Capítulo 21 - Lo Puedo Ver en tus Ojos

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Él se quedó de pie, viendo cómo se va ese chico, ni siquiera se da cuenta de que soy yo el que está sentado a un lado de él. «Vamos, rompe el hielo, Alexander, mi subconsciente me da golpecitos con el codo» — ¿Lo disfrutaste?— Digo en un hilo de voz.

Él voltea a verme y palidece por completo: —A... Al. Uhm Alex— Tartamudea.

—Yo no. Es decir, ¿Qué clase de persona en su sano juicio disfrutaría ver a su pareja con otro chico?— Inquiero y suelto una risa nerviosa.

Él se acerca a mí. —Esto no es lo que pare...

Le interrumpo y exclamo. — ¡Puta madre, no tengas el puñetero descaro de decirme que esto no es lo que parece!— Le apunto con el dedo índice, amenazante, papá estaría orgulloso.

Algunas personas nos miran a lo lejos. Creo que esto es llamar demasiado la atención y comienzo a caminar, alejándome de él, pero me sigue. Y justo cuando estoy a unos metros de Isa y Leo, Orlando me toma del brazo, deteniéndome, y dice: — Alex, Es que yo...— Parece que las palabras se le escapan.

Yo me acerco a él y le digo: —Dijiste que me salvarías— Mi voz comienza a sonar entrecortada —, y te creí. Creí que de verdad lo harías.

Eternos segundos pasaron para que Isa llegara y me llevara con ella, no sé cómo se ha dado cuenta. Escucho a Orlando decir mi nombre, y antes de que pueda voltear, Leo le grita: — ¡No, no!— Y se pone a nuestro lado.

Durante el trayecto en el coche de Leo, yo no puedo articular ni una sola palabra. Isa me mira impasible y no deja de moverse. Signo de que está enteramente preocupada.

—Alex ¿Qué pasó?— Pregunta ella. Me siento muy perdido, a lo mejor es mi cabeza o realmente está pasando: pero siento que las cicatrices de mis muñecas arden. Siento una ansiedad enorme en esa zona, y luego un frío fatal me inunda. Me abrazo a mí mismo.

Leo se da cuenta de ello y se detiene para quitarse la chaqueta. Isa me cubre con ella y yo digo: —Sólo quería pasar un buen rato— Mi voz suena cansada. —Sólo quería encontrarme con él y pasar un buen rato y después bailar como idiota con ustedes.

—Podemos bailar como idiotas en mi casa, mis padres están de viaje ¡CASA SOLA!— Dice Leo emocionado pero con tristeza en su voz.

Parpadeo más de lo normal y digo: —Les agradezco demasiado, pero quiero irme a casa. No quiero saber de nada ni de nadie— Miento, no quiero estar sólo

—Pero no te dejaremos solo— Dice Isa, joder, esta chica siempre me lee el pensamiento.

Yo me limito a recargar mi cabeza en el hombro de Isa y a intentar olvidar todo lo sucedido.

Estoy parado en medio de un cuarto completamente negro, no estoy haciendo nada, simplemente estoy ahí. Luego llega Orlando con un manto de color rojo en sus manos, me lo entrega y luego este se convierte en un torrente de sangre que corre por mis muñecas. Al mismo tiempo que me voy desvaneciendo, lagrimas corren por las mejillas de Orlando. Despierto de golpe, me levanto y volteo hacia donde debe estar situada mi ventana, pero no está ahí. Un momento... Esta no es mi habitación... Volteo al otro lado y ahí está Leo, durmiendo como un bebé. Sonrío al verle tan tranquilo. Me paro y me doy cuenta de que sólo llevo mis bóxers y una camisa blanca sin mangas que no es mía. Joder ¿Qué tanto ocurrió anoche?

Intento hacer memoria de lo que pasó anoche pero no recuerdo nada después de lo sucedido con Orlando. Mierda, Orlando. Ya no tengo novio. Eso me desanima y me acuesto de nuevo junto a Leo. Me tomo un minuto para observarlo y me alegra saber que esta vez sí va a despertar. Es tan hermoso, podría estar todo el día observándolo. Aunque eso suene como acosarle. Bueno, no me molestaría acosarle.

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