamente negro. Ella llevaba sus típicos jeans ajustados y una blusa rosa con una frase en inglés "Pretty As Hell" Me gustaba mucho esa blusa. — ¿Alex?— Entró rápidamente para abrazarme. Apenas llevábamos un año de amistad y ya sentíamos ese cariño fraternal. Al abrazarla no pude evitar poner una mueca de dolor, en ese momento ambas muñecas estaban envueltas con vendas. — ¿Cómo has estado?
—Bien... Sí, bien— El tono de mi voz me hacía parecer cansado físicamente. —Es decir... Estoy esperando salir de aquí para poder comprar ese maldito libro del que todo el mundo está hablando.
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Twisted
Teen FictionEsta la historia de Alex: Un chico que nunca se resignó a la muerte de su madre y vivió durante años en una depresión que le provocaba sentimientos suicidas, pues siempre tuvo el deseo de estar junto a su madre, donde sea que ella estuviera. Entonce...