Centímetros traicionados

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Sábado por la noche...

- Der... Derek? - Repito de nuevo. Todavía no salgo del asombro que me supone verlo. No solo porque está si camiseta, que eso me impone bastante, sino porque se encuentra allí en aquella casa. ¿Darek es el hijo de Nora? Imposible.

- Si! Yo! Sigo siendo yo las 5 veces que lo has repetido - Dice burlón.

- Que... Que haces aquí? - Digo sin pensármelo demasiado.

- Emmm... ¿Porqué es mi casa? - Dice sonriendo - Bueno en realidad la casa de mis padres.

- Ah! - Digo dándome cuenta de lo estúpida que parezco en estos momentos.

- Y tu? Que haces en mi casa? - Dice irónico - No me estarás siguiendo, ¿verdad?

- Estoy cuidando de... - Digo mirando a Estela, que esta dormida en el sofá, la pobre está muy cansada.

- Habrá que llevarla a la cama... - Al oírlo me apresuro a ir hacia ella e intentar levantarla, pero el me lo impide - Tranquila yo la llevo. Derek coge a Estela con cuidado, como alguien con algo de cristal con temor de poder romperlo. La lleva en brazos y sube las escaleras. Yo le sigo con un pequeño osito de peluche del que ella no se apartaba en todo el rato que jugábamos. Al llegar a un cuarto coloreado únicamente de color rosa Derek se gira con la pequeña en brazos y me mira.

- Que pasa? - Digo confundida.

- Te importaría desacer la cama?

- No, perdona - Digo a la vez que le obedezco tirando las sabanas atrás.

 - No, perdona - Digo a la vez que le obedezco tirando las sabanas atrás

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Es preciosa. Precioso es ser niño, cuando no te importa nadie y con una simple piruleta te hace el niño más desdichado del mundo.

Sin querer me quedo observando a Estela un buen rato hasta que Derek me coge de la muñeca y me saca de la habitación cerrando la puerta con suavidad.

- Que suerte - Digo bajando la mirada.

- Por ? - Dice mirándome con esos ojos desconcertados.

- Porque tienes una familia hermosa. Una madre estupenda, una hermana preciosa y ... - La última palabra no logra salir de mi boca, pero en cambio amenaza por salir por mis ojos en forma de pequeñas gotas de agua.

- ¿Que pasa? ¿Es que tu padre está enfermo? - Dice acariciándome la mano con el pulgar y mirándome a los ojos. Ojos que yo rechazo.

- N...No - Digo estallando a llorar. Él me observa y acerca su rostro al mio. ¿Debería detenerlo? No quiero. No pienso detenerlo. Su mano se apoya en mi mejilla. Nos encontramos a apenas un centímetro. Noto su respiración acelerada. Y como mis lágrimas gotean sus dedos.

 Y como mis lágrimas gotean sus dedos

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